Ya han pasado más de 105 años desde que Roald Amundsen y cuatro compañeros de expedición alcanzaran por primera vez en la historia de la humanidad el Polo Sur. Su relato, en los albores del siglo XX, lejos de las infinitas mejoras tecnológicas que el ser humano ha desarrollado desde entonces, es homérico. Una aventura sólo al alcance de un puñado de expertos exploradores con el suficiente coraje y el punto de locura adecuado para adentrarse en la infinidad de la Antártida.
Sobre la epopeya de Amundsen y compañía hay mucho escrito, de modo que nosotros, hoy, al igual que el precioso Doodle de Google, queremos fijarnos en el aspecto visual, también espectacular, de la aventura del grupo. He aquí una recopilación de imágenes que ofrecen una aproximación casi física al primer viaje que llevó al ser humano al Polo Sur.
1. Las rutas de Amundsen y Scott
Enfrascados en una histórica competición por ver quién era capaz de pisar antes el Polo Sur, Amundsen y Scott se embarcaron en una pelea extraordinaria. Ganó el noruego, que llegó antes al punto clave y que logró regresar a la Bahía de las Ballenas con todo su equipo intacto. Scott lograría pisar el Polo Sur, pero moriría un mes después, de regreso, como haría el resto de su equipo.
2. El barco clave de la historia: el Fram
El fiel escudero marítimo del equipo de Amundsen. Cuando partieron de Oslo en 1910, no tenían claro cuál iba a ser su misión, porque su líder aún no se lo había contado. Lo hizo en Madeira. Seis meses después llegaría a la Antártida para pisar por primera vez el Polo Sur.
3. El hielo de la Antártida, visto en 1911
Si hoy es complejo para un barco cualquiera navegar entre placas de hielo, imaginemos cómo debía serlo para un coqueto velero revestido de madera en una época, 1911, en la que el deshielo provocado por el cambio climático era aún una vaga bruma en el horizonte.
4. Un viaje rodeado de placas blancas
Otra vista desde el Fram (Adelante, en noruego). Un color habría de dominar el paisaje del equipo de Amundsen desde su llegada a las latitudes más meridionales del planeta: el blanco. El hielo como horizonte infinito.
5. Esquiando a orillas del océano
La expedición noruega pisó la Bahía de las Ballenas en enero de 1911. Sería ahí donde establecerían su campamento principal, el Framheim. En la imagen, uno de los expedicionarios testando sus esquíes con el Fram al fondo.
6. Un campamento de condiciones precarias
En Framheim, los noruegos pasarían casi un año, desde enero de 1911 hasta febrero de 1912. Sería su hogar, por tanto, uno inhóspito y en principio preñado de tiendas de campaña como estas que debían resistir las sacudidas temporales de la inclemente Antártida.
7. Pero adaptado a la vida humana desde Noruega
Instalado en la gigantesca barrera de hielo de Ross, el campamento noruego sería progresivamente mejorado. Los expedicionarios se encargarían de construir una cabaña típicamente noruega. Para la pequeña nación escandinava, la nieve y el hielo guardaba pocos secretos, dada su cercanía al Ártico y las habituales temperaturas bajas y difíciles que atraviesan su clima durante todo el año. En la imagen, el Framheim ya con una caseta.
8. El cargamento que habría de salvarles
Pero también se requería de víveres. Esta pequeña imagen, redibujada posteriormente tras una fotografía original, muestra los cargamentos de comida necesarios (y de ropa y otros utensilios requeridos para pasar un año en la Antártida) y embalados.
9. Los perros antes de desembarcar
Si hay otros protagonistas en esta historia, esos son los perros. Al igual que en los valles del Yukón o en las escarpadas montañas del Ártico, para desplazarse por la nieve los expedicionarios utilizarían a perros adaptados a las durísimas condiciones. Serían los fieles aliados de los aventureros noruegos y aquellos encargados de tirar de sus trineos a altas velocidades, inalcanzables siquiera para un experto esquiador.
10. La marcha, dirigida hacia el Polo Sur
Aquí podemos ver, por ejemplo, la clase de requerimientos que un viaje tan complicado como el de los noruegos necesitaba. Los perros están descansando mientras la marcha se para, cargada de todo tipo de elementos que ayuden a pasar las frías noches en caliente y que mantengan alimentados a perros y expedicionarios en un paisaje, el del Polo Sur, carente de vida.
11. Un viaje hacia ninguna parte
La más pura de las nadas: eso es lo que Amundsen y sus compañeros encontrarían en la gélida Antártida.
12. Pero un viaje, también, hacia la gloria eterna
Amundsen y los demás se dirigían hacia ninguna parte, hacia el Polo Sur, un difuso punto en el horizonte que no contaba con accidente geográfico o demarcación visual alguna. Y entre tanto, tormentas, vientos y un mar intenso y nunca acabable de nieve. Blanco. Era la nada, pero era la gloria: lo sabían todos y allí que acudían. Cerca del campamento, las montañas nevadas de la Antártida ofrecían una visión aún más épica del trayecto y ponían en relieve la insignificancia de los aventureros.
13. Sobrevivir a la nieve, una dura tarea
Las condiciones de vida en un lugar abiertamente hostil a la presencia humana son aún hoy extremadamente complicadas. En 1911, podía ser normal levantarse y no tener puerta a la que salir, porque se la había zampado la nieve.
14. Dentro de la cabaña, en comunidad
Esta recreación de la vida dentro de la cabaña del campamento, realizada a través de una fotografía original, muestra los avatares diarios de los miembros de la expedición.
15. La alegre compañía de los animales antárticos
Como esta simpática foca junto a la que pasea un expedicionario.
16. El camino hacia el polo, monótono y larguísimo
Otra imagen de los trineos siendo tirados por los perros de la expedición.
17. Allí donde no llegaran los perros, esquíes
Fueron el otro elemento fundamental de la expedición.
18. Otra imagen a bordo del Fram
Con los perros descansando, poco antes de llegar al destino, y cuando las temperaturas aún permitían viajar en mangas de camisa.
19. La blanca soledad de la Antártida
No fue un camino de rosas para la expedición noruega. Antes de su intentiva definitiva, los hombres de Amundsen trataron de llegar al polo en septiembre de 1911. No lo consiguieron y regresaron en un penoso y muy accidentado viaje, a causa de las malas condiciones meteorológicas.
20. Compañero animal pero también plato en la mesa
Amigos pero también comida. Amundsen calculaba que, para parte del trayecto, los perros servirían como alimento una vez se hubieran acabado las provisiones.
21. Una cuestión de perspectiva antártica
El empequeñecido ser humano frente al mundo que aspiraba a conquistar.
23. La icónica foto del grupo al completo
Amundsen es el último en el banco de la derecha. CUatro de los presentes en la imagen, Helmer Hanssen, Sverre Hassel y Oscar Wisting, llegarían al Polo Sur el 14 de diciembre de 1911, en pleno invierno. La cabaña se convirtió en el punto de reunión y socialización para todos los presentes en la expedición.
24. Tormentas que sepultan objetos
25. Y tormentas que, despejadas, descubren banderas
Como la noruega, en la imagen, la primera que sería plantada en el Polo Sur.
26. La foto final y la más icónica de todas
Hacer noche en el Polo Sur: check. Cuatro miembros de la expedición de Amundsen observan la tienda de su líder, preparada para dormir en el punto de destino del viaje antes de emprender el complicado viaje de regreso a la base principal. La imagen definitiva de la epopeya del Polo Sur.
27. Desde otra perspectiva. Ahí debajo, el Polo Sur