"Faltavos una patatina p'al kilo": el mejor resumen del conflicto campo-ciudad lo firma este pastor

Pastor Asturiano
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Las reivindicaciones de la España vaciada han gozado de cierta cobertura durante los últimos meses, merced tanto a una manifestación multitudinaria en Madrid como a las múltiples menciones durante la campaña electoral. Hay un conflicto interior-periferia, como hay un conflicto urbano-rural, manifestado no sólo en los dispares resultados electorales, sino también en las tensiones políticas que han determinado el sino político europeo durante la última década.

¿Y quién lo ha resumido mejor? Un pastor asturiano.

El hombre. Responde al nombre de Nel Cañedo, y es una figura muy seguida en Facebook. Cañedo habitúa a subir largos soliloquios caminando por el campo, comentando cuestiones cotidianas o políticas. Su último vídeo ha roto el umbral de la viralidad y ha sido recogido por todos los medios. ¿Por qué? Porque ha dado en la diana (o en el elefante blanco) de la repentina fascinación urbanita por lo rural y lo salvaje.

La historia. Cañedo cuenta una noticia recogida hace unos días por La Nueva España. Un hotel rural de Cangas de Onís había denunciado a su vecino, granjero, por el molesto sonido que emitían sus gallinas por la noche y a cada amanecer. La reclamación prosperó y el ayuntamiento, no el juez*, como indica Maldita, decretó el cierre del gallinero por carecer de licencia (y no por exceso de ruidos). Tan absurda decisión es el objeto de las iras de Cañedo, cuyo vídeo ya acumula más de 760.000 visionados.

A los inquilinos del hotel rural les molestaba el canto de los pitos porque cantaban a horas intempestivas. ¿Horas intempestivas qué horas son, majos? Porque una hora intempestiva para mí son las 3 de la mañana cuando los inquilinos de las casas rurales están con la música en el jardincito chunda chunda chunda (...)

      Que un pollo cante a las siete de la mañana es lo normal. ¿Para qué venís a un pueblo a hacer turismo rural? (...)

     ¿Tú cuando vas a Madrid, a Gijón, a Oviedo, se te ocurre ir al hotel a preguntar o a protestar porque mete ruido los coches, los camiones de la basura a las dos de la mañana? (...)

     La culpa de esto la tiene el juez. A nadie se le ocurre aceptar o tramitar ese tipo de denuncias. Que venga un tipo y denuncie unas gallinas en un pueblo porque cantan... Al señor juez o jueza, no eres completo o completa, faltan una patatina pa'l kilo, o dos. 

El contexto. No es la primera vez, ni será la última, en que la disonante cosmovisión entre los habitantes urbanos y rurales chocan frontalmente. Los urbanitas tienden a buscar experiencias auténticas y naturales que les evadan de la supuesta artificialidad y e impersonalidad de las ciudades. Para ello abordan caros cursillos de vendimia, esquilan ovejas previo pago o se apuntan a talleres de cestería y de ordeño vacuno.

Los problemas. En el camino, y como recuerda Sergio del Molino en La España Vacía, las comarcas interiores de España se han convertido en museos. Necesitan conservarse en formol, sin avanzar, apostando su futuro a las frívolas mieles del turismo. ¿El problema? Es una relación repleta de conflictos cotidianos, como el conflicto de Cangas de Onís ilustra: la ciudad quiere en el campo un exótico viaje al pasado sin las comodidades del ayer.

Sin gallinas que canten a las seis de la mañana, como ilustra Cañedo.

Alternativas. ¿Tienen otro camino las provincias despobladas de Aragón, Asturias, Castilla o Extremadura? Es un dilema complejo que exploramos en su momento. Las comarcas del interior no pueden competir con las grandes ciudades en eficiencia económica o en atractivo cultural, y su principal atractivo, a falta de alternativas laborales o industriales futuras, a día de hoy rota en torno a costes (y sueldos) más bajos. Insuficiente para atraer más capital humano.

*Una versión anterior de este artículo afirmaba incorrectamente que el cierre del gallinero lo habría decretado un juez, como afirma Cañedo.

La España Vacia (Noema)

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