Durante siglos, este pueblo de Ciudad Real fue el punto de apoyo con el que el Imperio Español movía el mundo. Ahora es Patrimonio de la Humanidad

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Hoy nos tenemos que ir a 1554. Al patio de una hacienda de Pachuca de Soto, en el que ahora es el estado mexicano de Hidalgo. Allí, Bartolomé de Medina no dejaba de dar instrucciones extrañísimas: "¡Muelan el mineral!" "¡Muélanlo más fino!" "¡Mézclenlo con la salmuera, el azogue y el sulfato de cobre!" "¡No dejen de remover!" "¿Brilla? ¿Tilila? Entonces es pronto". "Debe estar oscuro, debe estar descompuesto." "¡Más salmuera!"

Ese sevillano de unos 50 años descubrirá la innovación tecnológica más importante del Imperio Español. Una innovación que podrá el mundo a bailar en torno un precioso valle en la linde entre la meseta y Andalucía. Nos vamos al parque minero de Almadén.

El problema de la plata menguante

Hacienda Nueva De Fresnillo
Labores del método de patios en la Hacienda Nueva de Fresnillo de González Echeverría, Zacatecas (Pietro Gualdi, 1846)

Ni 50 años después del descubrimiento, la producción de plata americana ya estaba disminuyendo. El motivo era muy sencillo: los minerales de alta ley estaban disminuyendo y, a resultas de la prohibición de la esclavitud de los indios, los costes de producción se habían disparado.

En buena parte de las 'grandes minas' americanas, sencillamente no era rentable extraer una plata que era carísima de procesar.  Ese fue el problema que intrigó a Bartolomé de Medina durante años. Por suerte, conoció al maestro Lorenzo; un alemán que lo puso en contacto con algunos de los métodos modernos de amalgama de plata. Es decir, con las técnicas químicas para separar minerales.

Entusiasmados por la idea, Lorenzo y Bartolomé pidieron viajar a América. Así,  aunque Lorenzo no obtuvo la autorización, fue como Bartomolé llegó a Pachuca de Soto y fundó su hacienda. No obstante, las cosas no fueron tan bien como esperaba: el sistema que habían diseñado no funcionaba.

Tras dos años de pruebas y experimentos, parece que fue la utilización de algunos materiales locales (ricos en sulfato de cobre) obraron el milagro: un método que permitía extraer plata de forma sencilla y barata; un método que cambió par siempre la historia del mundo y muy especialmente, la historia de América. El único problema es que necesitaban azogue o, como lo conocemos ahora, necesitaban mercurio.

El corazón de la tierra

Adrian Farwell

Por suerte, en un remoto rincón de Sierra Morena se escondía la mayor mina de mercurio del mundo: Almadén.

La mina de Almadén se conoce desde, al menos, el tiempo de los romanos. Las minas de cinabrio (un mineral con alto contenido en mercurio y azufre) fueron muy codiciadas en la época latina porque el polvo fino de cinabrio se usaba para pintar cosas de rojo por todo el imperio.

Más tarde, gracias a las redes comerciales islámicas, Almadén ganó una enorme popularidad como centro de producción de mercurio. De hecho, se convirtió en "el centro de abastecimiento de azogue para la medicina y la alquimia de todo el mundo medieval".

Pero no fue hasta el descubrimiento de la plata americana que la villa se convirtió en la joya de la corona. Los procesos que permitían llevar el mercurio desde Almadén a Sevilla y, desde allí, a medio mundo darían para una novela de aventuras.

Pero algo está claro, tuvo un papel central en la "expansión del Imperio español" y "contribuyó a consolidar el sistema monetario y económico europeo". más aún, la Academia de Minas de Almadén se convirtió en uno de los puntos clave en el desarrollo de la ciencia minera en todo el mundo.

Un mundo que se acaba

Rafael Tello

Durante siglos, Almadén fue el corazón que bombeaba mercurio por las arterias del Imperio. Más tarde, cuando la corrupción y el declive empezaron a notarse, se convirtieron en una pieza constante de los chanchullos del reino. Como uno de cada tres kilos de mercurio que se usaban en el mundo provenía de allí, pasó de mano en mano (y llegaron a regentar las minas familias tan poderosas como los Rothschild).

Todo aquello acabó en 2003. La reducción del uso de mercurio en todo el mundo y, posteriormente, las nuevas regulaciones sanitarias y medioambientales de la Unión Europea, hicieron insostenible la mina y cerró. Tras años de trabajos, el Parque Minero de Almadén es un lugar bestial para ver un lugar donde la tecnología se da la mano con la historia.

Las minas subterráneas son el mejor ejemplo. No sólo es que, en Almadén podamos visitar minas de los siglos XVII y XVIII; podemos ver in situ cómo ha evolucionado la extracción del mineral y podamos horrorizarnos con las condiciones de trabajo en la prisión de la mina. Es que en Almadén podemos sentir qué se siente en la 'capilla sixtina' de la minería, "una de las obras más atrevidas y notables de las llevadas a cabo": el baritel de San Andrés.

Un baritel es, en esencia, una manera de convertir la fuerza de las mulas en una máquina de extracción. Lo que pasa es que este es una maravilla de la ingeniería que aún hoy (más de 200 años después de su construcción) sobrecoge.

Además de eso, en el Parque Minero (que fue declarado Patrimonio de la humanidad en 2012) se pueden ver los hornos, las secciones de metalurgia y todo el entramado social que se desarrollaba alrededor de una mina que durante siglos fue el punto de apoyo con el que la Corona hispánica movía el mundo.

Muchas cosas más

Raimundo Pastor

La historia de Almadén es la historia de la minería española. La historia de cómo algunos de los lugares más importantes del país se abandonaron en cuestión de décadas, dejando poco más que olvido a su espalda.

En esta comarca olvidada de Ciudad Real se buscan nuevos yacimientos turísticos que poder explotar y tiene sentido. En Almadén, además, destacan la plaza de toros (también patrimonio de la Humanidad) o el castillo de Retamar, levantado para defender sus minas de mercurio. Eso, y un paisaje maravilloso.

En Xataka | La olvidada comarca que esconde el primer campo petrolero de  España: un paisaje increíble y un trozo rarísimo de la historia  tecnológica del país

Imagen | Parque Minero de Almadén

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