Ocurrió el pasado jueves en la mañana de Europa. Durante varias horas, el mundo se contuvo pensando que finalmente Putin había “apretado” el botón. La fuerza aérea de Ucrania afirmaba que Rusia había disparado un misil balístico intercontinental (ICBM) de largo alcance contra Dnipro. Finalmente, todo quedó en un aviso en forma de "misil experimental". Si se quiere también, un mensaje a Occidente con un arma inédita cuyo rango fue clave.
La advertencia rusa. El presidente Vladimir Putin anunció horas después del lanzamiento que se trataba de un nuevo misil denominado "Oreshnik", un arma experimental equipada con una ojiva hipersónica no nuclear capaz de alcanzar una velocidad de Mach 10. En su primera utilización en combate, el misil impactó un sitio militar-industrial en la ciudad ucraniana de Dnipro, en lo que fue descrito como un ataque de prueba y una clara señal de advertencia para Occidente.
Desde entonces, analistas y expertos han dado algo más de contexto a lo sucedido y a la identidad del propio misil. El dispositivo utilizado en el ataque apunta a un RS-26 Rubezh o una variante de este. Aunque oficialmente descontinuado en 2018, el Pentágono sugiere que el diseño se retomó parcialmente. En cualquier caso, el ataque marca un uso histórico y sin precedentes de un misil balístico en combate, aunque, muy importante y como veremos, de rango intermedio (IRBM), utilizando una versión convencional de un arma inicialmente desarrollada para portar cargas nucleares.
Características del misil. Por tanto, el Oreshnik (o RS-26 modificado) estaría clasificado como un misil balístico de rango intermedio (IRBM), aunque algunos analistas lo consideran cercano a un misil intercontinental (ICBM). El arma puede portar cargas convencionales o nucleares, y según expertos, incluye un sistema MIRV (vehículo de reentrada con objetivos múltiples e independientes), capaz de transportar varias ojivas. Con un alcance máximo de hasta 5.500 kilómetros, supera ampliamente los misiles utilizados hasta ahora en la guerra en Ucrania.
Desarrollado a partir de 2008 por el Instituto de Tecnología Térmica de Moscú, se sabía que el RS-26 es un misil balístico de combustible sólido, móvil y de rango intermedio (IRBM). Derivado del RS-24 Yars, mide aproximadamente 12 metros de largo y tiene un diámetro cercano a los 1.8 metros. Aunque en pruebas alcanzó rangos intercontinentales, esto solo fue posible con cargas ligeras, lo que lo limitó a rangos intermedios con cabezas nucleares o convencionales.
El lanzamiento. El ataque en Ucrania fue lanzado desde Kapustin Yar, a unos 800 kilómetros del objetivo. Imágenes del impacto sugieren el uso de múltiples cabezas reentrantes independientes (MIRV), posiblemente combinando explosivos pequeños, señuelos o incluso versiones sin carga letal.
Dicho ataque, como decíamos, podría servir tanto como una prueba experimental como un acto de disuasión estratégica frente a la OTAN. Qué duda cabe, el uso de un IRBM convencional señala un intento de Rusia por demostrar capacidad para evadir defensas aéreas ucranianas mientras envía un mensaje de fuerza a Occidente.
Los kilómetros clave. Desde el Kremlin se ha deslizado que el RS-26, en realidad, podría ser un ICBM. Dicho de otra forma, un misil que podría alcanzar objetivos más allá de los 5.500 km. ¿Entonces? La discrepancia vendría dada por un tema nada baladí. Es público y conocido que Rusia ha tratado de mantenerse dentro de los límites del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF), un acuerdo de 1987 donde precisamente se prohibía el uso de misiles ICBM y de crucero con alcances entre 500 a 5.500 km. De fondo: reducir las tensiones en Europa.
¿Qué ocurrió? Ante la posibilidad de romper el INF, Rusia anunció oficialmente en 2018 que detenía el desarrollo del RS-26. Sin embargo, el tratado se canceló en 2019, dando pie, posiblemente, a nuevos avances desde entonces. De ahí, según los analistas, que el ejército ucraniano hablara en un primer momento de que el misil en Dnipro podría tratarse de un ICBM. Con el paso de las horas, esos kilómetros “de más” y el consenso de que no nos encontrábamos ante un ICBM, sino ante un IRBM, fueron claves para no entrar en un nuevo escenario en el conflicto.
Implicaciones estratégicas y el futuro del RS-26. Lo que sí parece meridianamente claro con esta especie de resurgimiento del RS-26 es una tendencia hacia el desarrollo de armas estratégicas no nucleares que puedan enviar señales de poder sin provocar una escalada nuclear inmediata. Como decíamos, el ataque también expone el riesgo de malinterpretaciones por parte de Ucrania o la OTAN, considerando que misiles de esta clase pueden portar cabezas nucleares.
A medida que se recopile más evidencia, quedará por definir si el Oreshnik es una reactivación directa del RS-26 o un desarrollo completamente nuevo inspirado en dicho sistema. Sea como fuere, Rusia ha introducido un nuevo nivel de complejidad en la guerra en Ucrania y en la dinámica de disuasión global: misiles estratégicos para ejercer presión política y militar.
Imagen | U.S. Indo-Pacific
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