China está empezando a perder su posición dominante como fabricante tecnológico. Arrancando por el iPhone

China está empezando a perder su posición dominante como fabricante tecnológico. Arrancando por el iPhone
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China se ha convertido por méritos propios en una de las grandes factorías de tecnología de consumo. Tiene músculo y tiene mano de obra. Ahora, sin embargo, el gigante asiático ve cómo grandes multinacionales del sector empiezan a buscar alternativas más allá de sus fronteras. Las fortalezas que hace años la convertían en un escenario ideal ya no lo son tanto y en el horizonte han ido apareciendo "nubarrones" que juegan en su contra. No es una teoría. Ni predicciones vagas a largo plazo. A poco que se mire hay movimientos ya que apuntan en esa dirección.

Y el iPhone 14 deja un buen ejemplo.

¿Qué está pasando?. Que grandes multinacionales del sector están tratando de diversificar su producción más allá de China. Eso sí, manteniendo la vista en los interesantes costes que ofrece el mercado laboral de Asia. The New York Times muestra una buena “fotografía” que así lo demuestra: Apple produce iPads en el norte de Vietnam, Microsoft envía Xbox desde Ho Chi Minh (Vietnam) y Amazon ha producido dispositivos Fire TV en Chennai, situada en el este indio. Hace años todos esos productos se ensamblaban en otro punto del continente: China.

El ejemplo de Apple. Quizás el ejemplo más paradigmático de lo que sucede lo deje Apple. TNYT asegura que la firma de la manzana plantea montar y empaquetar una pequeña fracción de su nuevo dispositivo insignia, el iPhone 14, en India por primera vez. Y no solo eso. Si bien la mayor parte de la producción inicial sigue en China, su intención pasaría por trasladar la de parte del iPhone a la India más adelante, lo que entre otras cosas le permitiría evaluar su capacidad en el país.

Experiencia en otros puntos de Asia tiene, desde luego. La compañía ya ha fabricado AirPods en Vietnam, por ejemplo, y hace solo unos días Financial Times apuntaba que los de Cupertino están negociando para producir por primera vez Apple Watchs y MacBooks en ese mismo país. De los 200 principales proveedores de Apple, una veintena fabrican en Vietnam. El fabricante Foxconn acaba de firmar también un acuerdo millonario para expandirse y generar empleo en el norte de la nación.

Y el de Google. Apple no es la única que parece tantear otras latitudes en Asia más allá de la república popular. Google también estaría planeando —según The New York Times— trasladar la fabricación de las instalaciones de Foxconn situadas en el sur de China a Vietnam y ensamblar allí el teléfono Pixel 7. Su objetivo sería incluso más ambicioso y pasaría por que el país del Sudeste asiático proporcione hasta la mitad de los teléfonos Pixel de gama alta del próximo año.

Una cuestión de costes. ¿Cómo se explica la tendencia? Pues, como casi siempre, por una combinación compleja de factores; pero entre ellos hay uno sin el que difícilmente puede entenderse el escenario: los costes de producción. En concreto, los que genera la mano de obra. “La cuestión de los salarios es la razón más profunda, el mundo se mueve por dinero”, reconoce Claudio Feijoo, catedrático y experto en diplomacia tecnológica, en declaraciones a elDiario.es.

A medida que China ha ido triunfando en el sector, también ha dejado de ser la opción más económica. A lo largo de la última década los trabajadores de manufactura China han visto cómo se triplicaban sus ingresos anuales. Los datos de Expansión muestran que en 2020 el salario mínimo interprofesional en el gigante asiático rondaba los 281 euros mensuales, lo que representa un alza del 69% si se compara con los algo menos de 166 de apenas un lustro antes.

Y para muestra, un botón. A modo de referencia, Foxconn busca trabajadores en el noroeste de Vietnam por un salario mensual que, al menos en el nivel de acceso, no llega ni a la mitad de lo que paga la misma compañía a sus nuevos fichajes en la fábrica de Shenzhen, en China.

Los costes laborales no son los únicos que han podido oscilar a lo largo de los últimos años en el país. “También están todos los costes asociados. Por ejemplo, China no respetaba ninguna cuestión medioambiental. Ahora no es que sea el país más respetuoso, pero empieza a tener una serie de legislaciones y ya no vale hacer cualquier cosa”, detalla Feijoo, quien cita otros factores, como el mayor control —y sus repercusiones económicas— de la corrupción en el país.

Aquiiii

No todo son costes laborales. Desde luego que no. La pérdida de atractivo en lo que a costes de mano de obra se refiere no es el único hándicap que juega en contra de China. La política e incluso el COVID-19 han tenido también mucho que ver. Los parones registrados en China al principio de la pandemia y su reciente filosofía de “Covid Zero” han afectado a las grandes compañías. En 2020, de hecho, los cierres que acompañaron al primer brote incidieron en la planificación de los iPhone.

La política internacional de los últimos años también ha estado salpicada de roces entre Estados Unidos y China. Está la guerra comercial que llevó a la administración de Donald Trump a encarecer los aranceles a las importaciones chinas en 2019 y, más recientemente, la tensión generada por la visita de la presidenta del Congreso estadounidense, Nancy Pelosi, a Taiwán en agosto.

Una relación lejos de normalizarse. Con ese telón de fondo, el equipo de Joe Biden acaba de anunciar que las empresas tecnológicas estadounidenses que reciben fondos federales no podrán levantar instalaciones de “tecnología avanzada” en China durante toda una década.

“No se les permite usar ese dinero para invertir en China. No pueden desarrollar tecnologías punta en China por un período de diez años”, recalcó la secretaria de Comercio. Las pautas forman parte de un plan de 50.000 millones de dólares que busca desarrollar la industria de semiconductores.

Sin perder la perspectiva. Esa es la clave. Si bien algunas multinacionales parecen tantear otras latitudes en Asia, más allá de China, lo cierto es que el gigante asiático se ha consolidado como una de las grandes fábricas de productos electrónicos a escala internacional. Su peso es dominante. Y alterar el escenario no es sencillo. Ni rápido. Si bien China ha visto cómo se contraía su actividad fabril, lo cierto es que no es fácil competir con su músculo y su concentración de proveedores.

“Tenemos un largo camino por delante para diversificar toda la cadena de suministro fuera de China”, señala el analista Mehdi Hosseini a The New York Times. El escenario ya se dejaría sentir también en otros países del continente asiático. El aumento de interés en otras ubicaciones, como Vietnam, ha generado también un aumento en el precio de sus bienes raíces industriales.

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