Me he ido de Twitter a Bluesky y su principal problema es, más bien, mío: gestionar mi ego

La diferencia vertiginosa de usuarios entre ambas redes sociales obliga al usuario a replantearse lo que valora en ellas

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Hace algo más de un mes tomé la decisión más o menos inamovible de mudarme de Twitter (o X, pero seguiremos llamando Twitter al invento para escarnio de Elon Musk) a Bluesky. Lo habría hecho aún antes encaminándome a Mastodon, pero necesitaba algo mucho más sencillo que aquella teórica alternativa, y todo el lío de instancias y servidores de la red social que parecía que sucedería a Twitter era demasiado para mí.

Finalmente, me fui a Bluesky porque cumplía mi única necesidad: ser tan sencillo de manejar como Twitter. Y pese a sus limitaciones, que son considerables, conseguí una invitación y me adentré en una nueva red social, sin demasiadas expectativas. Una vez dentro, tuve que superar un par de inconvenientes que, por decirlo de algún modo, estropeaban mi experiencia de uso.

Las costumbres arraigadas al usar una red social son como virus: una vez circulan por nuestro organismo es sumamente complicado dejarlos atrás. Por ejemplo, tuve más de un desencuentro con mis propias manías cuando me di cuenta de que en BlueSky no existían listas -esto es, si no se sabe programar-. Es decir, no podía configurarme distintos timelines al gusto, algo muy útil cuando hay cuentas de las que no nos queremos perder ninguna actualización o cuando trabajamos con la red social y queremos tener una TL que consultar por gusto (o vicio) y, a la vez, otra u otras más vinculadas al trabajo.

Pero como de todos modos, Twitter lleva meses reduciendo de forma muy agresiva sus características, hasta el punto de que resulta difícil llevar al día cuáles son las características exactas que ofrece el servicio. Yo al menos, no lo sé, y mucho menos desde que Tweetdeck dejó de tener app gratuita y que, de nuevo, para mí era esencial a la hora de manejar la catarata de información que me llovía en la red social (de desinformación de un tiempo a esta parte, aunque esa es otra cuestión).

Sangría de usuarios

La última cifra que se tiene del número de usuarios de BlueSky es de más de 1,5 millones (de hecho, el experto en métricas de la red social ⱮӠէą, ya lo cifra en 1.855.390 registrados), una cantidad que crece constantemente (sobre todo cada vez que Elon Musk anuncia nuevos cambios en Twitter, especialmente si se refieren a cuotas o pérdida de características que antes tenían los usuarios de forma gratuita). Twitter hace tiempo que dejó de dar cifras, pero debe de ser una cantidad algo menor que los cien millones de usuarios que tenía hace tiempo.

Todos los datos que llegan de Twitter son de pérdidas, como la caída del 50% de ingresos generales de los que hablaba Elon Musk a finales del año pasado y 90% de caída de los ingresos por publicidad que calculaba Bloomberg. Otra reducción significativa es la de plantilla: a principios de este año Musk despidió al 50% de la plantilla.

Todo eso tiene que repercutir en algún lado, y principalmente es en BlueSky y Mastodon, ya que el impacto del Threads de Meta se ha disipado por completo tras la explosión de los primeros días, como era de prever. En el caso de BlueSky, está viviendo un crecimiento progresivo indiscutible, con un crecimiento de unos 15.000 usuarios diarios, lo que actualmente equivale a algo menos de un 1% de los totales.

Las cifras, no obstante, están lejos de alcanzar a las de Twitter: por ejemplo esa cifra de usuarios totales repercute en la de usuarios de cada una de las cuentas. Las cinco cuentas más seguidas en BlueSky son la propia oficial de Bluesky (más de 319.000 seguidores), el difusor de memes wint (más de 151.000), el escritor Neil Gaiman (casi 136.000), The Washington Post (más de 121.000) y The New York Times (más de 109.000). Por comparar, la propia cuenta corporativa de X tiene más de 67 millones de seguidores.

O incluso yo mismo, sin ir más lejos. 10.079 seguidores en Twitter, 438 en BlueSky. Y no es una cantidad absolutamente despreciable: la mayoría de los usuarios estamos en eso, unos pocos de cientos. Pero después de rozar los diez mil en Twitter (de nuevo, estoy lejos de ser un influencer, sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de mis posts son microvídeos de kung fu y cartelería de películas de terror, pero es más que el usuario medio), el puñado de seguidores en BlueSky saben a migajas.

Y eso es lo primero a lo que hay que habituarse en esta nueva red social. Las cifras son mucho más bajas, y eso supone un mal trago a poco que alguien esté acostumbrado a tener cierto numero de interacciones con sus tuits: decenas de "me gusta" y retuits se ven reducidas en ocasiones a minúsculas rebabas de atención. Y sin embargo, hay algo en lo que BlueSky aventaja a Twitter, y ese algo es en la calidad de las interacciones.

Al no haber algoritmos que condicionen lo que uno ve en su TL, éste se nutre siempre de los usuarios que cada cual ha elegido. Y al no haber llegado todavía la andanada de trolls y barruntadores de falsas noticias que plagan Twitter, las interacciones son medianamente limpias y bienintencionadas. Incluso de una refrescante ingenuidad. Y las que no lo son se pueden esquivar con sencillos bloqueos, algo que en Twitter cada vez es más complicado, donde un bloqueo no garantiza el silencio de un usuario indeseable ya que Twitter está diseñada para propagar el acoso y la toxicidad.

Por eso, aunque un usuario que llegue de tener una mínima repercusión en Twitter se enfrente en BlueSky a un jarro de agua fría en forma de un descenso de las cifras de seguidores absolutamente vertiginoso, recibe a cambio una recompensa mucho más interesante que un frío número. Interacciones de calidad y un ambiente mucho más acogedor y constructivo. Que al ego le sientan, también y a la larga, estupendamente.

Cabecera: BlueSky

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