Hay 21.000 toneladas de diésel vertidas sobre el Ártico. Un ejemplo de lo que nos espera con el permafrost

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Azul, rojo, verde, naranja, amarillo. Los fantásticos colores con los que brilla ahora el río Ambárnaya, al norte de Siberia, dan en cámara un resultado muy fotogénico, como demuestra el éxito que está teniendo en Instagram. Pero no se trata de uno de esos apacibles fenómenos naturalmente presentes en nuestro planeta. Es una de las mayores catástrofes ambientales de los últimos años y una llamada de atención sobre algo que se puede poner muy feo en el futuro.

 

21.000 toneladas de diésel: hace una semana la poderosísima Norilsk Nickel, una de las principales productores mundiales de níquel y paladio, se le derrumbaron los cimientos de uno de los tanques de hidrocarburos de una de las centrales termoeléctricas que la compañía explota en Norilsk, en el Círculo Polar ártico. Se ha tildado ya como el peor desastre ecológico de este tipo sucedido nunca en la región, sólo comparable a la catástrofe de Exxon Valdez en Alaska tres décadas atrás, y sus estragos son visibles desde el espacio, como ha mostrado la agencia espacial europea (ESA).

Mirando para otro lado: en un raro gesto político, Putin reprendió públicamente a Vladimir Potanin, el jefe de una compañía que antes de los hechos de hoy ya había intentado ser procesada por neglicencias no tan peligrosas pero del mismo corte. Según la investigación en curso, el gigante minero intentó revertir la situación por sus propios medios durante las primeras 48 horas, tarea imposible dada la magnitud del problema.

¿Ocultamiento? El gobernador local de Krasnoyarsk, también ahora reprendido, no informó al gobierno central hasta pasado ese tiempo, según él en el mismo momento en el que le llegó la primera noticia, pero ahora hay sospechas de que se encubrieron los hechos en esas horas que habrían sido cruciales para paliar los efectos del vertido. Se ha declarado la alerta federal y hay varias causas penales abiertas. Aunque presenten extraer todo el crudo posible, se da por hecho que la zona no recuperará su ecosistema hasta dentro de varias décadas.

La bomba de relojería del permafrost: ¿cómo se hundieron los cimientos de ese tanque?  Se sospecha que la descongelación del permafrost dañase los pilares, algo altamente probable, dado que el Ártico se elevó 4 grados por encima del promedio normal entre 2019 y 2020. No por nada hablamos de una de las grandes reservas energéticas del planeta, ya que bajo la superficie existen numerosas explotaciones mineras y petroleras, “miles de kilómetros de gasoductos y cuatro reactores nucleares”, y “todos corren el riesgo [de hundirse]”, según responsables de Greenpeace.

150.000 millones de toneladas de CO2 anuales, por no hablar de posibles rebrotes de epidemias, como el ántrax. Eso es lo que nos jugamos con el deshielo de la zona. A eso se le añade ahora la potencial crisis energética, colapso ambiental y fuga nuclear, como hemos visto con los acontecimientos de Ambárnaya, si las autoridades no hacen un profundo y urgene análisis del estado real de las instalaciones. Limpiar este vertido, que ha obligado a movilizar una ingente cantidad de recursos nacionales e internacionales, costará unos 1.320 millones de euros. Todos seremos afortunados si el incidente termina aquí.

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