El sábado, 12 de octubre, el Mar Menor amaneció con miles de peces y crustáceos muertos. Doradas, lubinas, quisquillas, anguilas y cangrejos formaron una tupida manta a pie de playa que según algunos expertos como Javier Gilabert, del Comité Científico del Mar Menor, definió como una pérdida "muy grave" e "incalculable".
El Mar Menor es la albufera de agua salada más grande de España y, por sus características únicas, goza de innumerables protecciones medioambientales. Sin embargo, como explicaba Gilabert en el mismo epicentro del suceso, la playa de Villananitos (en San Pedro del Pinatar), "esta es la peor situación del Mar Menor en toda su historia".
Y es mucho decir porque, en los últimos 30 años, la situación viene siendo ya bastante problemática. ¿Qué está pasando en esta zona del sudeste de España?
Un cementerio de peces
La imagen de la playa de Villananitos eran tan preocupante como siniestra. El Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) y los agentes de medioambiente de la Comunidad levantaron varios atestados en la playa y las inmediaciones tras un aviso del servicio de emergencias de San Pedro del Pinatar.
Aunque aún no tenemos todos los resultados de la investigación, las autoridades murcianas han explicado que probablemente esto se deba a las consecuencias de los arrastres que la gota fría que sufrió Murcia hace unas semanas. Unos arrastres que, junto con el viento del levante, crearon unas bolsas de aire sin oxígeno (anoxia) incompatibles con la fauna de la albufera.
Sin embargo, la envergadura del incidente ha hecho que la fiscalía haya abierto una investigación sobre el tema. Investigación que, según ha transcendido, gira en torno a si la apertura (accidental o intencionada) de un tanque de tormentas en San Pedro del Pinatar pudo haber liberado gran cantidad de aguas cargadas de contaminantes a pocos metros de las playas de Villananitos, La Mota y La Puntica.
Así, como explicaba el fiscal Miguel de Mata, en 'La Verdad', el Ministerio Público "ha actuado de oficio ante las impactantes imágenes que han provocado una gran alarma social". Pero el asunto va más allá. Y es que, aunque es posible que la DANA haya sido la gota que ha colmado el vaso en esta ocasión, la del Mar Menor es una larga historia de degradación ambiental que aún no hemos sido capaces de controlar.
La historia de nunca acabar
Justo el jueves pasado, el Consejo de Gobierno de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia aprobó el Plan de Gestión Integral del Mar Menor y la Franja Litoral. Se trata de una normativa exigida por la Unión Europea que llevaba años tramitándose en medio de una enorme polémica entre los principales actores de la comarca.
Esta tardanza es buena muestra de que el problema era mucho más profundo. Desde hace al menos 30 años, todas las administraciones públicas han fracaso estrepitosamente en lo que es el verdadero nudo gordiano: proteger el medioambiente sin deteriorar el desarrollo económico de la región.
Un ejemplo claro, como señala Miguel Ángel Ruiz, es que mientras el "decreto ley de medidas urgentes para proteger el Mar Menor de las afecciones de la actividad agrícola" prohíbe expresamente arar las parcelas en dirección al mar para, de esta forma, reducir las escorrentías en caso de lluvias torrenciales, lo que ha dejado clara la DANA y los arrastres que reconoce el mismo Gobierno murciano es que la gente sigue arando como le parece.
Pero las cosas van mucho más allá: los altos niveles de nitratos solo se explican por la agricultura intensiva que los filtra o bien directamente o bien por el acuífero y el proceso de eutrofización que está pudriendo el mar solo se entiende por los retornos de salmuera de las desalinizadoras de la zona.
En conclusión, el Mar Menor se ha convertido en uno de los grandes laboratorios de la verdadera transición ecológica del país. Un entorno donde los "trade-off" entre los distintos sectores agroalimentarios, industriales y turísticos, por un lado, y la conservación del medioambiente exigen soluciones ambiciosas, creativas y viables en términos socioeconómicos. Lo que ocurre es que casos como los del sábado nos hacen pensar que el medioambiente va perdiendo.
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