Conocidas más allá de nuestras fronteras como ‘vending machines’, las máquinas expendedoras nos acompañan a lo largo de nuestras vidas sirviendo desde aperitivos a billetes, pasando por bebidas o prensa. Si hay un lugar donde estén especialmente desarrolladas y extendidas, ese es Japón, y desde allí os traemos lo último que se estila en el mercado.
Aunque a estas alturas ya hay máquinas similares instaladas en las calles, la que compartimos es un prototipo que nos enseña lo que se puede llegar a hacer con la tecnología actual. La gracia del asunto está en un utilizar una pantalla transparente.
Transparente y gigante, ya que la máquina expendedora usa un panel de 65 pulgadas que prácticamente ocupa todo la ventana del frontal, así que nos deje ver los productos que hay en cada uno de los compartimentos.
El modelo está desarrollado por la firma Sanden, especialista en la materia, con la ayuda de otras dos empresas: Okaya Electronics y la más conocida Intel.
¿Qué es lo que se gana con esto? Pues una superficie publicitaria e informativa que es dinámica, juega con nosotros con animaciones y nos cuenta cosas, sobre los productos, o sobre la vida que nos rodea: noticias, tiempo meteorológico, salidas de emergencia, etc. Vamos a conocerla en vídeo:
No se me olvida, el accionamiento de la pantalla es táctil, eliminando gran parte de la botonera física que suele haber en los laterales de estas máquinas. Las opciones se pintan directamente en la pantalla.
Reconocimiento facial anónimo
Lo que hace Intel en esta máquina es ofrecer el cerebro encargado de mover esa pantalla, concretamente un procesador de la familia SandyBridge - antigua, pero útil todavía -. Pero tiene una labor si cabe más interesante, y es la de dar vida al Audience Impression Metric, un sistema con el que se pueden reconocer rasgos del cliente.
Digamos que es algo así como un reconocimiento facial anónimo, que sirve para saber si el usuarios es hombre o mujer, también si es joven o mayor. A partir de esto el trato es diferente y lo que le ofrece, también.
Inicialmente, por su precio, se plantea como una solución para vender productos más caros, como vino y cosméticos, pero con el tiempo se irá convirtiendo en algo más habitual en calles japonesas. Si estabais pensando en la utilidad de un panel transparente, pues aquí tenéis un buen ejemplo.
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