Deepsea Challenger: el sorprendente submarino con el que James Cameron descendió al punto más profundo del océano

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“El diseño del submarino requería de cosas que no existían”. James Cameron, el reconocido cineasta detrás de películas como ‘Titanic’ y ‘Avatar’, describía así el enorme desafío de construir el prodigio tecnológico que le permitió realizar una histórica y arriesgada inmersión hasta el punto más profundo del océano el 26 de marzo de 2012.

Estamos hablando del Deepsea Challenger, una embarcación subacuática diseñada específicamente para explorar la fosa de las Marianas, un abismo oceánico situado a más de 10.000 metros de profundidad habitado por una variada cantidad de especies e incluso hogar de bolsas de plástico y envoltorios de caramelo que permanecerán allí durante mucho tiempo.

Soportar la enorme presión, el verdadero desafío

Pero presenciar en directo aquel fantástico escenario marino no es tarea fácil. El principal desafío al que se enfrenta cualquier persona que desee hacerlo es contar con una estructura con soporte vital y sistema de propulsión lo suficientemente fuerte como para resistir la peligrosa presión del agua en profundidades tan extremas.

Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés), por cada 10,6 metros de inmersión en el mar, la presión del agua aumenta en una atmósfera. La idea de Cameron para cumplir con el ambicioso objetivo que se había propuesto fue diseñar desde cero un submarino con tecnología puntera.

El proyecto se convirtió en un esfuerzo conjunto de varias instituciones encabezado por la Sociedad Geográfica Nacional (NGS, por sus siglas en inglés) y dirigido por el ingeniero Ron Allum. Uno de los elementos clave para la construcción del Deepsea Challenger fue el desarrollo de un nuevo tipo de espuma sintáctica estructural.

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Según explica National Geographic, el 70% del volumen del navío en el que se sumergió Cameron estaba compuesto por esta espuma, capaz de encogerse unos 6,4 centímetros (2,5 pulgadas) en el escenario de mayor presión en la fosa de las Marianas sin poner en riesgo la seguridad del cineasta y de los sistemas a bordo.

La cabina de mando era una pequeña esfera de solo 109 centímetros de ancho que brindaba muy poca libertad de movimiento. El diseño esférico tenía varias razones. Una de ellas, explican, es que, si la cabina hubiera tenido otra forma, “las paredes de acero de 6,4 centímetros tendrían que haber sido tres veces más gruesas”.

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Otro de los aspectos singulares del sumergible era la portilla de la cabina de mando. En lugar de estar fabricada en cristal, los responsables del proyecto optaron por utilizar acrílico óptico, un material que también puede cambiar de forma ante la presión de la profundidad sin agrietarse o romperse, todo brindando un campo de visión amplio.

A diferencia de otro tipo de submarinos, el Deepsea Challenger, cuenta Cameron, se movía “como un caballito de mar”, es decir, en posición vertical. El mismo estaba equipado con más de 180 sistemas a bordo que incluían sistemas de soporte vital, cámaras 3D, mandos, pantallas táctiles y un conjunto de 40 focos LED para iluminar la aventura.

El sumergible podía llegar fácilmente a las profundidades y mantenerse allí gracias a unas pesas de 500 kilogramos. Después podía moverse a una velocidad máxima de 3 nudos gracias a una docena de propulsores impulsados por baterías de litio. Al finalizar la misión, el peso de lastre era liberado, y el Deepsea emprendía camino a rápidamente hacia la superficie.

Imágenes: Wight Expedition Films/National Geographic

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