Algunos de los mayores desiertos del mundo fueron en su día zonas boscosas o selváticas. Un ejemplo reciente es el del Sáhara, el mayor desierto cálido del mundo. Si queremos sin embargo saber cuándo fue la última vez que la vida se propagaba a sus anchas en el mayor desierto del mundo tenemos que irnos mucho más atrás.
Pero hace 40 millones de años la Antártida era un continente habitado más. Hasta que llegó el hielo.
Un nuevo ecosistema. Un grupo de investigadores ha hallado pruebas de un paraje oculto bajo el hielo de la Antártida occidental. Se trata de un sistema fluvial que habría estado activo hasta hace entre 44 y 34 millones de años, durante el Eoceno.
Una era cálida. El Eoceno comenzó hace unos 56 millones de años y se prolongó hasta hace unos 34. Esta época se caracterizó por unos elevados niveles de dióxido de carbono atmosféricos y un potente efecto invernadero asociado. El resultado: una era notablemente cálida.
La Antártida no era entonces un desierto helado sino un continente más que unos millones de años atrás habría sido separado del resto de continentes del hemisferio sur y del subcontinente indio. Un continente probablemente habitado por antepasados de los mamíferos marsupiales que aún existen en Sudamérica y Oceanía. Un continente con sus montes y sus ríos.
Un delta sumergido bajo el hielo. Y es precisamente un elemento de estos ríos lo que el equipo responsable del estudio halló en su última búsqueda bajo el mar y el hielo de la costa Antártica. El equipo estudió sedimentos del lecho marino correspondientes a este periodo geológico y encontró correspondencia con los que se pueden hallar en estuarios como el del Mississippi o el Río Grande.
Comprobaron, además, que estos sedimentos arrastraban rocas procedentes de lugares alejados en el continente de la Antártida. Más concretamente en la región de la cordillera Transantártica, la formación que divide la Antártida oriental de la occidental.
RV Polarstern. El equipo realizó su expedición a bordo del rompehielos y buque oceanográfico Polarstern. Las muestras fueron recogidas por la expedición en 2017, la cual partió del sur de Chile para alcanzar su destino tras atravesar el Pasaje de Drake. Ahí recogieron muestras de sedimentos y rocas del lecho marino.
El equipo realizó diversas pruebas con las muestras extraídas, como datación a través de la concentración relativa entre determinados isótopos de uranio y plomo, que sirvió para datar los estratos en periodos entre el Cretácico y el Eoceno. Los fósiles hallados permitieron constatar que la vida en la zona correspondía a lo que hoy consideraríamos un bosque templado húmedo, el tipo de bosque que podemos encontrar a lo largo de la costa cantábrica, Irlanda o los Apalaches.
También realizaron un análisis de biomarcadores lípidos. Gracias a ello encontraron pistas que señalaban que este ecosistema era habitado por un tipo de cianobacterias propias de las aguas fluviales. Los detalles del trabajo fueron publicados en un artículo en la revista Science Advances.
Oriente y occidente. El nuevo estudio es una prueba más entre muchas. Evidencias que nos señalan a un pasado en el que la vida en la Antártida iba más allá de algunas aves en su perímetro y algunos tipos de bacterias extremófilas en sus hielos.
Ejemplo de ello es otro estudio publciado hace unos meses realizado este sobre la plataforma continental de la Antártida oriental. El estudio también señalaba la existencia de un sistema fluvial en el que se hallaron estratos con pruebas fósiles de la existencia de vida correspondiente a lo que se encontraría en un bosque templado húmedo.
Imagen | Johann Klages/AWI
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