Las personas trans no tienen una esperanza de vida inferior a 35 años, por mucho que lo digan los medios

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Se trata de uno de los bulos más extendidos entre la comunidad LGTBI. Lo han compartido The Hollywood Reporter, The Guardian, El País (en varias ocasiones), Buzzfeed, Fast Company, Bez, Huffington Post y muchos otros, y eso sólo hablando de prensa tradicional, pues el número de canales activistas que han tirado de él es mucho mayor. 

Como estadística se ha materializado en varias formas: que la esperanza de vida de las mujeres trans latinoamericanas es de 35 años (a veces 33, a veces “menos de 40”), que esa es la media a la que llegan las mujeres trans “americanas” y en ocasiones que sólo se refiere a las “mujeres trans negras” del continente.

La regla de tres que propagó el teléfono escacharrado

El medio The Stranger señaló hace poco el equívoco después de que la ceremonia de los Emmys sirviese como altavoz involuntario para extender el dato. En el discurso de recogida de un premio la actriz Patricia Arquette dijo “las mujeres trans de América tienen una esperanza de vida de 35 años y eso no es aceptable”. Después, la actriz Indya Moore, también trans, de la serie Pose, difundió en su Instagram a cientos de miles de personas: “mientras somos apenas un 0.6% de la población americana, nuestra esperanza de vida es de 35 años”. 

La mismísima Wikipedia da por bueno el dato en su entrada de “violencia contra las mujeres trans”, y distintos informes de prestigiosas asociaciones como Grupo Gay de Bahía lo replican. Al final, con tanta resonancia, es normal que muchos comunicadores y periodistas den por hecho que se trata de información probada.

La realidad es que se trata de una estadística malinterpretada. Proviene de un informe de 2015 de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el que se analizaron 594 homicidios de personas del colectivo LGTBI a lo largo de 15 meses en una amplia variedad de países latinoamericanos. De entre las mujeres trans americanas asesinadas, el informe señala que el 80% de ellas tenía menos de 35 años

Hay un gran salto lógico entre decir que las víctimas trans de homicidios de países latinoamericanos mueren jóvenes y afirmar que la esperanza de vida de este grupo en todo el continente es la mitad que la población general. De hecho, las víctimas de homicidios tienden a ser bastante jóvenes independientemente de otros rasgos de los individuos, como su religión, su orientación sexual o su identidad de género, como es el caso.  A nivel mundial, el 80% de las víctimas de homicidio tienen menos de 44 años, y un grandísimo porcentaje tienen menos de 29.

Por esto mismo tampoco son ciertos titulares como el que publica La Información: "el 80% de las transexuales de América Latina mueren antes de los 35 años". El estudio en el que se basa todo sólo habla de las trans que mueren asesinadas, no de todas las trans.

En ningún momento este informe asegura que la mayoría de las mujeres trans sean víctimas de asesinatos (sino que, en los casos en los que sí, la mayoría de ellas son jóvenes), e incluso en países donde la persecución LGTBI es más intensa y las tasas de homicidios son mucho mayores estos crímenes no harían bajar la media de la esperanza de vida de forma tan abrupta. Al menos, según las cifras con las que contamos ahora mismo.

Otras no causas de una brutal "pérdida de esperanza de vida" para los trans

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Ejemplo de este error es el tratamiento que hace Fast Company. Cuentan: “Según Human Rights Watch, en 2017 se ha asesinado a 65 personas trans en Estados Unidos, casi todas ellas de color, así que no sorprenderá a nadie que la esperanza de vida de las mujeres trans sea de 30 a 35 años”. Según un estudio del Instituto Williams, hay en Estados Unidos actualmente más de 1.4 millones de personas trans, de las cuales un 90% son mujeres, con lo que la tasa de homicidios de mujeres trans por cada 100.000 habitantes es del 5.1 anual, mientras que la tasa de la población general es de 5.35 por cada 100.000 habitantes

Es decir, que sólo cogiendo las cifras que ellos dan por buenas (que seguramente no lo sean, ya que es probable que haya una infrarrepresentación de la población trans en las estadísticas, por el arduo proceso de reconocimiento oficial de las personas de este colectivo), morirían en un porcentaje ligeramente inferior que el resto de gente y no al contrario.

A día de hoy sigue sin haber estadísticas fiables sobre cuál es la esperanza de vida de las personas trans, y por eso es frecuente que asociemos mentalmente una mayor importancia a factores de riesgos que, sí, inciden más duramente en determinados grupos. 

Ocurre lo mismo con las trabajadoras sexuales, un grupo especialmente vulnerable a los homicidios: según estadísticas estadounidenses, las prostitutas tienen un 1% de proababilidades de ser asesinadas a lo largo de toda su vida, y también tienen una mayor exposición a afecciones como el VIH (algo que también va más asociado a las personas trans). Pero la incidencia de esa exposición al asesinato sólo mermaría la estadística de la esperanza de vida de este colectivo en seis meses, y no ocurre, como dicen por ahí, que estas mujeres tengan "siete años de vida".

Sí sabemos, por ejemplo, que el riesgo de suicidio y de intentos de suicidio es, a grandes rasgos, tres veces mayor en este grupo en países occidentales que el del resto de población cis, y que el suicidio es la tercera causa de muerte entre adolescentes de Estados Unidos de todo tipo. Pero, de nuevo, el efecto de estos niveles de suicidios podrían rebajar la esperanza de vida de las personas trans en tres o cuatro años, y no décadas.

Evidentemente la discriminación trans sí es real

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Nada de todo esto quiere decir que la violencia contra las personas trans no sea un problema de primer nivel de justicia y salud pública, o que sean un grupo especialmente vulnerable y perseguido, aun no respetado por muchas sociedades. 

Como bien indican otros estudios, como los de la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, aún hoy hay decenas de países europeos exigen la esterilización para reconocer la identidad de las personas trans, con los riesgos médicos que ello indica y el desconocimiento de la naturaleza trans, ya que muchos de ellos no sienten dismorfofobia ni quieren operarse. En los últimos tiempos los tribunales están condenando a los Estados por la discriminación que supone este requisito.

Pese a que España es uno de los países con mayor reconocimiento de los colectivos LGTBI, hasta un 60% de trans dicen haber sido discriminado en los últimos 12 meses, siendo especialmente acusados sus problemas para encontrar trabajo, la exclusión escolar y el acoso callejero. A nivel europeo, un 15% de ellos ha sufrido amenazas o ataques violentos.

Pero, como señalan otros activistas, repetir mantras inciertos como que su esperanza de vida es de menos de la mitad que la de la población general sólo facilita que se extienda un pánico social dentro de este grupo, fomentando la ansiedad y la depresión, y que el resto de individuos los veamos de una forma más pintoresca y exótica, como un otro extraño, perjudicando a la necesaria normalización hacia la que debemos caminar.

Fotos: Rosemary Ketchum, Alvaro Barrientos, Esteban Felix.

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