Cómo les ha ido a otros países cuando han prohibido los móviles en las aulas: lo que sabemos sobre sus efectos

Uno de cada cuatro países tiene regulado el uso de móviles en la escuela. Los datos son poco concluyentes

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"Hay que regular los móviles en las escuelas y hay que hacerlo ya". Eso es lo que parecen decirnos en los últimos meses las distintas consejerías de educación y el mismo Gobierno de España. Es sorprendente. Muy pocos asuntos han conseguido tal nivel de consenso entre políticos de distinto signo en tan poco tiempo.

Por eso, mientras Ministerio y Comunidades se ponen de acuerdo en los detalles, hemos pensado que sería buena idea ver cómo les ha ido a los países que ya han aplicado medidas de este tipo.

Italia, maglia rosa. Posiblemente el primer país que tomó una decisión sobre el asunto de forma general fue Italia que, en 2007, prohibió el móvil en clase. La prohibición llegó meses después de varios incidentes que impactaron en la opinión pública del país: desde un grupo de alumnos que se grabaron haciendo bulling a otro alumno con discapacidad a otro en el que varios alumnos se grababan acosando sexualmente a una profesora.

No hay muchos datos sobre su efectividad durante los primeros años, pero para 2022 estaba manifiestamente olvidada hasta el punto de que el Ministerio de Educación tuvo que volver a anunciar su prohibición (aclarando, eso sí, que ésta llevaba vigente 15 años).

Luego vinieron muchos más. Para 2022, muchos otros países ya habían probado distintos enfoques sobre el problema y los que no parecen haber sumado al calor de estos últimos años. Francia aprobó su prohibición en 2018. En una situación similar están Luxemburgo, Portugal y Suecia. Además de Baviera, el cantón suizo de Vaud, Ontario, varios estados de Australia y decenas de distritos escolares en Estados Unidos han hecho lo propio. En 2023, Holanda y Reino Unido dijeron que también implentaría prohibiciones a partir del año siguiente. Esto si nos circunscribimos solo a Occidente.

Porque, como explicaba Eunice Gaerlan, profesora de la Facultad de Educación de la Auckland University of Technology, "casi uno de cada cuatro países tiene leyes o políticas prohibiendo los smartphones en las escuelas, sobre todo en Asia Central y del Sur".

Un girigay regulatorio. Lo han hecho, además, de forma muy poco coordinada. Es una constante internacional que las medidas se hayan tomado a nivel local o regional. Paises europeos como Escocia, Irlanda o Noruega tienen regulaciones que dejan el tema en manos de las escuelas.

Un ejemplo de esto lo podemos encontrar aquí mismo, en España (aunque en los últimos meses parezca todo lo contrario). Como señalaba Juan Ramón Barrada, profesor de psicología de la educación en la Universidad de Zaragoza, el consenso generalizado entre las administraciones se basa en la discutible idea de que "hasta ahora los institutos no habían tomado ninguna medida sobre el uso de móviles en los centros" lo cual es falso.

¿Y cómo les va? Todo esto hace que sea muy difícil ver ningún tipo de resultados significativos cuando la prohibición se hace a nivel nacional: en muchos casos la prohibición/regulación ya estaba implementada a niveles de base.

Por este motivo, la confusión es tremenda. Mientras tenemos estudios que señalan que prohibir los teléfonos es una forma barata de mejorar el desempeño de los alumnos (y mejorar su implicación). Otros estudios hechos con la idea de replicar el anterior dicen que el impacto es insignificante. Los investigadores suecos llegan a decir que "las prohibiciones del teléfono móvil no tienen ningún impacto en el desempeño de los alumnos".

El mismo informe de la UNESCO que pide que se regule el uso de los móviles en la escuela porque es la mayor fuente de distracción de los estudiantes reconoce que la prohibición por sí misma solo tiene un impacto limitado en lo que es un problema muy complejo. De hecho, se muestra precavido ante prohibiciones totales.

Concentrar esfuerzos en lo que funciona. El motivo, como dice Eunice Gaerlan, es que el efecto de la prohibición parece ser pequeño y estar muy influenciado por la forma de implementarla. Es decir, que al final de cuentas, la prohibición puede acabar convirtiéndose en un distracción que no resuelva -- en absoluto -- ninguno de nuestros problemas.

De nuevo, el temor generalizado entre los expertos críticos con estas medidas, es que se tomen "medidas cosméticas" y que las iniciativas realmente efectivas "se queden en un cajón". Aún es pronto para ver qué camino seguiremos en España.

Imagen | Charlesdeluvio

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