Como parte de su estrategia para lograr el pleno desarrollo de las fuerzas productivas del país, el régimen chino lleva décadas invirtiendo en igualar su industria tecnológica con las de las grandes potencias occidentales. Y no sólo eso, sino que, en los últimos años, se ha traducido en su reconocida pretensión de convertirse en líder mundial en el campo de la inteligencia artificial, como muy tarde, en 2030.
Este esfuerzo gubernamental se ha traducido en logros como que el número de investigadores chinos en el campo de la IA se haya multiplicado por 10 en la última década. Sin embargo, no todo este esfuerzo ha ido destinado, hasta ahora, a reforzar las pretensiones de liderazgo de China.
¿El motivo? La mayoría de esos investigadores (alrededor de tres cuartas partes, de hecho) trabajan fuera de China. Y de hecho, entre esos expatriados, el 85% lo hace en compañías e instituciones académicas de referencia de su gran rival tecnológico y comercial, los Estados Unidos. Qin Zhongjun, investigador en Shangai, explica que
"La pérdida de un estudiante de doctorado que sale al extranjero no sólo representa perderle durante una etapa dorada de su creatividad investigadora, sino regalar métodos e ideas desarrolladas en laboratorios chinos a nuestros competidores más innovadores".
Así, los problemas de retención del talento interno en China ayudan a que los esfuerzos formativos de Pekín terminen beneficiando a Google, IBM o la UCLA e, indirectamente, refuerzan la posición de EE.UU. como líder en el campo de la inteligencia artificial.
Una tendencia que empieza a revertirse
Pero esta tendencia ya ha comenzado a cambiar: consciente del problema, el régimen chino incluyó en su Estrategia Nacional de IA, aprobada en 2017, medidas que incentivaran el retorno de los mejores investigadores chinos residentes en el extranjero.
En general, China ha ido aprobando medidas similares para todas las áreas científicas, expuestas todas ellas a dinámicas similares en lo relativo a la pérdida de cerebros. Ahora, según afirma al South China Morning Post Chen Guoqiang, director del Centro de Biología sintética de la Universidad de Tsinghua, "el problema de la fuga de cerebros ya no existe".
En China, la creciente marea de estudiantes retornados ha empezado a recibir el simbólico nombre de 'haigui'(tortugas marinas).
Pero Guoqiang no atribuye este cambio únicamente a méritos propios de China, también a deméritos de su gran rival: "Un motivo importante es el salario, pero el otro es Trump".
Las restricciones aprobadas por la actual administración estadounidense hacia los estudiantes chinos (Trump ha llegado a dar a entender que la mayoría de ellos eran potenciales espías) se han convertido en un poderoso incentivo para renunciar a buscar trabajo en EE.UU. tras la obtención de su posgrado y optar, en su lugar, por el retorno a China.
En 2007, según datos del propio Ministerio de Educación chino, la mayoría (el 77%) de los chinos recién posgraduados en el extranjero preferían permanecer en Occidente, mientras que ahora sólo el 20% anteponen esta opción al retorno a su patria.
Ayuda a ello que en China las becas de investigación postdoctoral alcancen ya cifras equivalentes al doble del salario promedio para ese mismo perfil en EE.UU.. Y para reforzar esta tendencia, las universidades e institutos de investigación chinos han empezado a revisar sus criterios de evaluación de talento para reducir la importancia dada a la experiencia investigadora en Occidente a la hora de valorar currículums.
Todo esto empieza a ser tema a debate en los ámbitos académicos de los Estados Unidos, donde los expertos empiezan a preocuparse por que, a medida que China se vuelve más atractivo para el talento investigador (el gigante asiático está apostando por recuperar el talento sin cerrarse a captar a su vez talento extranjero), los EE.UU. estén perdiendo una de sus mayores ventajas competitivas: su capacidad para atraer a los mejores talentos del mundo.
Vía | MIT Technology Preview & South China Morning Post & NBC News
Imagen | Pixabay
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