El astrolabio es el smartphone del mundo antiguo. Y hemos encontrado uno único que se fabricó en al-Ándalus

  • El 'Astrolabio de Verona' acaba de ser descubierto y muestra una fusión única entre las culturas árabe, hebrea y latina

  • Tiene unos 1.000 años y en el museo en el que estaba se pensaba que podía ser falso

Astrolabio
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Las cosas más especiales de la vida, en ocasiones, están ante nuestros ojos y sólo hace falta que venga alguien de fuera para ayudarnos a darnos cuenta. Eso es justo lo que le ha ocurrido al museo de Verona tras un reciente descubrimiento de un objeto que tenían por ahí olvidado y, ahora, es una de las piezas más importantes de su colección. Se trata de un astrolabio andalusí del siglo XI que es extremadamente valioso porque fue pasando de manos entre culturas.

Y lo que lo hace único es que se convirtió en una especie de Wikipedia de hace 1000 años, con correcciones y apuntes de diferentes sociedades a lo largo de los siglos.

El teléfono inteligente del mundo antiguo. No se sabe quién lo inventó, pero sí que los primeros astrolabios datan de la civilización helenística, entre el 220 y 150 antes de Cristo. Estos dispositivos se fueron perfeccionando con el paso de los siglos, pero básicamente eran herramientas que permitían medir distancias gracias a la triangulación, determinar la hora a partir de la latitud o viceversa. Fueron muy utilizados por astrónomos, pero también por los marineros, siendo de gran utilidad para orientarse en el océano.

Aunque el propósito de la herramienta era común, las diferentes sociedades lo desarrollaron de un modo u otro. Por ejemplo, los astrónomos musulmanes introdujeron indicaciones para que fuera sencillo calcular la dirección de la Meca de cara a la realización de los rezos y en el oriente cristiano se hacían de latón, que era mucho más resistente que los fabricados en madera. Se pueden calificar como los smartphones de la antigüedad debido a su multitud de aplicaciones y personas como Colón dejaron por escrito que usaron esta herramienta para sus exploraciones.

Descubierto por casualidad. Se han encontrado numerosos astrolabios de gran valor a lo largo de los años, pero pocos (o ninguno) como el de Verona, y el mérito lo tiene la Federica Gigante. Doctora en la Facultad de Historia de Cambridge, Gigante se encontró por casualidad con una fotografía que el museo Fondazione Museo Miniscalchi-Erizzo acababa de subir. Diferentes inscripciones llamaron su atención y, cuando pidió información al museo, le respondieron que aún no habían empezado el proceso de estudio del objeto.

Gigante comenta que "el museo no sabía qué era y pensaron que podía ser falso. Ahora resulta que es una de las piezas más importantes de su colección". Y no es para menos, ya que en el estudio publicado por la investigadora se puede ver que este astrolabio andaluz ha dado muchas vueltas.

Astrolabio de verona

Intercambio cultural. Gigante sabe lo que se hace, ya que es experta en astrolabios islámicos y afirma que el origen del dispositivo la al-Ándalus del siglo XI. El estilo del grabado y la disposición de algunos elementos coinciden con los astrolabios fabricados en aquella época. Presenta líneas de oración musulmanas, nombres de oraciones y otras indicaciones para garantizar que sus usuarios podían realizar los rezos de forma adecuada a lo largo del día.

Sin embargo, Gigante comenta que "sufrió muchas modificaciones, adiciones y adaptaciones a medida que cambiaba de manos. Al menos tres usuarios distintos sintieron la necesidad de agregar traducciones y correcciones a este objeto". Y eso es lo que lo convierte en algo único, ya que cuenta con inscripciones de números árabes, pero también hebreros (estima que fueron dos las modificaciones que se realizaron en ese idioma), latinos y números occidentales.

Astrolabio Se pueden observar las anotaciones originales en árabe, pero también los rayados en hebreo y un "36" europeo

Correcciones incorrectas. La conclusión es que más de una mano añadió inscripciones a lo largo de la historia y "estas adiciones y traducciones sugieren que, en cierto momento, el objeto abandonó España y circuló entre la comunidad judía en Italia, donde no se entendía el árabe y, en su lugar, se usaba el hebrero", apunta la investigadora. Entre esas revisiones se pueden observar nuevos grabados hebreos que traducen nombres árabes de los signos astrológicos, pero hay marcas por los dos lados de las placas con elementos ligeramente rayados para apuntar nuevos valores.

Y algo curioso es que, cerca de la inscripción que indicaba la latitud de Medinaceli, alguien rayó los valores originales y apuntó unos nuevos. Gigante afirma que "estos números no sólo difieren del valor dado en árabe, sino que no concuerdan entre ellos. Puede que un usuario posterior del instrumento pensara que el valor árabe original era incorrecto y lo modificara, pero resulta que el valor moderno correcto para la latitud de Medinaceli confirma que el valor árabe era más exacto que cualquiera de las enmiendas". Algo similar ocurre en otro punto del instrumento, en el que se intentan corregir las latitudes de Córdoba y Toledo.

Un artefacto casi único. Eso nos habla muy bien el conocimiento matemático que ya tenían los árabes hace cientos de años, pero también de cómo en diferentes culturas se reaprovechaban este tipo de instrumentos, plasmando el conocimiento que cada una tenía en su momento. Lo curioso es que se haya encontrado prácticamente de casualidad y se cree que este astrolabio llegó a la colección del noble veronés Ludovico Moscardo (1611 - 1681) antes de pasar por derecho de herencia a la familia Miniscalchi.

En 1990, la familia fundó el museo para preservar sus colecciones y ahí es donde se ha mantenido, en la sombra y bajo la sospecha de no ser nada relevante, este dispositivo que, según Gigante, es único debido a que es un objeto "islámico, judío y europeo, algo que no se puede separar". Cuando se producen descubrimientos de este tipo, sólo queda preguntarse cuántos objetos en una situación similar estarán cogiendo polvo o humedad en sótanos y almacenes a la espera de ser redescubiertos y puestos en valor.

Imágenes | Universidad de Cambridge

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