Son imágenes que parecieran rpovenir del Harlem de los 70 en Nueva York, pero las ha grabado un tuitero hace un par de días en San Francisco. Muchos usuarios que alegan ser ciudadanos de la urbe indican en los comentarios que la situación es aún peor de lo que los medios difunden, “los niveles de drogadicción y desesperación en las calles de Tenderloin son insoportables”, dice alguno. Ha nacido un nuevo escenario del colapso humano en el país más rico del mundo.
De la centrifugación social. A principios de la década pasada San Francisco empezó a gentrificarse a lo bestia, expulsando a la clase media histórica de la región, con trabajos corrientes, a otras regiones. Su población se volvió cada vez más desigual, los empleados de la élite tech de Silicon Valley y los desposeídos que no podían huir. La pandemia, el teletrabajo y los cambios empresariales han provocado una estampida a gran escala que ha hundido los precios de las viviendas en más de un 30%, la mayor caída de EE.UU en el mismo período, y ha provocado que la zona pierda en año y medio a más del 10% de su población, aunque se espera que sean muchos, mucho más.
A la pobreza y los opioides. “No se puede desenredar la crisis de mortalidad por sobredosis de la crisis de la vivienda, están completamente interconectados”, afirma en prensa Alex Kral, epidemiólogo que ha trabajado sobre el problema en la ciudad haciendo encuestas sobre drogas durante 25 años. Según sus estimaciones, si hace un cuarto de siglo el 25% de los drogadictos no tenían hogar, hoy son el 80%.
El mes pasado la policía de Tenderloin informó de que había incautado más de 5 kilos de fentanilo, una cifra cuatro veces superior a la del año anterior y una cantidad en teoría suficiente para matar a 2.7 millones de personas por sobredosis (la ciudad 900.000 habitantes). El fentanilo ha penetrado como un manto de muerte absoluto: los fallecimientos por abuso de esta sustancia han crecido en un 2.100% en cinco años, y los informativos hablan de “olas de muerte” por la droga igual que se habla de las muertes por pandemia. Ahora el municipio ronda los 16 muertos por sobredosis semanales cuando en la epidemia del SIDA de los 90 eran 33 muertos semanales. La diferencia es que ahora la mayoría de sus víctimas no se los recoge de casas, sino de las aceras.
La nueva Nueva York. La reina del sinhogarismo dentro del país sigue siendo la Gran Manzana, con 78.000 indigentes según las estadísticas oficiales. San Francisco tiene algo más de 8.000, pero su crecimiento ha sido espectacular. En 2019 se hablaba de un incremento del 17% de esta población en los últimos dos años, mientras que las noticias de 2021 cuentan que el número de tiendas de campaña y estructuras para personas sinhogar han crecido en los últimos cuatro meses un 285%. Ocurre otra diferencia: los de la costa Este, una región mucho más fría, aprendieron a lidiar con esta cuestión décadas atrás. Ahora San Francisco, al igual que hizo Nueva York, está valorando dar alojamientos gratuitos, protegidos y garantizados en proporción a la cantidad de población que vive en esta situación. Les queda camino: por ahora no tienen alojamientos de estas características ni para un cuarto de la población necesitada.
Resistencias. No a todos el plan les vale. Los alojamientos que se están facilitando, mayormente habitaciones en hoteles, no permiten en algunos casos el acceso para personas con movilidad reducida o las visitas de conocidos. Una persona sin hogar entrevistada por The Guardian contó que sentía cómo la ciudad no quería darle alternativas vitales, sino simplemente sacarla de la vista de los transeúntes. Harta de no poder estar con su novio mirando las cuatro paredes de su habitación, abandonó el plan y volvió a uno de los campamentos para estar y dormir con su novio. Su pareja murió pocos meses después de sobredosis.