El nuevo CarPlay es el caballo de Troya de Apple

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La WWDC 2022 dejó tantas novedades tanto en software como en hardware que las de menos relumbrón quedaron ensombrecidas, caso de la próxima versión de CarPlay, que luce absolutamente espectacular. Tan espectacular que es inevitable pensar en las dificultades que pondrán muchos fabricantes para que esta interfaz llegue a sus coches.

CarPlay ha sido hasta ahora poco más que un espejo del iPhone en la pantalla de infoentretenimiento del coche, con una interfaz adaptada a su entorno y muy limitada en opciones para no favorecer demasiado las distracciones al volante. Con la actualización que anunció Apple pasa a colonizar todas las pantallas con las que cuente el coche y a reemplazar hasta ciertos controles del vehículo, como el velocímetro, el cuentarrevoluciones, el indicador de combustible o autonomía restante y hasta el aire acondicionado. Hasta podrán activar la calefacción de los asientos. Y todo personalizable en disposición, fondos, widgets, etc. En la línea de las últimas versiones de Android Automotive.

Dicho de otro modo, es como si la presencia de Apple en nuestras comunicaciones diarias pasara de ser la de un iPod de 2005 a la de un iPhone y un Mac a la vez.

Cuestión de control y un caballo de Troya

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En el evento de presentación Apple mencionó a varios fabricantes de coches: Land Rover, Mercedes-Benz, Porsche, Nissan, Ford, Lincoln, Audi, Jaguar, Acura, Volvo, Honda, Renault, Infinity y Polestar. Dijo de ellos que "les emociona llevar esta nueva visión de CarPlay a los clientes", que por cierto no empezará a ser anunciada hasta finales de 2023. No hubo mención a la multitud de marcas que ya ofrecen el CarPlay actual. Primera sospecha.

Una cosa es lanzar la plataforma por primera vez con unos pocos socios e ir ampliando los acuerdos, otra es no haber podido llegar con la totalidad o casi totalidad de fabricantes que llevan años en la lista de compatibles. Son 64. Solo 14 han sido anunciados en esta nueva oleada.

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Lo más probable es que con el paso de los meses en el año largo que falta hasta que este CarPlay empiece a llegar a los coches vayan sumándose más fabricantes, pero también suena razonable pensar que más de uno pondrá dificultades. Incluso entre alguno de los anunciados como compatibles.

Ya no se trata de que Tesla transija de una vez (se ha mantenido firme en su negativa a asumir CarPlay), sino de que muchos fabricantes pueden ver como una amenaza entregar a Apple tantos datos de conducción a un nivel tan profundo que esta pueda usar en su beneficio. Es decir: para que le ayude a crear su propio coche, como viene siendo rumoreado desde que el Apple Watch ni existía aún. Datos de patrones de conducción, de preferencias del conductor, de consumo y comportamiento del motor... Un caballo de Troya en toda regla.

The Verge ya ha iniciado una ronda de consultas a una docena de fabricantes y tampoco se vislumbra en sus respuestas una predisposición clara a incorporar todas estas novedades. Stellantis dio una respuesta elocuente: "Esto más que una actualización de CarPlay es un sistema operativo de Apple para el coche. No hemos hecho ningún anuncio respecto a ese sistema".

Esa es exactamente la clave.

Tampoco es que todos los fabricantes renieguen de compartir datos de sus vehículos con una tecnológica. Volvo y Polestar por ejemplo se encomendaron por completo a Android Auto. Otros fabricantes se han solido mostrar menos receptivos, como Toyota. Luego están otros como la mencionada Tesla, que nunca ha querido dejar entrar a nadie. Y Volkswagen, que contrató 10.000 ingenieros para ser una empresa de software. "Si nos quedamos en el hardware nos convertiremos en una commodity", dijo su directora en España a Auto Bild.

El pasado de la banca y las telecos

La llegada de empresas tecnológicas a sectores muy poderosos y de larga tradición que tratan de poner barreras a su avance no es nueva. Pasó con la banca cuando llegó Apple Pay. Se habló de unas condiciones inaceptables impuestas por Apple que solo el Santander había accedido a aceptar. Unos pocos años después todos los bancos españoles eran compatibles con este servicio.

Otro ejemplo fueron las propias telecos cuando llegaron los primeros iPhone. Estaban acostumbradas a rutinas como ser ellas las que pidiesen teléfonos de ciertas características a los fabricantes, a calzar su logo tanto en la carcasa como en la pantalla de bienvenida e incluso a modificar la interfaz para adaptarla a sus colores y colocar accesos directos al portal WAP de turno.

La llegada de Apple y Google a la telefonía —y sus negativas firmes a aceptar estas prácticas— cambió las reglas y despojó a las telecos de la relevancia que tenían en este sector: pasaron a fijar tarifas, pero hoy ya no hay ni rastro de su logo ni dentro ni fuera de los terminales, y la venta de terminales libres se acabó imponiendo.

Este quinquenio posiblemente irá de resolver esta cuestión. De si Apple consigue que los fabricantes de coches retrocedan posiciones como lo hicieron en su momento banca y telecos. Dependerá de la fuerza con la que los clientes exijan esta adopción, que fue lo que acabó motivando los cambios anteriores: el miedo a perder clientes que cambiasen de banco por no tener Apple Pay y el miedo a una fuga hacia la operadora que fuese capaz de ofrecer el iPhone.

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