Durante el verano pasado una idea circuló con fuerza en medios de comunicación y redes sociales: el tabaco era una buena medida de protección frente al coronavirus. Tan contradictoria sugerencia ganó tracción en audios de WhatsApp, rincones de Twitter e incluso espacios televisivos de, ejem, intachable reputación divulgativa como Cuarto Mileno. La idea era simple: dado que menos fumadores estaban llegando a los hospitales gravemente enfermos, el tabaco, de algún modo, funcionaba como inmunización artificial frente al covid.
Era mentira. Esto no es nuevo. Ya en el mes de julio, cuando se viralizó la historia, explicamos dónde estaba el truco: si menos fumadores enfermos de coronavirus estaban llegando a las UCI de los hospitales se debía a que estaban muriendo más, fruto, claro, de su deteriorara condición respiratoria por el tabaco; y en cualquier caso, la mayor parte de casos graves superaban los 75 años, un grupo poblacional que fuma muchísimo menos que el grueso de la población adulta. Correlación no implica casualidad.
Los impulsores. Es interesante rastrear el origen de la idea porque dice mucho sobre cómo se ha comunicado la epidemia tanto en los medios (mal) como en los journals científicos (algo mejor). Todo surgía de un estudio francés, apoyado a su vez por otro chino: dado que el número de fumadores hospitalizados de gravedad era tan bajo (en torno al 3%, un 23% menos según el paper francés), el tabaco protegía. Pese al recibimiento entusiasta de algunos medios ("Un estudio muestra que la nicotina podría proteger de la Covid-19", 2.000 compartidos), era falso.
Sus problemas. Primero: no era un estudio, sino un pre-print, uno de los muchos trabajos preliminares y no revisados que han corrido como la pólvora durante el último año. Es una tendencia general en la academia. Las investigaciones sobre el coronavirus representan ahora mismo casi el 70% de todo lo publicado en el campo de las ciencias sociales. Esto ha provocado que se cuelen trabajos buenos... Y otros flojos, pero que han aprovechado la ventana de oportunidad que ha abierto la epidemia y las necesidades informativas de los medios de comunicación y de sus lectores.
Los del tabaco eran flojos. Flojísimos. Desde extrapolaciones aventuradas (como el 27% de la población china es fumadora y como el porcentaje de fumadores es menor, el tabaco protege) hasta errores claros, como una definición de "fumador" muy estrecha (30 cartones anuales, casi una cajetilla diaria). Dio igual. Se compartió. Y la idea de "los fumadores lo llevan mejor" permeó a la opinión pública.
La realidad. ¿Cómo se pudo publicar algo así? Por las prisas. Y por la fiebre por los "estudios" sobre el coronavirus. Ahora el European Respiratory Journal, donde se publicó la investigación, se ha retractado. El motivo: dos de los autores tenían vínculos con la industria del tabaco. Uno de ellos trabajaba como consultor de las tabacaleras, en concreto sobre la reducción de los daños; y el otro era el investigador de cabecera de NOSMOKE, una organización no gubernamental financiada por la Fundación Smoke Free World, financiada a su vez por la industria.
Suficiente. Conflictos de intereses del tamaño de una catedral que no fueron declarados antes de la publicación del pre-print, práctica común en la academia (si te paga alguien relacionado con tu objeto de estudio es difícil que seas neutral). La revista aceptó y difundió el trabajo sin saberlo. Konstantinos Farsalinos, el autor líder del trabajo y una de las voces más insistentes sobre la (positiva) relación entre tabaco y coronavirus, defiende que la mala praxis de dos de sus compañeros no invalida los resultados de su estudio, y que la retracción es exagerada.
El inicio y final de "el tabaco protege del coronavirus" ilustra cómo ha operado la ciencia y la prensa desde el inicio de la epidemia: ideas preliminares o sin contrastar que se cuelan en el frenesí divulgativo de la academia y que los medios recogen y viralizan, sin entender su carácter provisional o sin separar el grano de la paja.
Imagen: Borja Suárez/Reuters