Si la industria del coche quiere acelerar su transición hacia la electricidad sólo tiene un camino: enfriarla

Si la industria del coche quiere acelerar su transición hacia la electricidad sólo tiene un camino: enfriarla
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El tiempo de carga del coche eléctrico es, sin duda, uno de los mayores inconvenientes que siguen encontrando la mayor parte de los potenciales clientes de este tipo de automóviles para olvidar sus modelos de combustión. Unos tiempos en los que influyen decisivamente la temperatura generada por la carga, un espacio donde se trabaja desde hace tiempo.

Decisiva. Para que una carga rápida sea lo más corta y eficiente posible, la temperatura de la batería es decisiva. Hay que tener en cuenta que a una mayor cantidad de energía, mayor calor se genera durante la carga, hasta alcanzar un punto donde el vehículo se autoprotege y reduce la cantidad de energía que obtiene del enchufe, aumentando los tiempos de espera.

Rendimiento y carga. Seguro que lo has experimentado con un teléfono móvil a pleno rendimiento: su batería se sobrecalienta. Incluso puede llegar a limitar sus funciones para proteger a la misma y evitar daños. De hecho, si la temperatura es excesivamente alta, el propio teléfono puede llegar a apagarse para evitar daños mayores.

Algo parecido sucede con un coche, su rendimiento máximo se alcanza con temperaturas altas en la batería pero la carga del mismo es mejor hacerla con valores inferiores. Tampoco es bueno hacerla con temperaturas excesivamente bajas. Por ello, algunos coches preparan sus baterías antes de enchufarse o ponerse en funcionamiento.

Previsión. Por lo general, las baterías de los coches eléctricos se refrigeran por aire o por líquido. Aquellos modelos con refrigeración por aire tienen más problemas para soportar cargas continuadas rápidas o para que éstas ofrezcan los tiempos más cortos, pues llegarán al enchufe a una mayor temperatura.

Otros vehículos cuentan con refrigeraciones líquidas de las celdas, utilizando agua o agua y glicol (término que engloba diferentes compuestos químicos líquidos). Durante el viaje, el conductor previene al sistema de los puntos de carga rápida donde se va a enchufar. Antes de llegar, el sistema de refrigeración se pone en funcionamiento y enfría las baterías para que estén dispuestas a su temperatura óptima. Incluso pueden precalentarlas en los climas más fríos.

¿Y si enfriamos el cable? Aunque los sistemas de refrigeración de las celdas actúen eficazmente, enchufar el coche a una carga rápida supone estresarlo recibiendo energía a una temperatura muy alta, lo que, como hemos visto, acabará por reducir sus capacidades de absorción.

Por ello, es interesante el invento de la Universidad de Purdue (aún en fase de pruebas pero que cuenta con el apoyo de Ford). Un cable de carga con una cámara refrigerante en su interior que disipa gran parte del calor generado y promete cargas completas en apenas cinco minutos.

Lo importante es tener salud. Además de los tiempos de carga, hay otro motivo importante para controlar la temperatura a la que se cargan las baterías: su vida útil. Hasta que no haya otro tipo de soluciones, como las baterías de estado sólido, las cargas lentas y nocturnas seguirán siendo la mejor opción para los coches eléctricos, pues entre otras variables a tener en cuenta, se realizan a temperaturas óptimas.

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