Vientos de hasta 200 kilómetros por hora y precipitaciones por encima de los 72 centímetros de agua. Es el amenazante lienzo que afronta Japón ante la inminente llegada del tifón Hagibis, uno de los más poderosos de las últimas décadas. Su fuerza, gestada tras más de dos semanas surcando las latitudes tropicales del Pacífico, no tiene parangón en la historia reciente del país, ni siquiera un mes después de que otro tifón, el Faxai, se llevara por delante más de 30.000 hogares en la prefectura de Chiba. La tormenta Hagibis sólo encuentra precedente en un remoto y brutal tifón de 1958, cuando más de 1.200 personas perdieron la vida a su paso.
Parálisis. La naturaleza se ha confabulado contra Japón. Hagibis ("velocidad" en tagalo, idioma filipino) se dirige al mismo punto que asoló Faxai hace unas semanas: el Gran Tokio y sus alrededores, una aglomeración urbana de más de cuarenta millones de almas. Se espera que toque tierra mañana por la tarde. Nippon Airlines ha cancelado todos sus vuelos para este fin de semana; el Gran Premio de Fórmula 1 ha aplazado las tandas de clasificación, a celebrar el sábado, para el día siguiente; y el Mundial de Rugby observa con espanto los cielos a las puertas de los cuartos de final, y tras haber cancelado ya dos partidos.
Los trenes dejarán de funcionares. Barriadas enteras han tenido que ser evacuadas. Los supermercados bajarán las persianas. Disneyland dejará de funcionar. Japón ha entrado en modo parálisis.
Brutalidad. No es para menos. Hagibis es la tormenta más poderosa de cuantas se hayan gestado a lo largo de este año, uno especialmente proclive al desarrollo de tifones. A principios de esta semana el servicio meteorológico japonés elevaba la categoría de la tormenta al nivel cinco. Hagibis, oficialmente un "supertifón", ha sido capaz de generar vientos de hasta 260 kilómetros por hora durante un minuto a su paso por las Islas Marianas. Si bien se espera que su impacto en Chiba sea menos dramático, el gobierno ya ha advertido de rachas de viento y precipitaciones récord en la historia reciente de Japón.
Las calles se inundarán. El mar superará los rompeolas. Miles de casas, probablemente, volarán por los aires.
Precedente. La amenaza es tal que Japón ha tenido que escarbar en los libros de historia para encontrar una tormenta que se iguale a Hagibis. Se trata de Ida (Kagonawa en japonés), cuyos vientos más feroces superaron los 325 kilómetros por hora durante un minuto. Murieron más de 1.200 personas y causó desperfectos equivalentes a $439 millones (ajustados por inflación). En aquella ocasión, la prefectura de Shizuoka se llevó la peor parte. El tifón desbordó los ríos Kano, Merugo y Arakawa, provocando más de 1.900 corrimientos de tierras; cayó tanta agua que 48.000 hectáreas cultivadas con arroz quedaron anegadas; y unos 32 barcos se perdieron para siempre en la costa del pacífico.
Ida inundó medio millón de hogares, y dejó sin techo a 12.000 personas. Tokyo quedó paralizada, y la península de Izu arrasada. Las infraestructuras también se resintieron, con unos 240 puentes destruidos.
Mortandad. Naturalmente, las condiciones hoy son distintas. Japón, una nación habituada a lidiar con catástrofes naturales de todo tipo (terremotos, maremotos, tsunamis, tifones, volcanes, etcétera) está hoy más preparada para amortiguar el impacto de un supertifón que hace setenta años. Algunos de los tifones más mortales de su historia (Ruth, Marie, Vera) se registraron en la década de los cincuenta, no por casualidad. Pese a todo, millones de personas se quedarán sin abastecimiento eléctrico a lo largo de este fin de semana, y diversos expertos han recomendado a los vecinos de Chiba una evacuación inmediata.
El problema de Hagidis no es tanto su intensidad, de por sí salvaje, como los efectos renqueantes de Faxai. Japón va a sufrir dos tormentas tropicales de extraordinaria dureza en el plazo de unas pocas semanas. Y sin haberse recuperado de la primera, afronta la segunda, mucho más poderosa.
Imagen: Ichiro Ohara/AP