"Disculpa un segundo, tengo que ir al baño a lanzar mis heces por tu ventana" no es la clase de romántica declaración que uno desearía escuchar durante su primera cita con otra persona. Pero los caminos del amor son inescrutables, así como los de las duras digestiones de pollo frito, y en la tierra de Arturo y el pastel de riñones todo es posible.
Bristol, Reino Unido, casa de Liam Smith, estudiante en la Universidad de Bristol. El joven ha conocido a una mujer vía Tinder, ambos han tenido una velada agradable, han cenado juntos en Nando's, un popular establecimiento de comida rápida, han regresado a su apartamento, han abierto una botella de vino y han comenzado a ver un documental de cienciología. Hasta ahí, todo en orden.
Lo extraordinario, narrado por el propio Smith, sucedió cuando su cita decidió ir al baño y regresar al poco tiempo con cara de absoluto horror. "Me dijo que tenía algo que decirme", explicó, y para entonces ya había averiguado que su noche se había ido al garete.
Al parecer, la chica había acudido al retrete con la mejor de las intenciones, pero los efectos inesperados del pollo frito habían provocado un atasco imposible de solucionar tirando de la cadena. Avergonzada y en una situación inédita, explicó a Smith que su baño había quedado embozado por la poesía de los ritos intestinales, por la mezcla explosiva de rebozado de harina y bebidas turbogaseosas.
A la pobre desgraciada, que para entonces tenía asumido que su cita había fracasado, no se le ocurrió otra solución más que recoger las heces del retrete con papel higiénico y lanzarlas por la ventana. El baño daba a un pequeño jardín, y allí podrían descansar sin malograr el ambiente de su apartamento.
La chica, cuyo nombre no ha trascendido por motivos evidentes, ejecutó la escatológica misión con ridículo resultado. Resulta que antes de dar al citado jardín, la ventana del baño daba a otra contraventana que hacía de barrera. De modo que al lanzarlas, las heces cayeron al hueco de ambas ventanas. Los excrementos de la muchacha quedaron así trágicamente a mitad de camino entre la civilización y la barbarie.
El desenlace de la historia no pudo ser más trágico: pese a que su compañero se ofreció a romper la ventana para sacarlas de ahí, la chica, gimnasta amateur y con evidentes remordimientos, decidió trepar, meter la cabeza por la parte de arriba del hueco de la ventana y ponerse boca abajo para recoger de nuevo sus propias heces. La teoría era correcta, pero en la práctica su cuerpo quedó atascado. No podía salir.
Subyugada por las fuerzas de la física, atrapada en un hueco entre el horror y la salvación y mirando de frente al producto de su cena en Nando's, a los excrementos que ella misma había producido, la mujer quedó atrapada. Smith se vio en la obligación de llamar a los bomberos, de explicarles tan siniestra situación y de aceptar que rompieran a martillazos su ventana para que la cita de Tinder pudiera volver al mundo de los vivos.
¿Y cómo hemos llegado a conocer tan truculenta historia? Porque Smith, ni cortó ni perezoso, decidió contarla en un GoFundMe para recuperar su ventana. Según recoge la BBC, el hombre, un estudiante, tendría que pagar 300 libras por la reparación, un precio desorbitado para su "ajustado presupuesto". En un principio pidió 200 libras, pero el asunto se ha convertido en tan hito viral que ya va por las ¡1.700 libras!
Como explica en su crowdfunding, el joven repartirá todo el dinero que le sobre de la reparación (que es mucho) entre dos organizaciones no gubernamentales. Por un lado, para una organización que se dedica (pun intended) a construir baños y retretes funcionales y saludables en países en vías de desarrollo (no es una preocupación menor: el 60% del mundo no tiene la oportunidad de la que sí disfrutó la cita de Smith).
Por otro, para una organización dedicada a financiar y a servir de apoyo para los bomberos de la región. Como explica, los que tuvieron que llegar a su casa para desfacer tan magno entuerto se lo tomaron con mucho humor, pero a menudo su trabajo es bastante más peligroso y escasamente divertido.
Lo más sorprendente de la historia es que Smith se plantea volver a quedar con su gimnasta frustrada: "Quién sabe lo que nos depara el futuro. Nos caímos muy bien y es una chica encantadora. Y ya hemos pasado por lo más difícil de buenas a primeras". A lo mejor Tinder no sólo es capaz de regalarte un festival de heces en tu baño, sino también una pareja para toda la vida. A lo mejor.
A esta hora de la mañana la cita de Liam Smith es portada en prácticamente todos los medios británicos, y de ahí a la cima del universo viral. De un inocente match de Tinder a un paseo por el horror de la escatología y los excrementos humanos. Lección para el futuro: no es buena idea cenar pollo frito si aspiras a una velada romántica. Y si decides lanzar mierda por la ventana, asegúrate de que no haya contraventana.
Imagen | Liam Smith