Los pozos de sequía son uno de los últimos recursos ante la falta de agua. Pero hay un problema: la contaminación

Nitratos, infiltración salina y sobreexplotación son tres de las amenazas que afectan a estos pozos

Fuente Pozo
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La sequía continúa empeorando progresivamente en distintos puntos del litoral mediterráneo y por ahora no tenemos un fin a la vista. Las áreas afectadas buscan formas de afrontar esta  crisis y una de las opciones planteadas es la apertura de pozos de sequía. Solo hay un problema.

Contaminación. Distintas asociaciones ecologistas han advertido de un potencial problema con la apertura de pozos de sequía, la probabilidad de que las aguas que los fueran a alimentar estén contaminadas. Grupos como WWF, Greenpeace o SEO/BirdLife han mostrado su preocupación por el estado de estos acuíferos.

Los pozos de sequía. ¿Pero qué es exactamente un pozo de sequía? Se trata de pozos profundos que permiten el acceso a acuíferos cuyo fin es compensar la escasez extrema de agua en determinadas circunstancias.

Este tipo de infraestructuras han sido utilizadas en distintas ocasiones, como por ejemplo por la Conferderación Hidrográfica del Segura (CHS) durante las sequías en 2007 y en 2016. A finales del año pasado, la propia CHS abrió de nuevo la puerta a estos pozos para afrontar la situación actual.

Acuíferos en mal estado. El problema, para los ecologistas, está en el mal estado de los acuíferos. Según los estudios elaborados a partir de los datos provistos por las confederaciones hidrográficas españolas en 2022, cerca del 44% de los acuíferos del territorio se encuentran en mal estado.

El análisis de los datos de las confederaciones hidrográficas realizado por la propia Greenpece tuvo en cuenta, además de la contaminación, el estado cuantitativo de estos acuíferos, muchos de los cuales se enfrentan a la sobreexplotación.

Con respecto a los contaminantes, los datos reflejan problemas por “mal estado químico” en el 30% de los acuíferos. Muchos de los acuíferos contaminados presentan problemas por la infiltración de nutrientes, pero estos contaminantes también incluyen pesticidas y plaguicidas y, especialmente en los litorales costeros, la intrusión de agua salada en los acuíferos.

Soluciones a medias. Sobre la mesa existen diversas propuestas para aliviar la sequía que vive buena parte de la península Ibérica: pozos de sequía, trasvases (ya sean convencionales o en barco), y el uso de desaladoras. Ninguna parece que vaya a solventar por sí misma la crisis debido al coste que implican, la mayoría de ellas en términos energéticos.

Algunos han puesto por tanto el foco en el ahorro. Andalucía y Cataluña se encuentran al borde de declarar el estado de emergencia por sequía. Ambas comunidades han visto a lo largo de los últimos meses la introducción de medidas destinadas a limitar el consumo de agua, pero tampoco han servido para revertir la situación.

Sabemos que la situación aún irá a peor antes de mejorar, pero el problema más grave quizás venga a largo plazo. El motivo es que la sucesión de sequías puede responder más a un proceso de aridificación que a la natural sucesión de años más húmedos o más secos. Es decir, que nos encontremos ante una sequía a largo plazo. Los datos de la evolución de las reservas hidrológicas del país, al menos, no invitan al optimismo.

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Imagen | Vedrana Filipović

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