La Europa sur tiene un problema con su complejo de inferioridad. Las renovables son un buen ejemplo

Central Termica Alemania
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Por más que medio siglo de convergencia haya acortado las enormes distancias que antaño separaron a los países europeos, sus relaciones internas siguen condicionadas por estereotipos y explicaciones culturalistas. Por clichés. España y otros países del Mediterráneo lo comprobaron en sus carnes durante los años más duros de la crisis del euro, cuando la prensa anglosajona les bautizó como PIIGS, "cerdos" en inglés. La recesión, sus causas y consecuencias, se interpretó de forma cultural.

Una visión de Europa que jamás se evaporó del todo y que sigue condicionando hoy el modo en que unos y otros se ven a sí mismos.

El ejemplo. Lo ofrece este informe (PDF) elaborado por la Fundación Friedrich Ebert, un think tank afín al partido socialdemócrata alemán, dedicado a las relaciones entre Italia (y los italianos) y Alemania (y los alemanes). El estudio trata de responder a preguntas que, por la importancia de ambos países, bien pueden explicar las relaciones globales entre el norte y el sur del continente. ¿Nos conocemos bien los unos a los otros? ¿Se ajustan nuestras ideas a los hechos?

Para ello, la investigación se centra en diversos aspectos. Uno es llamativo para el caso que nos ocupa: ¿cuánto creen alemanes e italianos que han cumplido con sus objetivos de energías renovables tanto Alemania como Italia? Dicho de otro modo, ¿qué país tiene más fama de sostenible en uno y otro rincón del continente? Alemania, claro.

La respuesta. Es una comparación tramposa desde el inicio. Alemania ha construido su imagen nacional en base a la estabilidad, la prosperidad, la seriedad y la eficiencia; mientras que el mundo interpreta a Italia como un país desordenado, inestable, caótico y disfuncional. El mundo y los propios italianos. El 74% de ellos no cree que su país haya cumplido con sus objetivos medioambientales. Tampoco lo cree el 80% de los alemanes. Por el contrario, y es aquí donde llega el aspecto llamativo de la encuesta, el ¡70%! de los italianos sí cree que Alemania ha cumplido.

La verdad. Cuando la realidad es la opuesta. Italia se había fijado generar el 17% de su energía para 2020 mediante fuentes renovables: está en el 18%. Alemania, por su parte, se había propuesto generar el 18%: está en el 17%. Esto es algo que los alemanes asumen de antemano: el 68% de ellos no cree que su propio país esté cumpliendo, con acierto. El estereotipo aquí no opera sobre Alemania sino sobre Italia: pese a que aplica políticas más sostenibles que Alemania, ni los alemanes ni los propios italianos le dan credibilidad en un asunto a priori tan responsable y eficiente.

Es decir, tanto el Sur como el Norte se creen el relato despectivo sobre el Sur y su capacidad para aplicar políticas serias.

El relato. En la práctica tanto Italia como Alemania están muy cerca de sus objetivos. Las diferencias son marginales, como intuitivamente correspondería a dos países muy parejos enclavados en un proyecto político común (los objetivos energéticos de la Unión Europea). Sucede que en nuestra mente la distancia cultural que separa a ambos países es enorme, lo que explica que sólo el 4% de alemanes o italianos crea que Italia sí está cumpliendo en su apuesta por las renovables. Lo que va de una opinión pública a otra es relato. No se basa en los hechos.

El gran engaño. Un relato alimentado de forma consciente por Alemania. Es allí donde el Partido Verde tiene posibilidades de convertirse en la fuerza más votada, y no en Italia; y es allí donde la transición hacia un esquema energético sostenible (Energiewende) lleva años institucionalizado como política de estado. A la hora de la verdad, sin embargo, Alemania es la gran hipócrita medioambiental de Europa. Sigue sosteniendo una provechosa industria del carbón; sigue abriendo centrales térmicas; y sigue aplicando políticas afines a su cartel automovilístico.

El carbón sigue representando en torno al 20% del mix energético germano, frente a poco menos del 3% italiano. En 2017, cada alemán emitía anualmente unas 9,5 toneladas de CO2 al año; mientras que cada italiano se quedaba en las 5,67.

Es general. La apuesta por las renovables es útil para explicar los estereotipos que operan aún hoy en Europa por su carácter futurista y limpio, atributos tan afines a países prósperos y modernos como los del norte del continente. Pero estos clichés, estas relaciones de desigualdad, se trasladan a otros campos. Lo vimos hace poco a cuenta de la disputa entre Países Bajos y España por los fondos de recuperación post-coronavirus. El gobierno de Rutte entreveía un "riesgo moral" en los préstamos, esto es, que el Sur se gastara el dinero en... Alcohol y mujeres, como célebremente expresara su ex-ministro de finanzas, Dijsselbloem.

Idénticas actitudes a las mostradas por numerosos estados septentrionales durante el rescate de Grecia o Portugal. Los estereotipos que aún condicionan parte de las relaciones (si acaso culturales) entre el norte y el sur siguen operando a pleno rendimiento. Tanto en el norte... Como en el sur, pese a que van directamente en su contra.

Imagen: Arthur Konze/Commons

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