Resulta que los Premios Pulitzer no sólo son un baluarte del buen periodismo, sino que también premian a destacados productos musicales dignos de mención. Es posible que desconocieras esta última faceta, y en realidad no es tu culpa: durante sus últimos sesenta años de existencia, el jurado ha entregado el galardón sistemáticamente a artistas clásicos o jazz, dos de los géneros menos escuchados por la gente común. Eso acaba de cambiar. Gracias a Kendrick Lamar.
¿Por qué es importante? Porque los tiempos y las actitudes culturales cambian, pero los jurados y la crítica no. Durante décadas, los Premios Pulitzer han considerado que su marchamo de calidad extraordinaria no debía enfangarse en los complejos terrenos de la música pop. Hasta hoy. Kendrick Lamar, el rapero más transformador de su generación, ha roto el último dique que separaba al hip hop, la música popular por antomoasia de nuestro tiempo, del elitismo cultural. Para bien.
¿Qué debo escuchar? El disco premiado: DAMN. Según el jurado, una colección de soberbias canciones "unificadas por su autenticidad vernacular y dinamismo rítmico" capaces de "ofrecer viñetas que capturan la complejidad de la vida moderna afroamericana". Adiós a la abstracción: los Premios Pulitzer se han actualizado al sino de los tiempos. Han entendido que el sonido de la calle también puede ser arte excelente, que hay tanta gloria en una sinfonía como en una caja de ritmos.
Es mérito de Lamar. Está rompiendo la historia de la música popular. Está creando un nuevo estándar.
¿Quién es Kendrick Lamar? Para entender el radical giro de los Pulitzer hay que entender a Lamar. Surgido de una familia desestructurada de Compton, un suburbio empobrecido de Los Ángeles célebre por su criminalidad, Lamar ha acelerado paso a paso el ritmo del hip hop. Sus cuatro discos son obras maestras indiscutibles por su profundidad temática y riqueza lírica, similares en su narración de la sociedad contemporánea al Bob Dylan de mediados de los sesenta.
Lamar, al igual que Dylan entonces, transforma las inquietudes, anhelos y conflictos del mundo moderno en arte. Un arte lírico, complejo y profundo.
La vindicación del rap. La epopeya de Lamar también es la del género al que tanto debe, el hip hop. Hace escasas tres décadas era desestimado por la crítica y el establishment cultural por su asociación violenta y, ante todo, por su intensa identidad racial. Hoy es el género más escuchado en Estados Unidos por blancos y negros (sin discusión), y su estatus se ha acelerado, magnificado, estandarizado y perfeccionado lo suficiente como para considerarse "alta cultura". Callejera.
Un proceso más profundo. Lamar también está detrás de la banda sonora de Black Panther, el fenómeno de taquilla explícitamente afroamericano que está reventando la industria. Su condecoración coincide con la histórica actuación de Beyoncé, la artista femenina más importante del siglo XXI, en el festival blanco e independiente por antonomasia, el Coachella. El Pulitzer es el reflejo de una tendencia. La reverencia definitiva a la cultura afroamericana, ya transversal y asimilada.