Japón quiere incentivar el teletrabajo, pero se ha topado con un problema: su adicción al papel

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Tras haber sorteado el primer pico de la epidemia con éxito, Japón ha observado un preocupante crecimiento de los contagios durante las últimas semanas. El pasado martes, el gobierno decretaba el Estado de Emergencia e invitaba, si bien no obligaba, al grueso de sus compañías a incentivar el teletrabajo. Pocos días después, el recibimiento empresarial ha sido... Tibio. Las oficinas siguen abiertas. Las estaciones siguen llenas.

Japón tiene un problema. El papel.

Qué sucede. Que Japón mantiene una relación paradójica con la tecnología. Nación puntera en su desarrollo, sigue enamorada de los procedimientos burocráticos arcaicos. El fax sigue siendo una herramienta de comunicación básica. El papeleo aún se realiza en formato físico. Los sistemas informáticos de muchas empresas siguen siendo cerrados, sus trabajadores no pueden acceder a ellos desde casa.

Es un fenómeno arraigado en la peculiar cultura del trabajo nipona, y bautizado como el "Síndrome de las Galápagos".

El problema. Una dependencia física que imposibilita el teletrabajo y complica el distanciamiento personal incentivado por el gobierno. Abe desea que las interacciones sociales del país se desplomen hasta un 80%. Por el momento, el volumen de pasajeros en Tokyo ha disminuido entre un 26% y un 33% y sólo el 13% de los trabajadores del país lo están haciendo desde casa. Números insuficientes.

Tareas. Un ejemplo del problema que afronta Japón: los sellos. La mayoría de documentos y contratos firmados por una compañía o por la administración requieren de un sello ("hanko") físico. Sólo el 40% de las empresas niponas han digitalizado su papeleo. Miles de trabajadores están obligados a acudir a la oficina para presentar informes, sellarlos y enviarlos por correo postal. De otro modo no se consideran válidos.

Es un trabajo imposible de realizar en casa.

Cultura presencial. Operan otros factores. La cultura japonesa prioriza las reuniones cara a cara y el presencialismo, llevado hasta el paroxismo en el fenómeno karoshi, empleados extenuados por larguísimas horas de trabajo en la oficina (en ocasiones hasta la muerte). Incluso compañías como Line (un servicio 100% digital) siguen dependiendo del papel y sellado, con más de 1.000 documentos al mes sin digitalizar.

Detalles. Son procesos difíciles de cambiar de la noche a la mañana. El propio gobierno es una muestra. Para acceder a las ayudas que faciliten la transición al teletrabajo, las empresas tienen que presentar solicitudes de más de 100 páginas impresas. Y entregarlas en persona. Las televisiones siguen utilizando pizarras físicas para sus gráficos. El jefe de ciberseguridad nacional no ha tocado jamás un ordenador.

Un riesgo. La declaración del Estado de Emergencia señala el riesgo que afronta Japón durante las próximas semanas. Al igual que Singapur, se ha topado con brotes tardíos, tras el éxito de sus primeras medidas. Ahora afronta la posibilidad de un confinamiento duro, al uso europeo, mientras algunos analistas interpretan como insuficiente las medidas del gobierno.

Pese a todo, y en un país donde casi el 30% de la población es anciana, Japón declara 8.000 casos y apenas 146 muertos.

Imagen: Eugene Hoshiko/AP

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