Cuando un volcán va a entrar en erupción, avisa. Ocurrió hace un año con el volcán islandés de la península de Reykjanesy también con el Hunga Tonga. Lo mismo pasó los meses previos al 27 de marzo de 1980, cuando diferentes terremotos y erupciones de vapor dieron lugar a la peor erupción volcánica de Estados Unidos. Ese día, el Monte St. Helens entró en erupción, un episodio en el que 57 personas perdieron la vida y cientos de kilómetros cuadrados quedaron hechos un yermo.
Es complicado recuperar esos terrenos desolados, pero unos científicos tuvieron una idea que parecía una locura: arrojar topos a la zona desolada por la lava. Y funcionó.
Topos al rescate. Tres años después del desastre, la tierra no se había recuperado. Es algo habitual cuando la lava pasa por un lugar, ya que no todas las plantas y organismos son capaces de arraigar en ese nuevo suelo poroso. Sin embargo, y como cuenta la Universidad de California, hubo dos investigadores a los que se le ocurrió algo… inusual. Sus nombres eran Michael Allen y James McMahon, de la Universidad Estatal de Utah, y en 1983 se acercaron a la loma en helicóptero y liberaron unos cuantos topos de la zona en dos parcelas de pómez.
El experimento sólo duraría un día y querían probar una teoría: los topos, en su actividad normal, excavarían en las zonas en las que la lava había acabado con la vida vegetal y fúngica, haciendo que los microorganismos enterrados bajo esa capa volvieran, de algún modo, a la superficie. En el artículo, Allen comenta que "sólo estaban probando una reacción a corto plazo".
"A menudo se considera que son una plaga, pero pensamos que tomarían tierra vieja, la trasladarían a la superficie y ahí es donde comenzaría el proceso de recuperación", afirma Allen. Como podemos ver en el estudio que han publicado, no podía tener más razón.
Funcionó. Antes de que llegaran los topos, apenas había una docena de plantas que habían crecido en ese nuevo suelo. Seguramente habían sido arrojadas por los pájaros, pero lo que de verdad se notó en el ecosistema fue el trabajo de los topos. Recordemos que sólo estuvieron cavando y haciendo de las suyas durante 24 horas, pero seis años después, los investigadores notaron que habían florecido unas 40.000 plantas en las parcelas en las que estuvieron los animales.
En las que no, la tierra permaneció en su mayoría virgen, por lo que se puede trazar esa correlación entre la acción de los topos y el resurgimiento de la vida vegetal. Y fue algo posible gracias a los hongos micorrícicos. Éstos penetraron en las células de las raíces de las plantas, dotándolas de nutrientes y recursos y protegiéndolas de los patógenos del suelo. Sirvieron, por así decirlo, de abono para que las plantas se desarrollaran.
Simbiosis. Allen comenta que "con la excepción de algunas malas hierbas, no hay forma de que la mayoría de las raíces de las plantas sean lo suficientemente eficientes como para obtener los nutrientes que necesitan por sí mismas. Ahí, los hongos fueron vitales transportando esos nutrientes a las plantas, obteniendo a cambio el carbono que necesitan para su propio crecimiento".
No sólo ayudó a las plantas silvestres, sino también a los árboles. La ceniza del volcán cubrió las hojas tanto de los abetos como de los pinos. Estaba el temor de que no pudieran realizar la fotosíntesis, pero lo que ocurrió fue que las hojas que cayeron fueron el alimento de los hongos micorrícicos y, a su vez, estos hongos proporcionaron alimento a los árboles. Emma Aronson es microbióloga de la UCR y afirma que "los árboles volvieron casi de inmediato en algunos lugares. No todo murió, como algunos pensaban".
Camino por hacer. Lo imponente del asunto es que, 40 años después, los efectos de ese grupo de topos se siguen notando. Aronson afirma que hay una enorme diferencia entre el suelo que fue intervenido y el que no. "Todavía no hay mucho de nada creciendo en ciertas áreas", comenta la investigadora. Por su parte, Mia Maltz, también de la Universidad de California, tiene claro que "no podemos ignorar la interdependencia de todas las cosas en la naturaleza, especialmente las que no podemos ver como microbios y hongos".
Y sí, son importantes, pero la mayor parte del mérito fue de los topos. Y de a quienes se les ocurrió soltarlos para que 'airearan' la tierra devastada.
Imágenes | National Science Foundation
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