Nuestras esperanzas de saber más sobre los agujeros negros a corto plazo se fueron al traste el pasado mes de marzo, cuando el satélite japonés Hitomi empezó a girar fuera de control mientras monitorizaba el Cúmulo de Perseo, un cúmulo de galaxias situado a 240 millones de años luz con un agujero negro en el centro. Antes de quedar inutilizada para siempre, el satélite tomó la inquietante y espectacular imagen que abre este post, junto a nuevos datos recogidos que nos han dado a conocer nueva información sobre los agujeros negros.
Una fuente de destrucción (y creación)
Los 273 millones de dólares que costó el satélite Hitomi duraron un mes en el espacio antes de que fallos humanos y técnicos acabasen con la misión, pero aunque los cinco años que debía estar monitorizando el agujero negro acabaron mucho antes de lo esperado, los últimos datos recogidos, presentados hoy en la revista Nature, ofrecen una imagen mucho menos caótica de la que tenemos sobre los agujeros negros en el imaginario colectivo.
Aunque lo predecible era encontrar una gran cantidad de actividad en el centro del cúmulo, las últimas observaciones de Hitomi demuestran una retroalimentación controlada entre el agujero negro y su galaxia anfitriona, confirmando así que este tipo de fenómenos no sólo son capaces de crear y destruir, sino que también lo hacen de una forma eficiente. Dicho de otro modo, los agujeros negros se encargan de controlar el ritmo de crecimiento de las galaxias.
Pese a la pérdida, la información obtenida deja clara la importancia de la medición en rayos x mediante microcalorímetro, un dispositivo que ofrece una gran precisión en la medición de energía y que está destinado a ayudarnos a entender las velocidades del gas caliente que pulula por el universo participando en la formación de estrellas.
El microcalorímetro de rayos X del Hitomi era el tercero que se intentaba enviar al espacio después de dos intentos fallidos en el 2000 y el 2005, y el primero en conseguir llegar a la posición ideal para recabar información. La importancia de los datos obtenidos son una buena razón de peso para que la JAXA, la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial, vuelva a enviar un microcalorímetro en su próxima misión.
La última imagen obtenida y su medición de actividad en rayos X supone un gran avance al demostrar de forma gráfica que el cúmulo de actividad de gas caliente no se encuentra en el centro de la galaxia, sino que lo rodea, cambiando así la idea que tenemos sobre los agujeros negros para categorizarlos como "termostatos" imprescindibles en el control la expansión de su entorno.
Imagen | JAXA/NASA/ESA/SRON/CSA
La verdad sobre los agujeros negros
Más allá de la importancia del nuevo nivel de precisión ofrecido por el Hitomi, lo cierto es que la información sobre la retroalimentación de los agujeros negros no es nueva. El pasado enero el telescopio espacial Chandra de la NASA daba a conocer una información similar al captar la erupción de dos ondas de gas caliente del agujero negro situado en la galaxia NGC 5194.
Así, el constante consumo de gas y estrellas provocaría una explosión interna que desembocaría en una gran liberación de gas, algo así como el eructo provocado por un empacho. La distancia entre ambas ondas remarcaba también la asiduidad con la que se producen estos fenómenos en ese caso concreto, habiendo entre ellas unos tres millones de años según su posición en la galaxia.
Si hablamos de creación y destrucción por parte de los agujeros negros es porque este gas caliente actúa de combustible para la formación de estrellas, ya que eventualmente se enfriará cayendo dentro de la galaxia y formando nuevas estrellas.
Imagen | NASA/CXC/Univ of Texas/E.Schlegel et al
Otros descubrimientos recientes sobre los agujeros negros
Los últimos meses han sido especialmente prolíficos respecto a la investigación de agujeros negros y los descubrimientos del Hitomi y el Chandra no son aislados. El pasado junio el radiotelescopio chileno ALMA confirmaba que las dietas de los agujeros negros no se reducían a gas caliente, observando diversas nubes de gas frío viajar a velocidades de 355 kilómetros por segundo hacia el agujero negro del cúmulo Abell 2597.
El flujo de este gas frío impactando con el gas intergaláctico caliente provocaba así una gran tormenta cuya precipitación alimentaba el agujero negro, siendo esta la primera vez que los astrónomos podían observar un fenómeno meteorológico de estas características.
Poco antes de eso, a finales de mayo, el Centro Espacial Goddard de la NASA relacionaba la materia oscura con agujeros negros primordiales, aquellos constituidos durante el Big Bang, afirmando que cada uno de estos fenómenos de aproximadamente 30 masas solares constituirían una gran esfera de agujeros negros sobre la que girarían todas las galaxias.
Imagen | NASA/CXC/M.Weiss