Hasta 51 millones de partículas de microplásticos yacen en el fondo del mar, según datos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Eso son 500 veces el número de estrellas en nuestra galaxia. Y una gran amenaza no sólo para el medio ambiente y los ecosistemas marinos, sino para los propios seres humanos. A raíz de este problema, diferentes organismos de la Unión Europea han trabajado para lanzar medidas en los últimos años. Una de ellas fue una nueva regulación de las pajitas, los bastoncillos y plásticos de un solo uso. Pero eso no ha sido suficiente.
El pasado 25 de septiembre quisieron ir más allá y el organismo publicó en el Diario Oficial de la Unión Europea (DOUE) una nueva normativa que prohíbe las partículas de polímeros sintéticos inferiores a cinco milímetros. ¿El objetivo? Reducir la cantidad de microplásticos liberados en un 30% para 2030. Y claro, eso incluye, además de algunos materiales presentes en los cosméticos de uso diario, la purpurina, cuya venta ha quedado totalmente prohibida.
¿Y eso a quién afecta? Pues no hace falta irse muy lejos para notar el gran impacto que una prohibición así puede tener en los carnavales de todo el mundo, especialmente los de España, sobre todo cuando durante décadas las ciudades de Canarias o la misma Cádiz se han llenado de este material brillantino.
Algo que quizás tenga que ver con que los microplásticos formen ya parte de los ecosistemas del archipiélago, según una investigación realizada por EOMAR que analizó la acumulación de plásticos en las playas de Lambra (La Graciosa), Famara (Lanzarote) y Las Canteras (Gran Canaria), zonas expuestas a corrientes y vientos predominantes.
Sí, Canarias es sinónimo de Carnaval. Y Carnaval es sinónimo de purpurina. Un material que se remonta al siglo X, cuando los artesanos en la antigua Mesopotamia trituraban minerales como la mica o el cinabrio. El problema es que a lo largo de los años, las técnicas de fabricación evolucionaron a sistemas más baratos y menos sostenibles y hoy en día se crea a partir de polietileno tereftalato (PET), un tipo de plástico muy contaminante.
Buscando alternativas antes de la fiesta
Ahora, sin este material y con esta festividad tan importante en algunas regiones a la vuelta de la esquina, comunidades como las Islas Canarias buscan alternativas urgentemente para el que va a ser el primer carnaval sin purpurina. La realidad es que aunque parezca un material irremplazable, no lo es: existen alternativas y mucho más sostenibles. Eso sí, también mucho más caras. Mientras un kilo de purpurina convencional, en 2023, costaba 26 euros, la versión biodegradable puede llegar a valer más del doble.
Otra fórmula que se está empleando desde el año pasado es hacer purpurina con azúcar mezclado con colorante e incluso se ha llegado a hacer con algas, aunque el resultado deje un poco que desear. La última moda es usar nuevos materiales como el espejo acrílico, que aunque no sea biodegradable, sí puede reciclarse, al igual que el acetato del que salen las lentejuelas.
Por otro lado, es importante mencionar que la medida todavía tiene muchos coladeros. Por ejemplo, que la purpurina convencional que todavía queda en stock puede usarse, así como aquellos objetos compactos que la contengan (pegamentos, joyería, etc). Y es lo que están haciendo los grupos que conforman las 40 carrozas del popular Carnaval de Sitges, que este año se han visto obligados a volverse originales en su decoración.
En este artículo de Time Out, el presidente de la Comisión del Carnaval de Sitges, Jordi Andreu, explicaba que la nueva medida europea "primero asustó a todo el mundo pero que, por suerte, la normativa veta la venta de nuevo material, pero permite utilizar los remanentes que tengas de años atrás". De hecho, según comentan algunas de las asociaciones como la de Prado Suburense, "tener un saco de purpurina se ha convertido casi como en tener droga escondida". Y racionarla bien se ha convertido en una prioridad para que les dure unos años más. Han pasado de pintar los elementos de las carrozas dos veces a hacerlo con sólo una capa.
La prohibición también ha dado alas a algunas empresas que se dedican exclusivamente a la fabricación de purpurina biodegradable. Una de ellas es Born To Be Glittered (BTBG), lanzada en 2019. Según indican en su página web, crean sus productos a partir de celulosa vegetal proveniente de la corteza del árbol de eucalipto. Según detallan, las purpurinas 92% biodegradables son veganas y las purpurinas 100% biodegradables son vegetarianas. Y en el proceso de fabricación de estas últimas, se utiliza Shellac, una resina secretada por insectos jóvenes.
Mientras a la mayoría de cofradías se les acaba el tiempo para reinventar su decoración, sus disfraces y maquillajes, otras, como la murga Los Mamelucos, no han perdido la esperanza: "Si el hecho de que falte purpurina afecta al Carnaval de Tenerife, apaga la luz y vámonos. Nuestro Carnaval está muy por encima de una purpurina, una tela o trompeta de una Murga".
Imágenes: Unsplash / GTRES
En Xataka | La purpurina es un problema para el medio ambiente y ha llegado el momento de tomar medidas
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