El Alzheimer es, hoy por hoy, la causa más frecuente de demencia en Occidente (entre el 60 y el 80% de todas las demencias) y las previsiones nos avisan de que va a más. En los próximos años, con el envejecimiento de la población en todo el mundo, se espera que el número de personas afectadas llegue a triplicarse. Sin tratamiento y con problemas para su diagnóstico en firme, es uno de los enemigos públicos número uno de la medicina actual.
Esta semana, se ha publicado una investigación del Institut de Neurociències de la Universitat Autònoma de Barcelona y el Hospital General de Massachusetts en Boston que puede dar la vuelta a todo lo que creíamos saber sobre combatir de esta enfermedad.
Como decía, el Alzheimer no tiene cura. Nuestros tratamientos pueden retrasar su inicio y frenar su avance, pero poco más. Esta demencia se presenta como un deterioro crónico, adquirido y consciente de funciones cognitivas como la percepción, el lenguaje y, sobre todo, la memoria. En particular, se caracteriza por una degeneración progresiva y selectiva de determinadas poblaciones neuronales que acaban desembocando en una atrofia generalizada.
Estos daños se producen por la aparición de placas amiloides. Hasta ahora creíamos que los astrocitos (células gliales que dan soporte a las neuronas) se veían atraídos por las placas y acababan por fagocitarlas. Por eso, durante mucho tiempo hemos creído que eran una especie de 'Resistencia' y hemos intentado "activar y armar" a los astrocitos con la esperanza de que éstos atacaran y destruyeran las placas por ellos mismos.
"Clarificar, por lo tanto, qué células pueden eliminar o no a las placas es esencial"
Los investigadores han utilizado técnicas estadísticas propias de la física estadística para determinar las posiciones relativas de los astrocitos, las placas y la interacción entre ambas. En lugar de mirar al espacio, han utilizado estas técnicas para analizar imágenes tridimensionales del cerebro de ratones con alzheimer.
Y los resultados han sido increíbles. Todo parece indicar que tanto astrocitos como plazas amiloides se repelen entre ellos. Es decir, los astrocitos no se reordenan para acercarse a las placas y comérselas, sino en todo caso para alejarse. Siguiendo con la analogía del principio, en lugar de miembros de la resistencia, parecen ser refugiados huyendo del invasor. Puede parecer un hallazgo relativamente trivial, pero de confirmarse va a obligarnos a modificar muchos de los tratamientos e investigaciones que teníamos en marcha: si los astrocitos no atacan a las placas llevamos años fallando el tiro.
"Se trata de un descubrimiento muy importante, ya que la eliminación de las placas de amiloide por parte de células del mismo cerebro es una de las estrategias terapéuticas más relevantes en desarrollo para curar la enfermedad de Alzheimer. Clarificar, por lo tanto, qué células pueden eliminar o no a las placas es esencial para la obtención de terapias efectivas”, afirma Elena Galea, investigadora principal del estudio.
Aunque aún es pronto para ser demasiado concluyentes y no podemos descartar que los astrocitos ataquen a las placas de otra forma, está claro que esta semana se ha dado giro a la lucha contra una de las grandes enfermedades del siglo. Son buenas noticias.
Via | Sinc Imagen | Functional Neurogenesis
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