La imagen que acompaña este artículo es el dibujo de un amanecer. No es particularmente detallado y lo cierto es que uno puede replicarlo sin grandes dificultades en cuestión de minutos. Pero este dibujo en concreto es especial. Especial y espacial. Dibujado por el cosmonauta Alexei Leonov, la historia que le acompaña es aún más especial.
Cuando pensamos en un amanecer el Sol aparece en el horizonte y poco a poco se eleva sobre el nivel del mar, sale de entre las montañas o simplemente desde la lejanía. Con colores anaranjados y rayos aún no lo suficientemente potentes, es un evento al que más o menos estamos acostumbrados tras tener la oportunidad de ver uno nuevo cada día. Sin embargo, hay otro tipo de amanecer más espectacular aún que prácticamente casi nadie tiene la oportunidad de ver en directo: el amanecer orbital.
En el espacio uno tiene la peculiaridad de ver muchos amaneceres, uno cada 90 minutos de hecho. Dada la velocidad a la que los satélites y naves orbitan la Tierra, son capaces de dar la vuelta al planeta en hora y media. Son capaces por lo tanto de ver un nuevo amanecer orbital cada hora y media. Un privilegio para sólo unos pocos, aquellos que han viajado al espacio.
Los amaneceres orbitales no son espectaculares sólo por el hecho de producirse en el espacio, que ya es mucho, sino también por la forma y colores que tienen. En primer lugar y dependiendo de dónde se encuentre el espectador, no es una línea recta en el horizonte sino la forma convexa de la Tierra. Por otro lado, los astronautas pueden disfrutar de una serie de colores distintos aparte del naranja rojizo del Sol. Destaca por ejemplo el azul que aparece entre la Tierra y el Sol, que es esencialmente la atmósfera azulada.
Amaneceres orbitales y Alexei Leonov
El espectáculo de ver un amanecer suborbital puede tener un impacto enorme en el espectador. A menudo los astronautas que vuelven del espacio explican que tras semejante experiencia cambian por completo la forma en la que perciben al mundo y la humanidad. Ver la Tierra en pequeño y desde fuera de ella, en el vasto Universo, hace que uno se plantee mejor el "no somos nadie".
El cosmonauta soviético Alexei Leonov tuvo semejante experiencia tras su primer viaje al espacio. Según explicó, "mirando en perspectiva a nuestro globo azul desde tal distancia, cambió profundamente mi visión del espacio y el tiempo". Leonov es conocido principalmente por ser el primer humano en realizar una caminata espacial, per también fue el primer artista en el espacio.
El 18 de marzo de 1965 Alexei Leonov junto a Pavel Belyayev viajaron a la orbita terrestre en la cápsula esférica y de apenas dos metros Voskhod 2. En cierto momento durante la misión, Alexei Leonov procedió a hacer historia en la carrera espacial realizando la primera caminata espacial. Durante 12 minutos orbitó y flotó libre en el espacio, tan sólo atado mediante un cable a la cápsula.
A la hora de volver a la cápsula Leonov tenía un problema: debido al vacío exterior, su traje especial con oxígeno se había inflado de forma espectacular por la presión. Leonov de repente se dio cuenta de que no tenía forma alguna de entrar de nuevo en al cápsula, esencialmente no cabía por la puerta. La única solución viable era abrir la reclusa del traje especial y dejar escapar, poco a poco, parte del oxígeno. Describió más tarde la situación como "una maniobra casi imposible".
El peligro era evidente, tanto que la Unión Soviética paró la retransmisión en directo que comenzó previamente con la caminata espacial. Cuando la misión comenzó a dar problemas, la retransmisión fue sustituida por una obra de Mozart en la radio estatal. Eventualmente Leonov consiguió volver a la cápsula. Una vez dentro y tras asegurarse que todo estaba en orden, los dos cosmonautas tenían 90 minutos antes de volver a la Tierra.
¿Qué podía hacer Leonov durante esos 90 minutos? En un espacio de apenas dos metros de diámetro con otra persona y en trajes espaciales no mucho. Podía descansar o podía escribir un reporte de la caminata, pero no, en su lugar decidió dibujar.
Para la misión, Leonov se llevó consigo un ítem personal muy particular: una libreta con lápices de colores. Alexei Leonov de pequeño quería ser artista, buscó inscribirse en la escuela de arte pero fue demasiado caro, por lo que al final acabó siendo piloto. Piloto y después uno de los cosmonautas más importantes de la historia de la Unión Soviética.
El cosmonauta describió posteriormente que cogió la libreta y los lápices de colores y "me senté tranquilo dibujando mis primeras impresiones del panorama que vi, flotando libre en el espacio. Traté de capturar las diferentes tonalidades de los anillos que hacen la atmósfera de la Tierra, el brillo del amanecer sobre el horizonte de la Tierra, el cinturón azul cubriendo la corteza de la Tierra y el espectro de colores que observé mirando abajo al globo."
La odisea no acabó ahí para los dos cosmonautas. A la hora de volver a la Tierra, la navegación automática de la cápsula falló, por lo que tuvieron que ingeniárselas para entrar en la atmósfera de forma manual. Los dos cosmonautas calcularon por si mismos cuándo encender los motores de la cápsula para caer en algún lugar de la Unión Soviética lo más cercano al área planeada y, sobre todo, sin morir en el intento.
La cápsula aterrizó por suerte en el bosque de Siberia, sobre dos metros de nieve. Un árbol cayó sobre la cápsula debido al impacto haciendo imposible que pudiesen abrir la reclusa y salir de ahí. Tras horas de inútiles intentos para salir, pasaron una fría y oscura noche dentro de la cápsula hasta que los oficiales de rescate llegaron para salvarlos al día siguiente. Sobrevivieron, y con ellos también el primer dibujo hecho en el espacio.
Más información | The Guardian, Google Arts & Culture, Hyperallergic y ESA
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