Hay unos cuantos motivos transparentes por los que parece no haber pasado el tiempo para una película como 'Gattaca', perteneciente a un género en el que unos pocos meses pueden suponer la diferencia entre ser clasificada como distopía revolucionaria o como fantasía camp. Lo atemporal de su diseño de producción, su ausencia de efectos especiales o sus citas a clásicos del género a prueba de cronocrímenes son algunos de los elementos que, manejados con maestría por Andrew Niccol, hacen que más de dos décadas después de su estreno, sigamos dejándonos atrapar por su propuesta.
Pero por encima de recursos argumentales y escenarios impecables, quizás el secreto de su carencia de fecha de caducidad esté en cómo trata un tema universal. Uno que poetas y artistas llevan discutiendo desde el principio de los tiempos y que, como buena disquisición sin respuesta clara, nos encanta retomar, reformular y dejarnos fascinar por su insondable grandeza: ¿qué nos hace humanos, qué nos hace individuos diferentes? ¿Hay un elemento químico que defina el -llamémosle- alma, se puede destilar el componente que nos hace únicos?
'Gattaca' plantea todo esto, pero no desde la opción de la ciencia-ficción metafísica, a lo '2001: Una odisea en el espacio', o como en el último tramo de 'Interstellar', sino con ropajes de cine negro. La obvia inspiración en los personajes icónicos del género (los detectives con gabardina, una Uma Thurman que algo bebe de las típicas femme fatales) y su abierto robo de la estética de los años cincuenta (del siglo XX, se entiende), además de su intriga de suplantación de identidades y falsos culpables, hacen que la trama discurra similar a las historias de intriga cuyos tropos conocemos de sobra.
De hecho, salvo los inevitables detalles circunstanciales propios de historia de ciencia-ficción, una leve sinopsis podría llevar a pensar al espectador no avisado que su historia puede transcurrir en cualquier época. Un joven -Vincent (Ethan Hawke)- que, físicamente no entra en los requerimientos para cumplir su sueño de ser astronauta, deja atrás su familia y una eterna competencia con su hermano cuando encuentra el modo de engañar al sistema: suplantando la identidad de un joven en silla de ruedas, Jerome (Jude Law) con el consentimiento de éste. Pero cuando en la base donde se preparan los viajes espaciales alguien comete un asesinato, su tapadera y el romance que está viviendo con una compañera, Irene (Uma Thurman) comienza a correr peligro.
Claro, que el diablo está en los detalles: de lo que estamos hablando aquí es de que esos privilegiados lo son por haber sido manipulados genéticamente y tener unas condiciones físicas que se acercan a la perfección. Ellos serán quienes accedan a los mejores puestos de trabajo, mientras que los nacidos de forma "natural" y con las inevitables taras que les ha otorgado el sorteo genético natural, les limpiarán la basura (literalmente: ocupan plazas de mantenimiento). Solo alguna rareza circunstancial como el caso de Jerome, perfecto genéticamente pero confinado a una silla de ruedas tras un accidente, permitirá saltarse las normas.
El dilema de la ruleta genética
'Gattaca' plantea los dilemas de la manipulación genética de forma sutil y sin necesidad de excesivos subrayados (al final de la película el espectador tiene la sensación de que esos ciudadanos mejorados genéticamente controlan la sociedad y la manejan social y económicamente, pero la película nos muestra solo el caso de Vincent y Jerome, no un retrato más amplio tipo 'The Handmaid's Tale' o '1984'). ¿Es éticamente defendible la mejora en laboratorios de nuestros genes para convertirnos en humanos más perfectos?
Y aunque la opinión de 'Gattaca' no está clara (aunque puede aventurarse), el simbolismo está claro, al menos en lo visual. La escalera de casa de Jerome es básicamente una espiral de ADN. El segundo nombre de Jerome es Eugene, que viene del griego "el bien nacido", pero que tiene una connotación más siniestra: la eugenesia es una filosofía social que defiende la mejora de los rasgos hereditarios mediante la intervención manipulada y métodos selectivos.
Y ese es el auténtico tema de la película: aunque la eugenesia nació con el darwinismo social de finales del siglo XIX en un plano estrictamente teórico, en términos prácticos se ha usado como justificación para la discriminación en formas que hoy se consideran absolutamente inhumanas. Entre otras, la eugenesia ha llegado a desarrollarse en el siglo XX incluyendo esterilizaciones forzosas para huir de defectos genéticos o genocidio de razas consideradas inferiores. Claramente, 'Gattaca' se ha inspirado para visualizar su mundo en la idealizada e inhumana sociedad aria de los nazis, con sus pulcros, rubios y asépticos ciudadanos, genéticamente perfectos.
Sin embargo, 'Gattaca' no opta por el simbolismo fácil y retrata una sociedad cruel y competitiva en la médula, más allá de explosiones de violencia. Por ejemplo, de los dos policías que se ocupan del caso, el más joven y genéticamente modificado es el que dirige la investigación pese a la experiencia y sin duda mayor intuición y carácter resolutivo de su compañero (Alan Arkin), no modificado. También hay detalles por los que solo se pasa por encima, pero que definen bien una sociedad a la que nos acercamos a pasos agigantados: por ejemplo, es posible a través de una muestra de ADN robada furtivamente obtener datos -a sus espaldas- de la identidad y perfección genética de un tercero. Algo no muy lejos de la paranoia y el culto a las apariencias donde vivimos sumergidos a causa de las redes sociales.
Aunque el futuro que plantea, desde un punto de vista práctico aún está lejos, 'Gattaca' triunfa al hablar de todo ello con claridad y exponiendo las contradicciones del sistema: es una sociedad futura despiadada pero creíble, limpia pero desalmada, y 'Gattaca' lo cuenta a través de los pequeños detalles de sus habitantes: el metódico sistema de recolección de residuos orgánicos que Jerome hace a diario para ayudar a Vincent a suplantarlo se rueda con primerísimos planos que ponen a la misma escala el universo microscópico del ADN y ese laborioso engaño diario. La mentira de una sociedad perfecta frente a una minuciosa mentira que hackea el sistema desde dentro.
Andrew Niccol, el arquitecto de 'Gattaca'
El neozelandés Andrew Niccol debutó como director con esta visión del futuro ante la sorpresa de los aficionados, que estaban a punto de ver cómo el género se pondría patas arriba con 'Matrix' solo dos años más tarde. A finales de los noventa, Niccol azuzaría una pequeña revolución del cine más o menos fantástico en una época en la que Hollywood aún se permitía producir películas de género con mensajes combativos, como 'Pleasantville', de 1998. 'Matrix' sería en 1999 un poco la cima y el verdugo de esa breve tendencia.
Pero antes de todo ello estuvo Niccol. 'Gattaca' fue su debut en la dirección y la escritura, y solo un año después alcanzaría reconocimiento internacional con el guión de 'El show de Truman', dirigida por Peter Weir -otro australiano ilustre y extravagante-. 'Truman' no vibra en una onda de ciencia-ficción tan pura como 'Gattaca', pero la base argumental enraizada en el género, su simbolismo (muy afín en su mensaje de advertencia sobre los peligros de la tecnología, en este caso más a lo Gran Hermano), su naturaleza como pseudo episodio de 'Twilight Zone' convierten a la película protagonizada por Jim Carrey en un perfecto programa doble con 'Gattaca'. Incluso maneja metáforas similares, como la del oceano abierto como un lugar de liberación y donde todos, liberados de los condicionantes sociales, podemos ser, para empezar, seres humanos.
Aunque el resto de la filmografia de Niccol tocaría temas en ocasiones afines a este espléndido arranque de su carrera, no llegaría en ningún caso a afinar tanto el tiro. Es interesante la inmediatamente posterior 'Simone', adelantada en su tiempo en lo que respecta al tratamiento del romance con una IA, aunque la mucho más reciente 'Her' hablaría de lo mismo con más sutilidad. Más inmersa en el género (y decididamente inferior) está 'In time', una distopía en la que los jóvenes llegan a los 25 años de edad y un fugitivo decide enfrentarse al sistema, en una aventura con más estilo que sustancia.
Orientada al público juvenil y basada en una novela de la autora de 'Crepúsculo' estuvo en 2013 la flojísima 'The Host: La huésped'. Finalmente, un buen regreso a los orígenes ha supuesto su última película hasta la fecha, 'Anon', y en la que volvió a un ambiente comparable al de 'Gattaca', mezcla de ciencia-ficción y serie negra, pero con la pérdida de la privacidad como telón de fondo. Fuera del género, escribió el guión de 'La terminal' de Spielberg y firmó el interesante drama ambientado en el mundo del tráfico ilegal de armas 'El señor de la guerra'.
Pese a su irregular carrera posterior, está claro que Niccol fue la genuina fuerza creativa detrás de 'Gattaca', aunque nunca después volvió a afinar tanto el tiro como aquí. Su mezcla de géneros, su asombrosa capacidad para anticiparse a muchas inquietudes de la sociedad actual y un diseño de producción que no pasa de moda la han acabado convirtiendo en un clásico moderno, una pieza de ciencia-ficción llamada a definir una buena parte del género en el siglo XXI.
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