Desarrollar un caza de sexta generación puede ser una ruina: Reino Unido, Italia y Japón quieren demostrar lo contrario

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No es ningún secreto que desarrollar un avión de combate de nueva generación es un objetivo tan ambicioso como caro. El Lockheed Martin F-35 de Estados Unidos es uno de los ejemplos más notables de esta realidad. La Oficina de Responsabilidad del Gobierno estima que todo el programa tendrá un coste aproximado de 1,7 billones de dólares, lo que lo convierte en uno de los más caros de la historia.

En Europa, Reino Unido ha estado trabajando desde hace casi una década en un caza supersónico de sexta generación conocido como Tempest. En Asia oriental, Japón viene persiguiendo el mismo objetivo con el llamado F-X. Ambos países, además de querer destacarse en cualquier escenario de combate aéreo, tienen un punto en común: no quieren que sus proyectos sean máquinas de dilapidar dinero.

Reducir los costes y acelerar el desarrollo

Una forma muy sencilla de reducir costes y acelerar el desarrollo de cualquier proyecto es establecer asociaciones estratégicas. Esto es precisamente lo que han hecho los mencionados países junto a Italia, que anunciaron que combinarían sus avances en materia de cazas de nueva generación para crear un único avión en menor tiempo bajo el Programa Global de Combate Aéreo (GCAP, por sus siglas en inglés).

Si bien la iniciativa se encuentra en estos momentos en su fase de concepto y evaluación, ya tenemos algunos detalles interesantes. En la actualidad hay una decena de firmas involucradas en el proyecto. Según Reuters, BAE Systems será el contratista principal, Rolls-Royce se encargará de los motores, Leonardo y Mitsubishi de la aviónica y electrónica, y MBDA del sistema de armas.

Desde Financial Times señalan que varios de los mencionados contratistas ya están trabajando en prototipos e incluso están evaluando adaptar sus líneas de producción para la construcción del nuevo avión de combate. BAE, por ejemplo, se ha centrado desarrollar una innovadora técnica de impresión 3D para hacer los moldes que se utilizarán para fabricar algunos componentes en fibra de carbono.

Gcap 2 Imagen artística del Tempest

La firma británica ha ido incluso más allá. Como parte de Tempest, varios pilotos han volado más de 170 horas en un simulador avanzado, una tarea que ha permitido recopilar datos clave para el nuevo proyecto conjunto. Rolls-Royce, por su parte, ha estado probando tecnología relacionada a los motores en Bristol. El programa parece avanzar a buen ritmo, aunque todavía hay desafíos por superar.

El proyecto tiene a decenas de equipos trabajando en tres países, lo que obliga a compartir una enorme cantidad de información de manera digital. Y, precisamente, aquí es donde emerge una preocupación. Japón ha sido víctima de un problema que ha afectado a su agencia de ciberseguridad, lo que plantea dudas sobre la seguridad de las comunicaciones confidenciales de defensa.

Programa Gcap Imagen artística del Tempest

Las características del caza de sexta generación se irán definiendo con el paso del tiempo, pero los documentos de los proyectos Tempest y F-X señalan algunos datos que podrían ser incondicionales. Se menciona que se tratará de una aeronave tripulada o no tripulada capaz de realizar operaciones de combate, vigilancia, reconocimiento y guerra electrónica. También que tendrá capacidad supersónica.

Como explica la BBC, se espera que la inteligencia artificial juegue un papel importantísimo en la aeronave, no solo en misiones autónomas, sino también ayudando a piloto ejercer sus tareas en momentos de alta tensión desde pilotar hasta lanzar misiles. También imaginan un casco con pantalla capaz de monitorizar las señales cerebrales y recopilar datos médicos.

Imágenes: BAE Systems | Rolls-Royce

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