Pagar más y recibir menos: las expectativas de España en la Unión Europea a consecuencia del Brexit

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Con la salida de Reino Unido de la UE, España se ha vuelto más importante. Ahora somos la cuarta potencia de la unión. Este nuevo lugar nos convierte en una pieza clave para la reconfiguración política del club europeo que se está gestando, con el eje francoalemán por un lado y por el bloque restante conformado por alianzas ad hoc entre países con distintas necesidades y sensibilidades.

Descartando a Italia como socio fiable, Alemania y Francia habían intentado llevarse a España a su terreno, pero el actual Gobierno de coalición está haciendo amagos de darles la espalda. Entre otros motivos, por los recortes y facturones que está dejando el Brexit.

La salida de Reino Unido, el mejor pretexto para adelgazar la UE

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75.000 millones de euros menos en seis años (el equivalente a 12.500 al año). Ese es el saldo negativo que dejan los británicos para los próximos presupuestos comunitarios de la UE, y eso es lo que se está negociando, los presupuestos hasta 2027, estos días en una cumbre extraordinaria en Bruselas cuyo final aún no está decidido. Es muy posible que necesiten todo el tiempo posible para pensar cómo quieren que sea la comunidad ahora que han perdido a su segunda mayor economía.

Hay en esencia tres bloques: los ricos, también conocidos como “frugales”, que son los que dan más que lo que reciben (Suecia, Dinamarca, Austria y Países Bajos), y que están a favor de una UE adelgazada. Del otro lado los “amigos de la cohesión”, es decir, los pobres (Portugal, Grecia, Hungría, Polonia, España y muchos otros), que intentarán frenar esa caída de expectativas. Y por último, países como Francia, Alemania o Italia, que no se han colocado explícitamente en ninguno de estos ejes, pero cuyos apoyos están, a grandes rasgos, más próximos a su lugar correspondiente en el tablero de ese juego de contribuyentes y receptores.

Hay una particularidad que nos atañe: al ser España técnicamente más rica dentro del club, ahora estamos muy cercanos a convertirnos en contribuyentes netos por primera vez desde que entramos en la Unión. Si el saldo neto del último ejercicio fue para España de 2.050 millones de euros anuales en positivo, con las nuevas previsiones podríamos tener que pagar entre unas centenas y hasta 2.000 millones de euros al año. Es la mencionada factura pendiente a pagar por culpa del Brexit. Pero, por hacernos una idea, las estimaciones actuales calculan que para 2027 Alemania estará aportando a la UE 23.500 millones netos al año.

Ojo: aunque esto suene caro, todos los presupuestos comunitarios de la UE sólo suponen en torno al 2% de todo el gasto público de la suma de estos países.

Menos PAC y menos fondos de Cohesión, las dos partidas que beneficiaban a España

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Pedro Sánchez junto a Charles Michel.

¿Y cuánto dinero va a tener entonces la UE? La actual propuesta de presupuesto (es decir, el inicio de la negociación) del Consejo Europeo encabezado por Charles Michel para los próximos seis años se había establecido en un 1.074% de la Renta Nacional Bruta (RNB). Hay que recordar que en el período anterior veníamos de invertir un 1.16%.

Hace dos años, y con el Brexit ya en el horizonte, el Consejo Europeo gobernado por Juncker hablaba de unos presupuestos a la baja del 1.11%. Pero “los frugales” no quieren ni oír hablar de estas cifras. Ellos se mantienen en el 1%. Además de por avaricia, justifican ese un adelgazamiento en términos relativos la UE porque, según su versión, el saldo neto de la UE ha crecido en estos seis años, con lo que ese 1% es técnicamente más dinero.

Se sienten vindicados también porque en este período de ganadores y perdedores las economías de los países ricos han crecido proporcionalmente más que las de los países pobres, con lo que ahora les tocaría pagar proporcionalmente más que antes. Por todo ello exigen unos “cheques compensatorios”, también conocidos como “rebates”, que en cierto modo anula la función redistributiva de la UE: quieren garantizar que, por cada euro que pongan, al menos dos tercios de él volverá a sus respectivas economías de alguna forma. Aunque hasta ahora muchos de estos países tenía garantizados unos cheques parciales, ahora quieren que estos sean más cuantiosos y firmes.

Como arguye Alemania, hay un punto en la negociación en la que no es tan importante la cantidad de dinero que habrá en esos presupuestos como en qué se va a invertir, y es aquí cuando empiezan los problemas para España.

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A los países ricos la PAC (Política Agraria Común) y los Fondos de Cohesión, que concentran más de dos tercios del gasto de la UE, les resultan un lastre del que apenas rascan dinero. De ahí que busquen que los nuevos esfuerzos comunitarios vayan dedicados menos a esto y más a invertir en cambio climático, innovación y la joya de la corona, políticas migratorias. Quieren que se inviertan más esfuerzos en la gestión y endurecimiento de las fronteras, un punto con el que los gobernantes conservadores pueden sacar réditos políticos en sus respectivos países.

En conclusión: una rebaja del 14% en los fondos de la PAC y un 12% en los fondos de Cohesión.

Vamos con la PAC: A día de hoy 775.000 personas en nuestro país, esas mismas que se han echado a las calles estos días en multitud de municipios, se benefician de estos subsidios agrícolas. La cifra aportada por la Comisión supone una pérdida directa de 925 millones de euros anuales para España (6.500 millones en el ejercicio completo).

El actual juego del Gobierno está en conseguir que los recortes no se produzcan tanto en los pagos directos a los agricultores como que se reduzcan más en el “desarrollo rural”, para afectar menos a los trabajadores. Sin embargo ese “desarrollo rural” está más vinculado a la transición ecológica, que era uno de los mencionados puntos de interés para “los frugales”.

Por otra parte, España no se estaba llevando dinero de los fondos de Cohesión. Éstos funcionan para financiar proyectos de transporte, educación, salud y medio ambiente en países con un PIB inferior al 90% de la media de los miembros de la UE. En los primeros años tras nuestra entrada en la Unión nos hicieron falta, pero en el último período este dinero ha ayudado a otros, como Bulgaria, Croacia, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia o Portugal.

Así que, aunque el hachazo no supone un problema directo para las cuentas de España, esa inyección de capital funciona como estabilizador de la UE que reduce las diferencias socioeconómicas entre los Estados y afiance la idea de un proyecto común. A menos dinero para Cohesión, un proyecto europeo más débil y con mayores desigualdades internas que podrían terminar dinamitando la Comunidad.

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