Canarias se ha cansado de que todos sus plátanos sean el mismo plátano. Por eso ahora los tiene azules

El plátano de Canarias necesita desesperadamente encontrar la forma de sobrevivir en un mundo cada vez más difícil

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Hace unos cinco años, siete empresarios de la FAST (Federación Agrícola de Sindicatos de Tenerife) decidieron plantar 200 unidades de platanera roja. No era una variedad desconocida en las islas. Víctor Galán, uno de los investigadores agrícolas más importante de Canarias, lo había introducido en 1982, pero nadie se lo tomó realmente en serio. Hasta ese momento.

Y fue todo un éxito. Con una producción duplicándose cada año, los productores esperan llegar a 2024 con producción cercanas a los 300.000 kilos anuales.

Ahora quieren hacer lo mismo con el plátano azul.

¿Plátano azul? Y es que, mientras escribo esto, 80 plantas de plátano azul crecen en Canarias. Es más, mientras escribo las piñas de estas plataneras están siendo recogidas y examinadas. 'Examinadas' porque, en esencia, las piñas de estas plataneras azules (más pequeñas y menos pesadas que las de las plataneras normales) son un cultivo experimental. Pero empecemos por el principio...

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El plátano azul no es azul. Es decir, solo es azul durante una fase muy concreta de su maduración. Se trata de un híbrido de "Musa acuminata [plátano malayo] y el Musa balbisiana [plátano rosado]", explicaba el responsable de I+D+i de Cultesa Leonardo Amador en El Español. "El color corresponde al recubrimiento de las ceras naturales que  tiene el fruto cuando no está maduro. Ese color azul verdoso luego va  desapareciendo".

Sí parece, en cambio, que la piel no es tersa como la de los plátanos a los que estamos acostumbrados y que su sabor recuerda en cierta medida a la vainilla. Pero no, no es azul. Y es que no nos interesa por su color: nos interesa porque, a efectos prácticos, todos los plátanos que se comercializan a nivel internacional son de la misma variedad: son Cavendish. Hay muchísimas variedades locales (tanto el plátano rojo como el azul son una buena muestra), pero no se explotan -- o muy poco -- a nivel comercial.

Y eso es un problema. La historia nos lo ha dejado claro. Hoy reina el Cavendish, sí; pero hasta la década de los 50, el plátano rey era otro: el Gros Michel. Un tipo de plátano mucho más dulce que triunfaba en todo el mundo. En la década de los 50, la enfermedad de Panamá empezó a infectar las plantaciones de Gros Michel y, en menos de una década, su producción se desvaneció.

Los comerciantes internacionales (siguiendo el guión que medio siglo antes había protagonizado la filoxera) comenzaron a huir de la enfermedad buscando lugares donde aún no había llegado, pero toda resistencia fue inútil. Al final, la variedad Cavendish, resistente al hongo de Panamá, sustituyó a la pobre, olvidada (y casi extinta) Gros Michel.

Pero... ¿por qué desapareció? Porque, en general, los plátanos comerciales son clones y eso genera una poca diversidad genética que hace que cualquier epidemia potente los deje fuera de juego. Y más en un mundo, el de los 50 en el que los avances técnicos estaban mucho menos desarrollados.

El Cavendish, en peligro. En los últimos años, han surgido plagas que afectan a los Cavendish: la sigatoka negra,  que ennegrece las hojas, imposibilita la fotosíntesis y reduce a más de  la mitad el rendimiento de las plantaciones o la Tropical Race 4, una variedad de la enfermedad de Panamá sí afecta al Cavendish.

Se localizó por primera vez en la década de  1990 y es un problema enorme en todo el sureste asiático. Como decíamos hace años, basta un fallo importante para que la producción mundial de plátanos se vea seriamente comprometida.

Por otro lado, el mercado cada vez es más internacional. El 'cada vez' es importante. El origen de la FAST fueron los agricultores tinerfeños que se organizaron en 1914 para tener un "mayor poder negociador" frente a las empresas inglesas que monopolizaban la comercialización del plátano.  Es decir, la internacionalización no es nueva.

Pero el crecimiento del plátano en Canarias no es infinito: ni por recursos, ni por costes, ni por espacio. Si la industria canaria quiere seguir siendo relevante, debe actualizarse. Los movimientos en torno a las variedades roja y azul están en esa línea: basta con pensar en que el plátano rojo se vende a una media de 3,64 euros el kilo y a los amarillos a 2,14 euros.

¿Los veremos pronto en los lineales? No inmediatamente, claro; pero si todo va como se espera, sí: los veremos pronto. Y, salvo para el siempre difícil entre ecología y economía de las islas Canarias, es una buena noticia. Unas fruterías más diversas son unas fruterías más robustas.

En Xataka | El plátano debe morir (y sólo la ciencia puede resucitarlo)

Imagen |Factum |  Forest & Kim Starr

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