Durante semanas, los aficionados israelíes a la música electrónica esperaban con excitación el festival de trance Supernova, que se celebraba en el desierto Negev al sur de Israel, aproximadamente a 5 km de la frontera con Gaza. Daba la casualidad que coincidía con la festividad judía de Sucot, por lo que la expectación y las ganas de fiesta eran máximas: "Ha llegado el momento en que toda la familia está a punto de reunirse de nuevo. Va a ser muy divertido", escribieron los organizadores en las redes antes del evento.
Nadie se imaginaba entonces la pesadilla que iba a tener lugar en el recinto de conciertos.
Unas horas después, esos carteles tan optimistas en redes se convertían en un tablón de mensajes de personas tratando de encontrar a sus seres queridos desaparecidos, después de que militantes palestinos irrumpieran en el festival por sorpresa y abrieran fuego contra los asistentes. Según la agencia de rescate Zaka, se han recuperado más de 260 cadáveres del lugar.
Tribe of Nova (así se llama el festival), contaba tres escenarios, una zona de acampada y un bar y zona de comida. Estaba cerca del Kibbutz Re'imm, al lado de la Franja de Gaza, desde donde los combatientes de Hamás cruzaron al amanecer para lanzar su ataque, se infiltraron en pueblos pequeños y tomaron como rehenes a decenas de personas.
La pregunta que se hacen muchas personas ahora mismo es la misma: por qué iba a celebrarse un evento como este a tan pocos kilómetros de la frontera más conflictiva del mundo. Pero lo cierto es que la elección de la localización fue casual. Según el organizador, el festival iba a celebrarse en otro lugar pero por motivos organizativos decidieron cambiarlo de sitio dos días antes de la masacre.
De hecho, el asistente Adam Barel señaló al medio Haaretz que todos en la rave tenían cierta preocupación de que se diera el caso de que se dispararan misiles en el área, pero que llegaran palestinos armados y les dispararan a bocajarro no se lo esperaba nadie.
La primera señal de que algo no marchaba bien fue cuando sonó una sirena al amanecer advirtiendo de misiles. Una voz retumbó desde los altavoces sobre los escenarios y el área de descanso: "Chicos, tenemos alerta roja", advirtió. Algunos testigos vieron varios cohetes y luego escucharon disparos. "Cortaron la electricidad y de repente, de la nada, entraron abriendo fuego en todas direcciones", contaba uno en el Canal 12 de Israel.
Al menos 50 terroristas irrumpieron en la zona subidos en furgonetas, vestidos con uniformes militares y luego ocurrieron las imágenes que hemos podido ver repetidamente en las redes sociales: decenas de personas intentando huir, corriendo por la arena del desierto, subiéndose a coches para escapar o arrastrándose a gatas para ponerse a cubierto como podían de los disparos.
A los asistentes a esta rave de electrónica se les había pedido no llevar nada que pudiera causar algún tipo de daño, como es lógico (objetos punzantes, armas, botellas de vidrio). No sólo estaban cansados e indefensos, sino que estaban atrapados en un área en medio del desierto, campo abierto y que ofrecía pocos o ningún escondite.
La "normalidad" en la franja de Gaza
Como contábamos antes, los asistentes no habían conocido el lugar exacto del festival hasta unas horas antes de que comenzara. "El evento se llevará a cabo en un poderoso lugar natural lleno de árboles, impresionante por su belleza y organizado para su conveniencia, aproximadamente a una hora y cuarto al sur de Tel Aviv", se les dijo a quienes habían comprado ya los tickets.
En esta región, una extensión de tierra de apenas 360 kilómetros cuadrados, viven nada menos que dos millones de personas, lo que la convierte en una de las zonas más densamente pobladas del mundo. Casi todos los días se puede escuchar el ruido de aviones y, si no es eso, las sirenas armonizan el ambiente. La Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) define el lugar como "inhabitable". Otros describen la vida allí como algo similar a estar en una cárcel al aire libre, o incluso peor.
No sólo son las altas concentraciones de pobreza y hacinamiento extremo, sino que la región vive un estado de pseudo-guerra continua, con controles fronterizos por doquier y estados de alarma encadenados. Sin embargo, en el lado israelí, ese tipo de "alerta" permanente favorece que la gente viva su vida relativamente tranquila pese a los misiles.
Y la decisión de mover el festival de sitio había sido tomada porque la vida a ambos lados de la frontera de la Franja de Gaza había empezado a volver a la normalidad en mayo después de que una tregua mediada por Egipto puso fin a varios días de ataques entre Israel y Hamás, en los que murieron 34 palestinos y una mujer israelí.
De hecho, Israel había reabierto sus pasos fronterizos comerciales y de mercancías, permitiendo el suministro de combustible a la zona bloqueada. Comercios y oficinas públicas también habían vuelto a abrir sus puertas y la gente caminaba de nuevo por las calles que habían estado desiertas durante semanas.
Ambas partes confirmaron el alto al fuego, pero dieron distintas versiones de las condiciones, entre ellas si Israel dejaría de atacar a los principales milicianos palestinos. Un alto cargo de la yihadista que negoció la tregua dijo en un comunicado que el grupo estaba dispuesto a detener los lanzamientos de misiles a cambio de que Israel aceptara dejar de atacar casas de civiles y milicianos. "Estamos comprometidos con el acuerdo de calma siempre que el enemigo lo cumpla", afirmó.
Sin embargo, Israel negó que se hubiera comprometido a ello y se limitó a decir que no dispararía siempre y cuando no existiera una amenaza. Para las fuerzas israelíes habían "concluido con éxito cinco días de lucha contra el grupo terrorista". No mencionaron la tregua en ningún momento.
Imágenes: Nick Zhiharev
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