Durante décadas, los científicos y biólogos han debatido sobre cómo los perros y otros animales interpretan nuestras señales y lo que les tratamos de comunicar, sea con la palabra, los ojos o los dedos de nuestra mano. Sabemos que si señalamos un plato de comida humana es muy probable que al animal le falten segundos para abalanzarse sobre su festín. Pero la pregunta es hasta qué punto tienen capacidad para seguir una indicación sin hacer uso de sus impulsos biológicos. Y, sobre todo, si la habilidad de reconocer indicaciones es innata o pueden desarrollarla.
Un nuevo estudio sugiere que esta habilidad tiene una fuerte base genética. Sí, los perros han nacido para comunicarse con nosotros.
El estudio. Una investigación publicada en la revista Current Biology sugiere que incluso los cachorros de 8 semanas con poca exposición a los humanos pueden entender los gestos que les hacemos, como cuando señalamos algo con el dedo, y mostrar niveles sofisticados de cognición social en otros entornos. Además, cree que la composición genética de cada can es un fuerte predictor de su capacidad para seguir las indicaciones de los humanos y prestar atención a sus rostros.
Emily E. Bray, autora del estudio y psicóloga del comportamiento animal en la Universidad de Arizona, explica que estas hazañas de la cognición canina son tan genéticamente basadas o heredables como la inteligencia humana: "Los perros están preparados biológicamente para comunicarse con los humanos. Los cachorros mirarán y devolverán la mirada de una persona y utilizarán con éxito la información proporcionada por esa persona en un contexto social desde una edad muy temprana, antes de cualquier experiencia prolongada con la gente".
El experimento. ¿Pero cuándo comienza eso? ¿Se necesitan años de observar y vivir con los humanos, o es esa habilidad algo para lo que están preparados biológicamente y que ha evolucionado a lo largo de la domesticación? Son las dos preguntas que se hacía el equipo de científicos. Por eso, comenzaron a realizar diferentes pruebas a 375 cachorros de labrador y golden retriever de ocho a diez semanas de edad. A esta edad, los cachorros habían pasado casi cada minuto del día con su madre o con sus compañeros de camada y apenas habían tenido contacto con las personas.
Las dos primeras pruebas estaban destinadas a evaluar la capacidad de los cachorros para comprender los gestos humanos. Fuera de su vista, los investigadores colocaron una golosina debajo de una de las dos tazas boca abajo. Cuando el investigador reveló las tazas, o apuntaron al que escondía la comida, los cachorros llegaron a la taza correcta un promedio del 67% de las veces, mucho mejor que el 50% de precisión que uno esperaría si el azar solo fuera responsable de las respuestas correctas.
Este vídeo muestra algunas de las pruebas que se llevaron a cabo:
No era el olor. Para asegurarse de que los cachorros no sólo seguían las pistas que sus olfatos les facilitaban, colocaron comida dentro de ambas tazas para asegurarse de que tuvieran el mismo olor y realizaron lo que llamaron una prueba de "control de olores" sin señalar esta vez. Los perros solo obtuvieron alrededor del 49% de aciertos, lo que sugiere que los gestos humanos fueron el factor decisivo en su precisión exitosa. Y resulta curioso, dado que hay diversos estudios que demuestran que incluso los chimpancés, nuestros parientes evolutivos más cercanos, no entienden las señales tan bien como los perros.
Un rostro humano. Lo mismo sucede a la hora de prestar atención a los rostros de los humanos. En otra prueba, una persona recitaba un guión de 30 segundos con una voz aguda similar a la de un bebé mientras miraba al perro. Vamos, la típica voz "tonta" que solemos poner cuando una mascota se aproxima a nuestros pies. Los investigadores concluyeron que esto atraía un promedio de seis segundos la atención del perro hacia el rostro. Algo contrario a lo que se venía demostrando hasta ahora. Y los adultos aún tendían a hacer más contacto visual con los humanos, lo que sugiere que los rostros son algo a lo que aprenden a prestar atención con el tiempo.
No buscan ayuda. Los perros son autosuficientes, no necesitan de la ayuda del ser humano, aunque nos hemos acostumbrado a mimarles desde que emprendemos una aventura juntos. La última prueba del experimento lo demuestra: el llamado “problema sin solución”. Se les presentó a los cachorros golosinas imposibles de acceder dentro de un recipiente para ver si buscaban ayuda en el humano cercano, un comportamiento documentado en perros adultos. Lo cierto es que los cachorros ignoraron en su mayoría a las personas, lo que sugiere que los cachorros no nacen con el instinto de buscar ayuda en los humanos, sino que aprenden ese comportamiento a medida que interactúan más con nuestra especie.
Para concluir se combinaron todos estos resultados con la extensa información del pedigrí de cada animal. Esto permitió al equipo evaluar si el árbol genealógico de cada perro y, por lo tanto, su genética subyacente, proporcionaba una mejor explicación estadística. El éxito en la tarea de señalar, así como la tendencia de un cachorro a mirar un rostro humano si le hablaba fueron altamente heredables. Más del 40% de la variación en el rendimiento se debió a la genética.
¿Y comunicarse? No es descabellado pensar que los perros intentan comunicarse con nosotros también y tienen la capacidad para lograrlo, pero no los medios. Y no hablamos sólo de ladridos, lloros, gemidos o resoplidos. Hace unos días contábamos en Magnet cómo una mascota en TikTok era capaz de formar frases y responder a su amo gracias a una alfombra con 70 palabras asociadas. A raíz de ello, un departamento del Laboratorio de Cognición Comparativa de la Universidad de California de San Diego organizó un trabajo de 700 voluntarios, dueños de perros, gatos e incluso caballos.
El objetivo era algo similar, identificar las posibles diferencias de aprendizaje según especies, razas y edades de los sujetos. Pero sobre todo saber si estos animales manifiestan capacidades comunicativas que se creían exclusivas de las personas, como el desplazamiento temporal y espacial de las oraciones. ¿Llegará el día en que podamos comunicarnos con nuestra mascota sin barreras?
Imagen: Jairo Alzate/Unsplash