El Sahara tiene en su punto de mira el sudeste de España. Este "pequeño ejército" de gente está empeñado en impedirlo

Desde 2017, se han plantado "más de 240.000 árboles y arbustos" y 359 agricultores se han sumado a la iniciativa

Sierra De La Sagra
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Recuerdo la primera vez que vi una mariantonia. Tenía diez u once años y aquellos enormes árboles de 50 ó 60 metros de altura le dieron la vuelta a todo lo que creía saber del mundo.

Cuando la gente normal oye hablar de estepas, piensa en Asia central, en el norte de México o en el corazón de Australia. Yo, sin embargo, pienso en un SEAT Ibiza rojo atravesando el Altiplano granadino a finales de los 90. En un lugar lleno de casas cueva, de espacios infinitos y de las secuoyas que me habían obsesionado desde que meses antes me habían pedido un trabajo sobre ellas en conocimiento del medio.

Pues bien, ese territorio se muere.

Los tentáculos del olvido. El de 'estepa' es un concepto controvertido, pero es la mejor definición que existe para el triángulo interior que se expande entre Murcia, Granada y Almería: kilómetros y kilómetros de un equilibrio precario: una tierra demasiado húmeda para dejarse vencer por el desierto, pero demasiado seca como para que se enraíce el bosque.

Y la estamos perdiendo. En los últimos diez años, según los cálculos de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC, esa zona del país vio como al menos 6.008 kilómetros cuadrados de suelos se degradaban hasta convertirse en terrenos áridos. Este dato es aterrador, sí; pero es también un síntoma de una enfermedad mucho mayor.

En pocos sitios la degradación natural, social y económica han ido tan de la mano como en las comarcas del noroeste de Murcia, el Altiplano granadino y el Alto Almanzora. No solo es tierra perdida, es despoblación, es falta de oportunidades, es olvido institucional, es una forma de vida que se apaga, es desesperación.

Es un motivo para todo lo contrario. Porque, desde hace años, un puñado de organizaciones no gubernamentales, un grupo de lugareños y un pequeño ejército de agricultores están empeñado en impedir que el desierto se coma la estepa. Pero, inspirados por el trabajo de Commonland (una organización holandesa dedicada a la restaruación de ecosistemas) saben que no es tarea fácil.

Porque para que funcione no vasta con restaurar los ecosistemas naturales, hay que restaurar la sociedad: recuperando empleos y negocios, asegurando una educación en sitios con poca oferta universitaria o profesional, consolidando vías financieras a largo plazo y, sobre todo, insulflando "esperanza y un sentido de propósito".

Y funciona. Desde 2017, se han se han plantado "más de 240.000 árboles y arbustos", se han regenerado más de 2,6 kilómetros de fincas y montes públicos y "359 agricultores suman 192 kilómetros cuadrados" de agriculturas regenerativas. Pero, sobre todo, se ha consolidado Alvelal, la organización local que encarna a la perfección esa "esperanza y sentido de propósito".

¿Se puede llenar la España vaciada? No parece sencillo y menos aún en zonas como el Altiplano, donde las presiones climáticas, económicas y sociales hacen muy cuesta arriba cualquier iniciativa. Sin embargo, los resultados de la gente de Alvelal empiezan a dar sus frutos: la agricultura regenerativa aguanta mejor los envites y da frutos de mayor calidad nutricional.

Javier Martín-Arroyo describía el proyecto como "un pequeño ejército [...] contra la desertificación" y es una definición tan precisa como preciosa. Una que nos conecta con uno de los versos más esperanzadores del poeta granadino Javier Egea: "pequeño pueblo en armas contra la soledad". Eso es ahora mismo el Altiplano y si ganan, no sólo estarán conservando su tierra, estará ganando nuestro futuro.

Imagen | Rafael García Luna

En Xataka | "En los próximos diez años, España y América Latina van a sufrir (y  mucho) con el agua", Robert Glennon (Universidad de Arizona)

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