El día que Stephen Hawking se apostó una suscripción a Penthouse a que acertaba sobre un agujero negro

El día que Stephen Hawking se apostó una suscripción a Penthouse a que acertaba sobre un agujero negro
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«Einstein había rechazado la idea de que Dios juega a los dados. Sin embargo, todas las evidencias indican que Dios es un jugador impenitente», decía Stephen Hawking en 'El Universo en una cáscara de nuez'. Y no sólo Dios, él también.

A Hawking le encantaban las apuestas científicas, le encantaba vivir la ciencia como lo que es: un enorme juego con la naturaleza. Y eso le hizo meterse en muchas apuestas científicas a lo largo de su vida, pero las más conocida de ellas fue las que hizo con su amigo Kip Thorne.

Kip John Stephen

La primera de ellas fue a finales de 1974 o principios de 1975. Hawking se apostó con Thorne una suscripción anual a la revista Penthouse (contra cuatro años de la revista Private Eye) a que Gygnus X-1 no sería un agujero negro. En el fondo, era una apuesta sobre la existencia de los agujeros en sí mismos. En "Breve Historia del Tiempo" explicó que fue "una especie de póliza de seguro para mí. He trabajado mucho en los agujeros negros, y todo se desperdiciaría si resultara que los agujeros negros no existen".

Sin embargo, en caso de que no existieran: al menos, "tendría el consuelo de ganar mi apuesta" y, al menos, tendría algo que leer los siguientes cuatro años. Era 1988 y Hawking explicaba que "cuando hicimos la apuesta en 1975, teníamos una seguridad del 80% de que Cygnus X-1 era un agujero negro. Ahora diría que tenemos un 95% de certeza, pero la apuesta sigue en pie". Unos años más tarde, y, aunque la situación seguía sin estar confirmada al cien por cien, Hawking se declaró vencido y pagó la suscripción de la revista.

Todo al (agujero) negro

Pero los agujeros negros seguían llenos de cuestiones sin resolver y el 5 de febrero de 1997 firmó otra apuesta con Thorne (y John Preskill) sobre qué pasaba con la información dentro de los agujeros negros. En esencia, la apuesta surgía del problema que suponen los agujeros negros a nuestras teorías del Universo.

Si aceptamos la visión de los agujeros que emana de la Teoría de la Relatividad (como hicieron Hawkins y Thorne), surgen resultados que contradicen la mecánica cuántica. En cambio, si aceptamos la visión cuántica (como hizo Preskill), la conclusión es que la explicación relativista era incorrecta. Había que elegir.

En 2004, Hawking encontró una solución que proponía un modelo basado en una especie de teoría de universos paralelos que se comunicaban a través de los agujeros negros. Esto resolvía la cuestión a favor de Preskill, por lo que el físico inglés pagó la apuesta. Sin embargo, su teoría está muy lejos de ser plenamente aceptada. El mismo Kip Thorne no compró la explicación de Hawking y, por su parte, la apuesta continúa viva.

Un día como hoy es bueno recordar su vida, sus ideas y su ejemplo; pero también su actitud juguetona, su curiosidad voraz y su sentido del humor. La ciencia goza de un prestigio muy importante hoy en día, pero eso no debe alejarnos de una idea central: que el principal motor de la ciencia sigue siendo la curiosidad, el optimismo y la diversión.

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Imagen | Vincent Yu/AP

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