Hong Kong puede parecer un lugar poco probable para que se produzca una revolución, puesto que se trata de una ciudad relativamente próspera y privilegiada, donde cabría esperar que los jóvenes estén más preocupados por ganar más dinero que por protestar en las calles. Sin embargo, día tras día, los manifestantes de Hong Kong corren el riesgo de sufrir lesiones e incluso morir cuando se enfrentan a las fuerzas de seguridad respaldadas por el poder masivo del gobierno de Pekín.
Entre sus demandas se encuentran unas elecciones democráticas para el consejo legislativo de la ciudad y el cargo de director ejecutivo. El deseo de que se produzca un cambio fundamental ha aumentado y cada vez son más personas las que ven cómo sus propias vidas carecen de sentido a no ser que las circunstancias cambien.
Los historiadores llevan mucho tiempo argumentando que las revoluciones no surgen de la miseria profunda de la población, sino del aumento de sus expectativas. Desde el siglo XVIII, las sociedades, grupos y asociaciones de intelectuales han sido los semilleros de cambios radicales en países de todo el mundo como cuando dirigieron la Revolución Francesa de 1789, las revoluciones europeas de 1848 y la Revolución Rusa de 1905.
La situación en Hong Kong también es revolucionaria, aunque si tenemos en cuenta la historia de las revoluciones pasadas puede que no haya muchas esperanzas para que se produzca un cambio inmediato.
El caso de Hungría
El caso más parecido a lo que está ocurriendo en Hong Kong podría ser la Revolución Húngara de 1956 que intentó arrebatarle el poder al régimen comunista. Esta revolución también comenzó con un levantamiento estudiantil a favor de unas elecciones democráticas.
A los pocos días, el gobierno comunista dimitió en bloque y se formó una administración reformista bajo la dirección de Imre Nagy, quien permitió que los políticos no comunistas accedieran a cargos políticos. Sin embargo, fue demasiado para los líderes comunistas de la Unión Soviética y acabó invadiendo Hungría, derrocando el régimen de Nagy y matándolo en secreto.
Al igual que las protestas actuales en Hong Kong, en su momento Estados Unidos apenas apoyó oficialmente a la Revolución Húngara y no estaba dispuesto a ofrecer ayuda material. Mantener la paz en Europa era de vital importancia para la política de Estados Unidos en 1956, del mismo modo que unas buenas relaciones con China son fundamentales en la actualidad.
Puede que el ejemplo de Hungría sirva de poco consuelo para los manifestantes de Hong Kong, a no ser que tengan en cuenta las consecuencias a largo plazo.
En octubre de 1989, con el colapso de la influencia soviética al otro lado del telón de acero, la República Democrática de Hungría fue declarada en el 33º aniversario de la revolución de 1956. Aquellos que murieron durante la revolución ahora son recordados como mártires.
La propia historia de China
La historia de China cuenta con un ejemplo más alentador de un levantamiento de estudiantes que tuvo éxito: la revolución de 1911. Esta revolución surgió entre jóvenes que regresaban al país tras haber pasado tiempo estudiando en el extranjero y que formaron sociedades políticas para "revivir" el país, muchas veces disfrazadas de grupos de discusión literaria.
La revolución de 1911 movilizó a redes de intelectuales y de estudiantes en toda China, pero también atrajo a otros grupos sociales: oficiales militares, comerciantes, mineros del carbón y agricultores. La revolución estalló en muchas partes de China al mismo tiempo, con resultados dispares: desde el fracaso total hasta la masacre de los manchúes étnicos y las declaraciones de independencia de Mongolia y del Tibet. A finales de ese año surgió un gobierno provisional en Nanjing.
Sin embargo, las protestas de Hong Kong tienen un alcance geográfico y un apoyo social muy limitados como para repetir el éxito de los revolucionarios de 1911.
La subsiguiente Revolución China de 1949, al igual que la Revolución Rusa de 1917, siguió las teorías leninistas y fue encabezada por profesionales del partido comunista, no por intelectuales. Los comunistas consideraban que las protestas masivas eran potencialmente contrarrevolucionarias y como amenazas para el nuevo orden.
¿Y ahora qué?
Los jóvenes manifestantes de Hong Kong quieren evitar seguir el mismo destino que los estudiantes que se manifestaron en la Plaza de Tiananmen durante la primavera de 1989. Hace tres décadas, cientos, quizás miles, de manifestantes fueron masacrados después de que el gobierno comunista invocara la ley marcial. La agenda pro democrática de los manifestantes de Tiananmen apenas estaba definida y confiaron en miembros reformistas dentro del aparato del partido, por los que finalmente fueron traicionados.
Las multitudes de Hong Kong se centran en cambios específicos y tienen poca confianza en el partido. Verán su fin luchando con desesperación en vez de ponerse ante los tanques con la poca esperanza que les queda y puede que haga que las fuerzas de represión paren, pero como tanto el partido comunista chino y cualquier estudiante de historia sabe, los mártires son leña para el fuego de futuras revoluciones.
Fotos: T Miyano, Gabor B. AP Photo(2, 3),
Autor: Paul Monod, Doctor de historia en Middlebury.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.
Traducido por Silvestre Urbón.