'La abuela': aterriza en Prime Video una incómoda reflexión del director de 'Verónica' acerca de horrores muy cotidianos

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Estrenada hace ahora dos meses (acostumbrémonos a estas ventanas cada vez más escasas, mucho más cuando la plataforma, como es este caso, ha participado en la producción en mayor o menor medida), aterriza en Prime Video en exclusiva esta singular reflexión de Paco Plaza acerca de un horror tan cotidiano e inescapable como el del paso del tiempo, en su versión menos correcta. La enfermedad, la vejez, la dependencia: todo ello es sobrevolado por un film estéticamente impecable y parcialmente ajeno a las corrientes actuales del cine de género.

'La abuela' cuenta la historia de una joven modelo que trabaja en París (excelente Almudena Amor, que ya está destacando con muy pocas películas en su filmografía) pero que tiene que volver rápidamente a Madrid cuando su anciana abuela sufre un derrame cerebral (Vera Valdez, otra que lo da todo y que pese a su edad, se entrega por completo al papel). Encerrada con una persona que ni siquiera le reconoce, la joven comenzará a tener extrañas visiones en el viejo piso en el que viven ambas.

El argumento podía haber dado pie a todo un psicodrama almodovariano de cuyo fantasma, en realidad, 'La abuela' nunca se desprende del todo (como no se desprende de la trilogía de los apartamentos de Polanski). No podía ser menos con un guión escrito íntegramente por Carlos Vermut: la personalidad del autor de 'Diamond Flash' o 'Magical Girl' se respira en muchos aspectos de la película. De la selección musical (excelente el momento Vainica Doble) al reparto íntegramente femenino, pasando por el uso costumbrista de un restaurante chino o ciertas reflexiones sobre las relaciones de poder en según qué profesiones.

Pero 'La abuela' es completamente bicéfala, y Paco Plaza también aporta al conjunto su extraordinario pulso para las atmósferas enrarecidas y los espacios oscuros y colapsados: los puntos en común con la ambientación de 'Verónica' o 'REC' son obvios, con ese piso enorme donde cada crujido del suelo esconde un secreto. También tenemos una infancia llena de señales ocultas y un enfoque del esoterismo netamente español, de boli BIC y maldiciones con vistas al Retiro.

Las cartas sobre la mesa

'La abuela' toma una decisión insólita en estos tiempos de psicosis anti-spoiler y de necesidad de giros continuos en la trama para que el espectador no acabe mirando el Tik Tok de turno: mostrar todas sus cartas desde el primer momento. En efecto, en una secuencia introductoria, antes de los créditos, ya tenemos todas las claves para entender lo que sucede en la película. A mí me sucedió así y me olí la tostada desde el minuto uno (pero ojo, no le sucedió a todos mis acompañantes), pero la experiencia no se resentió lo más mínimo.

Porque en 'La abuela' no importa el giro final, ni la explicación del misterio, sino la cuidadosa atmósfera que construye desde su arranque. La película encuentra un incómodo punto discursivo equidistante entre el body horror cotidiano, las historias de casas encantadas y los horrores esotéricos de los setenta (los guiños al clasicazo 'La centinela', por ejemplo, son constantes), y ahí desenvuelve la trama, en un término medio entre las convenciones muy conocidas por el aficionado y el territorio sin explorar.

Muchos aficionados han discutido el tramo final de la película como una conclusión impactante que malogra la atmósfera que construye el film, pero como demuestra Jorge Loser en su excelente análisis de la película en Espinof, en realidad ese final es solo la conclusión lógica para una trama que se va despiezando poco a poco. La inquietante fiesta de cumpleaños infantil, la decoración de la casa o la propia introducción llena de pistas sobre lo que va a pasar (las matrioskas, la tarta) demuestran que 'La abuela' está cuidada al milímetro.

Sin duda, y pese a su éxito (que desbancó a 'Spider-Man: No Way Home' del número uno de taquilla en España), 'La abuela' no es terror para todos los gustos. Su apuesta total a la atmósfera y el incómodo mensaje que plantea, en términos duales, los aspectos más terribles de nuestra dependencia de una belleza eterna imposible, no viene con instrucciones claras. Pero es una suerte que películas así aún tengan hueco en nuestro cine y que haya gente con talento y valor para ejecutarlas.

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