'The Last of Us Parte I', la versión definitiva de un clásico, deja algo claro: necesitamos menos remakes

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A diferencia de tantos otros remakes y lavados de cara que abundan en estos tiempos de secuelas continuas y reciclajes sin piedad, las diferencias entre 'The Last of Us - Parte I' y su antecesor, el 'The Last of Us' original, saltan a la vista. El concepto que vende el juego, que es que Naughty Dog ha rehecho desde cero el arranque de su saga, es creíble. Técnicamente, el resultado es apabullante.

Este 'The Last of Us - Parte I' es, básicamente, una reformulación del juego original bajo el prisma técnico y gráfico de 'The Last of Us - Parte II': no solo gráficamente son muy similares a nivel de efectos (partículas, fuego, agua, luz), sino que el acabado general está en una línea comparable. El tono de los colores, la corpulencia de los personajes, cómo la cámara se coloca detrás de ellos y, en general, un rediseño que hace menos caricaturescos a los personajes originales (es especialmente notorio en los rasgos de Ellie y los niños). Ahora es posible jugar con una fluidez total a este 'The Last of Us - Parte I' y luego a 'The Last of Us - Parte II' y no percibir apenas el salto.

De hecho, en los últimos meses Naughty Dog nos ha deleitado con una buena cantidad de vídeos que compara la misma escena en 'The Last of Us - Parte I' y el juego original, y las diferencias son notabilísimas. Y una vez nos ponemos a jugar, las similitudes con 'The Last of Us - Parte II' se acentúan. El trabajo en ese sentido es espectacular, pero el jugador no tardará más de un par de horas de juego en preguntarse si valía la pena más allá del ejercicio de poderío técnico.

El listado de novedades del juego no solo se limita a las (abundantísimas) mejoras gráficas y a lo que técnicamente Playstation 5 es capaz de ofrecer (resolución 4K dinámica a 60 fps o 4K nativos a 30 fps) sino al gameplay, que es otra forma de acercarse a 'The Last of Us Parte II'. La IA de los enemigos ha sido mejorada, y se nota: yo diría que la dificultad del juego ha subido debido a ello, y es más difícil aprovechar las limitaciones del juego en nuestro favor en las fases de sigilo (aunque aún hay resquicios para cosas que podrían haber mejorado en ese sentido, sobre todo cuando vamos acompañados: Ellie sigue comportándose como una auténtica zopenca -invulnerable-).

Finalmente, y para acabar con este somerísimo listado de las mejoras, está por una parte todo lo que aporta la propia PS5 (audio 3D, una retroalimentación háptica muy resultona y que mejora la inmersión y el uso de los gatillos adaptativos del mando). Y por otra, un par de nuevos modos: el de muerte permanente y la posibilidad de cronometrar la partida para los speedrunners, además de una mejora en el Modo Foto, prácticamente idéntico, de nuevo, al de 'The Last of Us Parte II'.

Lo viejo es nuevo

Pero la pregunta sigue siendo la misma: ¿vale la pena tanto esfuerzo para un viaje que ya conocíamos? Es algo que tendrá que responderse cada cual, aunque yo tengo mi propio criterio: el juego original ya tenía unas mecánicas muy pulidas y un desarrollo narrativo absolutamente soberbio. Nada de eso mejora notablemente porque, esencialmente, no hay nada que mejorar.

La mencionada afinación de las IAs de los enemigos sí que obliga a exprimir todas las herramientas jugables que nos ofrece el juego, que aquí pasan de meramente cosméticas a algo más profundo: mejoras en el inventario y el arsenal, explorar todas las posibilidades de movimiento por los escenarios para afrontar nuevos ataques al enemigo... es el único sentido en el que el juego ve reparadas sus tripas, y no solo su aspecto.

Porque es cierto que en una experiencia tan emocional y física a la vez como la que cuenta 'The Last of Us', la mejora gráfica también ayuda a contar mejor la historia. Entendemos mejor el trauma inicial de Joel, especialmente, y también las exclamaciones de asombro de una Ellie que ve cómo se abre ante ella un mundo literalmente nuevo... sobre todo porque el jugador se maravillará con la chica ante el apabullante despliegue de virguerías visuales. La reconstrucción los escenarios también ayuda a que la sensación de "antes hubo un mundo funcional aquí" se refuerce, y con ello, la inmersión del jugador en la historia.

'The Last of Us Parte I' es, literalmente, y salvo alguna que otra novedad que genuinamente desata la sorpresa (reconozcámoslo: las virguerías visuales con el agua y la luz son para quitarse el sombrero), todo lo que un jugador prevenido y con cierta experiencia puede esperar. El subidón gráfico, el rediseño de controles, menús y diseño para acercarlo a la segunda entrega llega tan escaso de revoluciones auténticas como de trabajo duro que el fan de Naughty Dog agradecerá.

Sin duda, si tenías intención de rejugar el primer título o incluso de catarlo por primera vez (el juego incluye todos los extras que con el tiempo fueron enriqueciendo la historia original), este 'The Last of Us - Parte I' es la mejor opción. A nadie le amarga un dulce, pero es inevitable, durante el desarrollo del juego, pensar que ojalá todo ese tiempo y esfuerzo hubieran ido destinados a un título completamente nuevo.

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