En el Caribe hay amarrado un superyate de 82 metros y 63 millones de euros. Problema: no está claro a quién pertenece

  • El Alfa Nero se vincula con un oligarca ruso sancionado pero es su hija quien reivindica su propiedad

  • Las autoridades de Antigua lo han sacado a subasta con un resultado agridulce

Alfa Nero Exterior 1
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El Alfa Nero es un superyate de lujo, una embarcación grande, carísima y exclusivísima, pero sobre todo es un enorme embrollo legal digna de las mejoras páginas de Kafka. ¿El motivo? A pesar de su enorme valor no es fácil afirmar con certeza quién es su dueño. El navío se vincula con un oligarca ruso sancionado por Estados Unidos, pero es su hija quien asegura ostentar la propiedad real. Por si esa encrucijada no fuera lo suficientemente complicada, hace meses y previa maniobra administrativa, las autoridades de Antigua, la isla caribeña en la que amarró hace año y medio el Alfa Nero, se las apañó para venderlo en una subasta malograda.

Lo dicho, un endiablado lío legal que gira en torno a una pregunta aún más complicada: ¿Quién es el dueño de este yate por el que hace no mucho un famoso empresario tecnológico estuvo dispuesto a pagar 67,6 millones de dólares?

¿Qué es el Alfa Nero? Un superyate. Y por azares de la guerra y política internacional un superproblema. Para entender lo segundo conviene tener una idea aproximada de lo primero. El Alfa Nero es un enorme barco de lujo construido en 2007, un navío de 81,3 metros de largo y 14,2 de manga capaz de desplazarse a una velocidad de crucero de 15 nudos. Tiene media docena de suites y capacidad para 12 personas, además de casi una treintena de tripulantes. 

En cuanto a su valor, hace no mucho un famoso empresario llegó a desembolsar por él en una subasta 67,6 millones de dólares, equivalentes a unos 63,3 millones de euros, aunque hay quien indica que su valor real es considerablemente mayor. En Super Yacht Fan lo valoran de hecho en cerca de 120 millones de dólares.

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¿Y quién es su dueño? Magnífica pregunta, aunque difícil de responder. El superyate se ha vinculado al multimillonario ruso Andrey Guryev, un acaudalado magnate que obtuvo su riqueza de la empresa de fertilizantes PhosAgro y que a lo largo de su vida ha dejado más que latente su gusto por el lujo. Hace años compró Witanhurst Estate, una vieja mansión que reformó hasta convertirla en una de las propiedades más caras de Londres, valorada en 300 millones de libras.

Que Andrey Gurvey sea o no el dueño del superyate podría ser una simple curiosidad si no fuera por un dato crucial: además de empresario, Gurvey es un oligarca ruso, considerado por EEUU como un "conocido colaborado cercano" a Vladimir Putin y parte de las "élites ligadas con el Kremlin" que aportan "ingresos sustanciales para el régimen". Como tal, ha sido sancionado por las autoridades de EEUU, una decisión que sí afectaría de lleno al Alfa Nero. De hecho, The Spectator asegura que cinco meses después de imponer las sanciones a Guryev, el Tesoro de EEUU clasificó el superyate como una "propiedad bloqueada" del oligarca.

Misterio resuelto… ¿No? Ni mucho menos. Porque hay más actores en la película. Por si la situación no fuera complicada de por sí, la hija de Guryev, Yulia Guryeva-Motlokhov, reivindica que ella es la auténtica propietaria del barco. Y no se limita a afirmarlo. Maritime-Executive asegura que ha presentado una demanda para reclamarlo. El dato es de nuevo interesante porque, a diferencia de su padre, Yulia no ha sido sancionada ni por EEUU, ni por la UE, ni por Reino Unido.

The Spectator asegura que legalmente el superyate es propiedad de Flying Dutchman Oversea, una empresa de las Islas Vírgenes Británicas en manos a su vez de Tyne Trust, cuya beneficiara es… ¡Exacto! La hija del magnate ruso. Y eso complica la situación porque la revista británica asegura que EEUU no ha podido probar que Andrey Gurvey sea dueño del yate o controle el fideicomiso.

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¿Puede complicarse más la historia? Puede. Y lo ha hecho. En esta enrevesada historia entra aún otro protagonista más, las autoridades de la isla caribeña de Antigua, a donde el Alfa Nero llegó en marzo de 2022, coincidiendo con el inicio de la guerra en Ucrania. Entre acusaciones de que el megayate estaba desatendido, representaba una amenaza para la seguridad del puerto y nadie se encargaba afrontar sus tarifas, las autoridades de la isla hicieron un movimiento inesperado: en marzo de 2023 aprobaron una enmienda a una ley que, a efectos prácticos, les daba carta blanca para vender el Alfa Nero en una subasta.

Tampoco ellos se limitaron a las palabras. En abril el puerto tomó posesión del buque e izó la bandera de Antigua, el Gobierno costeó su mantenimiento y en un tiempo récord logró luz verde de EEUU para sacarlo a la venta durante una subasta que atrajo el interés de grandes empresarios. La operación le salió bien… a medias.

¿Aún se enreda más? Difícil, pero cierto: aún se enreda más. La subasta despertó el interés de Eric Schmidt, ex directivo de Google, quien puso sobre la mesa 67,6 millones de dólares, una cantidad que quedaría muy por debajo de los 120 millones que atribuyen algunas plataformas al yate, pero que le sirvió para salir victorioso en la puja. El problema es que Schmidt acabó echándose atrás.

Ante los complejos desafíos legales que representaba el barco, Schmidt decidió retirar su oferta, con lo que el yate afronta ahora una situación peculiar, digna de las mejores páginas de 'El Proceso' de Kafka: Maritime Executive sostiene que su mantenimiento le está costando a Antigua casi 30.000 dólares a la semana, sin contar con que ocupa un espacio en el puerto que podría usarse para otros usos.

¿Y qué podemos esperar ahora? El ministro Melford Nicholas ya ha reconocido que Antigua podría verse obligada a recurrir al segundo mejor postor, que se quedó por detrás de Eric Schmidt con una oferta de 66 millones de dólares. Mientras, siguen sobrevolando las dudas sobre su vínculo con Guryev y Yulia pelea para reivindicar lo que considera su propiedad. Su demanda ya ha llegado al Tribunal de Apelación del Caribe Oriental y habrá vista en diciembre.

"Todo esto ha sido como una novela de Tom Clancy", reconoce resignado el director de la Autoridad Portuaria de Antigua y Barbuda, quien tiene muy claro qué espera del exclusivísimo Alfa Nero: "Solo quiero que desaparezca". Para la BBC el caso del megayate ejemplifica el reto que supone confiscar activos rusos.

Imágenes: Oceanco Yacht y Wikipedia

En Xataka: Jeff Bezos ya disfruta de su megayate en Baleares: termina el culebrón de 500 millones de dólares

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