¿Quién dijo que no podía haber vida más allá en la conspiración después de un culto mundial pedófilo oculto tras la tapadera de una pizzería? Algunos qaners se han cansado un poco de su vieja y ya parcialmente erosionada teoría del pizzagate, y están explorando nuevos caminos, remedos de propuestas anteriores a ellos, como es la senda de las civilizaciones perdidas y silenciadas. Esto es el Tártaro.
Dónde: en Reddit, en los subtemas r/Tartarianarchitecture, r/culturallayer y r/Tartaria; en YouTube en canales como The Tartarian Meltdown y otros por los que puedes pasear tras las recomendaciones algorítmicas que te seleccione la plataforma. Si bien según sus estudiosos el origen de esta corriente está en 2016, sus adeptos están creciendo sobre todo ahora, en la era post Trump.
¿Y qué es la civilización tartaria? O el Imperio Tartariano, un vasto reino del centro-norte de Asia o sus alrededores. Sí, Tartaria existió realmente como concepto, es como se llamaba entre la Edad Media y el siglo XIX de forma coloquial a la gran extensión de tierra del centro y noreste de Asia que va desde el mar Caspio y los montes Urales, pero la palabra nunca pasó de topónimo, no imbricaba una realidad organizativa detrás.
Para nuestros revisionistas modernos, en aquel territorio muy poderoso, rico y avanzado se formó un estado que influyó profundamente en el mundo, pero luego fue borrado intencionalmente de la historia. Las únicas pistas que nos quedan son sus vestigios físicos, la arquitectura que los poderes fácticos no han podido borrar.
Muy bien, ¿cuáles son algunos ejemplos de la arquitectura tártara presente entre nosotros? Según un reportaje de Bloomberg, la laxitud de la definición de qué es el estilo tártaro permite que se aplique a “cualquier cosa que sea particularmente ornamentada y premoderna” en los diseños occidentales. “Cualquier cosa con cúpulas, pináculos o básicamente cualquier construcción un poco elegante es susceptible de ser calificada de tártara”, explica un estudioso de estos subforos. Esto es, edificios comerciales Beaux-Arts, construcciones clásicas y sobre todo edificios neoclásicos, muy presentes en las urbes norteamericanas y que son fuente de especial preocupación.
Algunos de ellos teorizan que, pese a que se nos ha querido hacer creer que sus construcciones de tipo Segundo Imperio tienen poco más de un siglo de historia y que se construyeron imitando el grecorromano para darle al incipiente país una pátina extra de legitimidad política, en realidad pueden tener mil años o más, y han sido construidos si no bien por los maestros tártaros, por sus herederos directos, aunque sus planos y documentos hayan sido falsificados. No son copias, son originales.
El Taj Mahal, las pirámides de Egipto… Algunos de sus posts más salvajes especulan que incluso la Gran Muralla China es una obra tartárica para protegerse de los chinos. Como en todo buen ambiente conspiranoico actual, los miembros activos de estas páginas vacilan entre crédulos y agentes burlones y maliciosos, trolls que sólo quieren divertirse y ver si su embuste acaba arraigando, como sabemos que pasa. También por eso, y por la naturaleza de las redes sociales, cuanto más conocido es el edificio elegido para ser cuestionado y más locas sean las razones para sustentar sus teorías, más fácil será que ese contenido se propague.
¿Y su mayor prueba del complot? Las ferias mundiales. Nos referimos a los famosos (y muy hermosos) pabellones temporales construidos para las ferias mundiales de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Para estos grupúsculos es más fácil de creer que las estampas de estos levantamientos son remanentes fotográficos de la Gran Tartaria que las fuerzas ocultas desean que confundamos con exposiciones fugaces a que se tirasen tamaños monumentos a la belleza y el progreso por intereses mercantiles.
Reaccionarios arquitectónicos. La música que se escucha de fondo en todo este tema es el conservadurismo reaccionario y nostálgico con eras de valores tradicionales y estéticas regias. Tartaria rima con aquella orden de la Casa Blanca de la anterior administración que buscaba que los edificios federales de EE.UU. mantuviesen el estilo de Washington y aparcasen las propuestas "degeneradas" de las nuevas escuelas arquitectónicas. "Nada de brutalismo, nada de deconstructivismo ni inventos". 100% seguro que los tartarianos del siglo XXI lo saben: las cuentas de arquitectura clásica se están convirtiendo en foros de promulgación del supremacismo blanco.