En pleno monólogo de apertura de los Globos de Oro, Seth Meyers dirigió su mirada hacia Oprah Winfrey, sentada en la primera fila de la audiencia, y le espetó: "No te presentes jamás a presidente, Oprah".
El chiste se remontaba a la cena de los corresponsales de 2011, presentada por él mismo, en la que hizo diversos chistes sobre los escasos atributos intelectuales y políticos de Donald Trump para ser presidente. Por aquel entonces Trump ya coqueteaba con la posibilidad de presentarse en 2016, y Meyers lo humilló sin piedad. Al parecer, aquel daño a su honor, a su inmenso ego, provocó que Trump tomara la determinación definitiva de aspirar a la Casa Blanca.
Un lustro más tarde, todos sabemos cómo terminó la historia.
Por ello, Meyers miró a Oprah y le dijo: "No, no seas presidente". El efecto cómico aspiraba a ser el inverso: ¿si Trump se había lanzado a la arena política espoleado por los chistes de Meyers, por qué no habría de hacer lo mismo Oprah? La diferencia radicaría en la persona: Oprah en realidad sería una candidata del agrado de Meyers y de la mayoría de presentes durante la ceremonia de los Globos de Oro. Aquella misma noche recibió un galardón a su obra en vida.
Este fue el potente discurso de Oprah Winfrey en los Globos de Oro que inspira a las mujeres del mañana. pic.twitter.com/zQDppb9O5f
— magnet (@magnet_es) 8 de enero de 2018
El discurso posterior de Oprah, tan emotivo, no sólo volvió a evidenciar su gigantesco talento como oradora, sino que sirvió para que, a esta hora, medio espacio mediático estadounidense se esté planteando su candidatura en serio. ¿Y si Oprah 2020 es una buena idea?
Oprah 2020: los datos dicen sí
Lo primero a resaltar es que Oprah Winfrey, casi con toda probabilidad, sería una candidata estupenda. Suyo fue el programa televisivo más popular la historia, uno que le permitió granjearse una imagen positiva entre un electorado muy amplio, transversal, capaz de saltar por encima del sesgo racial (tiene una imagen estupenda entre las mujeres conservadoras blancas) y colocarse como una líder mediática indiscutible.
Oprah, fenómeno televisivo, logró conectar con una audiencia millonaria gracias a un estilo comunicativo cercano, en ocasiones entrado en el terreno de la pornografía emocional, capaz de reinventar las reglas del talk show televisivo. De forma muy espectacular, fue capaz de colocar al espectador, a sus miedos y a sus esperanzas, en el centro de su programa. Y eso le valió la divinidad mediática.
Hoy Oprah es la afroamericana más rica de Estados Unidos, una de las filántropas más reconocidas del país y una liberal-demócrata convencida cuyo sesgo partidista jamás ha ocultado. Su apoyo a Barack Obama en las elecciones de 2008 y su participación en mítines clave se juzgó en su momento como una jugada inteligente para asegurar la proyección mediática de Obama.
Porque Oprah arrastra a votantes. Como explica en este hilo el analista Jeremy C. Young, Winfrey cuenta con una legión de seguidores cuya fe sobrepasa los cánones habituales de admiración entre las celebridades: es algo más, casi "religioso", una creencia en su figura que anula cualquier hándicap electoral imaginable (mujer, negra) y que la coloca en términos de visibilidad nacional a la altura de... Ronald Reagan, el padrecito amable que obtuvo la mayor victoria electoral del siglo XX.
e.g. Oprah routinely polls near the top of Gallup's Most Admired Women list, a rank that's usually reserved only for politicians and religious figures. https://t.co/FxFvckJ6Vo pic.twitter.com/F6tve64uKs
— Nate Silver (@NateSilver538) 9 de enero de 2018
Los números respaldan esta idea: de forma consistente, Oprah Winfrey es una de las tres mujeres estadounidenses más conocidas de la última década (sólo superada por la mujer de Barack Obama, Michelle, y por la última candidata presidencial, Hillary Clinton). Su carencia total de experiencia política se ve compensada por unas capacidades comunicativas extraordinarias, una maquinaria de márketing ya engrasada y una imagen pública excelente.
Se mire por donde se mire, Oprah sería una candidata competente capaz de ganar a Trump en 2020. Cuestión distinta es si sería la candidata que el Partido Demócrata necesitaría. Ante esto, la respuesta siempre depende de dónde te ubiques en la escala ideológica. Pero la respuesta más probable es "no".
Por un lado, la Administración Trump no es demasiado popular entre los votantes. Sí entre los republicanos más aferrados a la causa, pero no entre los demócratas o entre los indecisos. Las midterms de este año se plantean como una sangría para las filas conservadoras (que ya han perdido ¡Alabama!). Si pensamos en cómo se gestó la derrota de 2016 (lastrados por un candidato muy impopular pese a imponerse en votos totales), el Partido Demócrata podría vencer a Trump con un candidato/a convencional.
Un candidato que, por otro lado, podría ser lo suficientemente progresista y ambicioso como para cambiar algo. Algo similar a Barack Obama, capaz de plantear una agenda legislativa atrevida y de ofrecer reformas de calado a los infinitos problemas de un país como Estados Unidos.
Oprah, el reverso luminoso (y tenebroso) de Trump
¿Podrían obtener tal programa electoral de la mano de Oprah? Es improbable. Winfrey es demócrata, pero no especialmente progresista: su modelo de negocio, su forma de explotar el entretenimiento televisivo y su fundamento económico respaldan al sistema. Como se explica aquí, las soluciones de Oprah a los problemas de sus seguidores, su repuesta a la búsqueda de respuestas hacia la felicidad que tanto anhelan, beben de la lógica de mercado.
Oprah lleva décadas contando a su audiencia, una mayoría de estadounidenses de clase media-baja asfixiados por el estrés económico contemporáneo, que la clave de la felicidad reside en exploraciones del yo interior, en una suerte de autoterapia emocional que logre recuperar la autoestima y que, desde una perspectiva puramente espiritual, reoriente sus anhelos hacia el sueño americano. Un sueño representado por Oprah, una multimillonaria nacida en una familia pobre de Tennessee.
Oprah relata que las circunstancias externas no importan, que las dificultades impuestas por el mundo en el que viven no cuentan. Que lo relevante es la mentalidad que tú labres, la forma en la que lidies contra los problemas de tu día a día para llegar a ser quien realmente eres. Todo depende de ti, y si no has llegado más lejos es porque no has querido. Es pura lógica motivacional, coaching colectivo, un planteamiento cuyas ramificaciones políticas lo fían todo al "individuo" obviando las desigualdades estructurales.
No es casual, por tanto, que Winfrey haya sido definida como "el icono cultural" definitivo de la "era neoliberal", tanto en términos mediáticos como de poder (tan asociados).
Más allá de la ideología, el principal "pero" a Oprah 2020 pasa por su inexperiencia. Fue un aspecto muy destacado de la campaña demócrata (infructuosa) contra Trump, y, a la vista del caos en el que se ha sumergido la Casa Blanca desde su llegada, un aspecto crucial. Oprah no tiene ninguna experiencia de gobierno. No tiene una agenda política. Desconocemos su postura en asuntos clave de política internacional, distribución fiscal, políticas medioambientales o reforma de la justicia.
Hay pocas pinceladas que entrevean qué puede significar Oprah, candidata. Sabemos que su postura en torno al movimiento LGBT, al feminismo y a la sanidad universal es favorable. También sabemos que no es una especial entusiasta de la redistribución fiscal y de los impuestos elevados. Y también que cree en soluciones mágicas para problemas trágicos como las pseudoterapias o los antivacunas (al fin y al cabo, todo depende de creer en ti mismo).
Oprah tiene un discurso excelente que explota sus triunfos y minimiza sus fracasos, un relato que "habla al pueblo americano" y no a sus élites y una narrativa inspiradora que apela a una abstracta fuerza en tu interior para superar tus dificultades. Sin programa político, es el reverso luminoso de Donald Trump: un discurso populista que apela a las emociones grandilocuentes y que se abstrae de lo racional. Exactamente lo que los demócratas criticaron en 2016.
Por el momento, todo es teorización: Oprah ha explicado en más de una ocasión que no tiene intención de presentarse a ningún cargo público. El chiste de Meyers y la figura supramediática de Winfrey han levantado una polvareda que, en cierto modo, es ficticia. Pero en cualquier caso, para los demócratas Oprah es una opción potencial, un botón rojo, una bala de plata: la clase de ardid a la que acudes cuando todo está perdido. No parece ser el caso.
Como se explica aquí, Trump está por detrás en las encuestas (y en popularidad) de un amplio listado de demócratas (desde Joe Biden hasta Bernie Sanders, pasando por Elizabeth Warren o Cory Booker. Ahora mismo, los demócratas podrían ganar la Casa Blanca con un "candidato genérico". Y quizá ese sea el mejor argumento contra Oprah, un producto del espectáculo tan perfecto como el propio Donald Trump.