El 13 de mayo de 2019, un grupo de astrónomos de la Universidad de California en Los Ángeles estaban estudiando el SgrA*, el agujero supermasivo del centro de nuestra galaxia, gracias al Telescopio Keck uno de los que se encuentran en la cima de Mauna Kea en Hawai. Aquel día, durante dos horas, el agujero se volvió 75 veces más brillante de lo normal.
El brillo del monstruo
¿Los agujeros negros brillan? Hablar del brillo de un agujero negro parece un oxímoron, algo que sencillamente no puede ser. Al fin y al cabo, los agujeros negros se llaman así por algo. Sin embargo, aunque es cierto que la luz no puede escapar de los límites de una singularidad de este tipo, los astrónomos se han especializado en ver cómo estos monstruos gigantescos interaccionan con todo lo que tengan a su alrededor.
Es eso, las estrellas, planetas y nubes de polvo moviéndose cerca (o incluso cayendo dentro) del horizonte, lo que brilla. No es, pues, un brillo constante. Sino que depende de numerosos factores que, sinceramente, aún no llegamos a entender del todo bien (aunque tenemos modelos cada vez más precisos). Lo que ocurre es que lo que ocurrió el 13 de mayo no es normal.
Un brillo histórico Según explican los investigadores, el brillo máximo que detectaron supera por dos veces las mediciones máximas del registro histórico. Es decir, que en los últimos 20 años el momento de mayor brillo de SgrA* solo alcanzó a la mitad de lo que vieron los investigadores en primavera. Eso les lleva a pensar que "algo inusual podría estar sucediendo este año porque el agujero negro parece variar más en brillo, alcanzando niveles" históricos.
¿Qué está pasando? Los astrónomos tienen varias hipótesis de trabajo sobre los fenómenos que están ocurriendo allá en SgrA*. Por un lado, sospechan que puede tratarse de algún efecto extraño relacionado con S0-2, una estrella unas 15 veces más grande que el Sol y órbita muy cercana al agujero, que se usó hace un año para estudiar con detalle algunos aspectos de la teoría de la relatividad.
Por el otro, hay astrónomos que señalan que el evento puede haber estado relacionado con G2, una nube de polvo también muy próxima a SgrA* que, como estaba previsto, tiene que ser engullida por el gigante más pronto que tarde. También podría ser, aunque esto es poco probable, un fallo del Telescopio Keck. Sea como sea, el interés en el agujero se ha redoblado y durante estos últimos meses muchos equipos se han puesto a estudiarlo en profundidad.
Un análisis a contrarreloj Pero no tenemos mucho tiempo para estudiar el agujero negro. Mientras escribo esto, la Tierra sigue girando y SgrA* pasará a situarse, desde nuestra perspectiva, justo detrás del sol. Eso impedirá que lo estudiemos hasta el año que viene. Por eso, los científicos se afanan por tomar todas las lecturas posibles con la esperanza de entender lo que ocurre mientras el fenómeno sigue reciente.
Imagen | NASA (Recreación)
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