La Antigua Roma cada vez tiene menos secretos, pero cada cierto tiempo nos sigue dando alegrías en forma de descubrimientos. Un ejemplo es el hormigón que utilizaban hace miles de años y que sigue aguantando las inclemencias del tiempo. Otro las decenas de fuertes romanos hallados por satélites espía de la Guerra Fría. Y elementos como las monedas nos permiten ver los pasos de los romanos por el mundo. Cuando se encuentra algo nuevo, más o menos se tiene clara su utilidad, excepto por un objeto concreto: los dodecaedros.
Tenemos decenas de ellos, se siguen encontrando cada cierto tiempo y siguen siendo todo un misterio.
Como nuevos. En 1739 se encontró el primero de estos dodecaedros y, a partir de entonces, unos 130 han sido hallados por varios puntos de Europa. Por lo general, en países como Francia, Alemania, Hungría, Reino Unido y con la mayoría de los ejemplos encontrados en localizaciones galo-romanas. Algo curioso es que los hay de varios tamaños y suelen ser dodecaedros (figuras de 12 caras), así como un icosaedro (20 caras) con un estado estético impoluto: no muestran desgaste y no tienen inscripciones de letras o números. Este icosaedro, por cierto, se encontró en Alemania.
Los dodecaedros de oro. La composición de estos objetos es bastante interesante, siendo mayoritariamente de cobre. El análisis de fluorescencia de rayos X de uno de ellos reveló que estaba compuesto por un 75% de cobre, un 18% de plomo y un 7% de estaño y el tamaño va de los 4 a los 11 centímetros. Y aunque tienen formas similares, presentando unas protuberancias y agujeros de diferentes diámetros en las caras, no parece que haya medidas estandarizadas o una composición única.
Por otro lado, también se han encontrado algunos dodecaedros algo más pequeños y con las mismas características físicas, pero fabricados a base de oro. Parecen ser de la misma época y se encontraron a lo largo de la Ruta Marítima de la Seda. Esto nos puede dar un par de pistas: o los romanos comerciaban con ellos y por eso llevaron los de más valor (oro) al sudeste asiático o eran de gran valor personal para ellos.
Norton Disney. El último de estos enigmáticos objetos se ha encontrado en la localidad de Norton Disney, cerca del condado británico de Lincolnshire, siendo el número 33 de los encontrados en Gran Bretaña y llevándose la palma en lo que a número de estos objetos se refiere. De nuevo, y como apuntaron sus descubridores, se encuentra totalmente intacto y sin evidencia de desgaste.
Este dodecaedro pesa unos 245 gramos y tiene un tamaño de 8 centímetros de ancho. Actualmente, está siendo investigado para ver si tiene otras propiedades que nos puedan dar una pista sobre la época de la que data, ya que fue encontrado en un yacimiento con fragmentos de cerámica que van desde la Edad del Hierro hasta el periodo romano. Y la idea es volver a la excavación este verano.
Sin registro histórico. Algo fascinante de estos objetos es que hemos encontrado más de 100, pero curiosamente no tenemos ni idea de para qué se utilizaban. Están en su mayoría en muy buenas condiciones, pero hay elementos que confunden a los investigadores. Uno de ellos es que no tienen un tamaño estándar, por lo que queda descartado que fueran elementos de medición o como adornos militares en estandartes. Y su forma tampoco es idéntica debido a que los orificios de las caras tienen tamaños diferentes.
Además, y esto es lo más importante, no se han encontrado referencias a estos dodecaedros en documentos romanos, lo que puede indicar que no eran un objeto de valor para ellos, pero aparte de los dodecaedros de oro, otro hallazgo refutaría esto: algunos de ellos se encontraron en yacimientos de monedas, por lo que o bien sus propietarios los consideraban valiosos o su uso estaba relacionado con las monedas. ¿Quizá para comprobar el diámetro de las mismas y de ahí los diferentes tamaños de los orificios en el dodecaedro?
Sólo podemos teorizar. Todo esto es especular, que, por otra parte, es lo único que pueden hacer los investigadores debido a esa falta de documentación y registro. Ya hemos comentado que hay varias teorías que no se sostienen, pero otras pueden ser bastante plausibles. Por ejemplo, se ha teorizado sobre el posible uso de los dodecaedros en juegos, aunque su buen estado interfiere con ello. También podrían haber sido armas, pero se habrían descubierto más y que no tengan marcas echaría esto por tierra.
Otra teoría apunta a su uso como artefactos religiosos o para la realización de ritos y una explicación más simple es que podrían ser parte de una prueba que tendrían que pasar los orfebres para ingresar en un gremio. Otra teoría interesante es la que sugiere que eran un instrumento para medir la luz o posición del Sol para calcular fechas importantes.
Al final, lo que está claro es que son objetos que requieren de un gran dominio del metal, pero todas estas teorías pueden ser ciertas y no a la vez. Hasta que no se encuentre algún registro, sólo podemos jugar a adivinar para qué servían estos curiosos objetos. Lo que sí se sabe es que datan de los siglos II a IV después de Cristo, pero si en 1.700 años no hemos encontrado un manual de instrucciones que nos indique qué son, parece improbable que algún día demos con la clave.
Imagen | Kleon3
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