Galia Dvorak no es ucraniana: no se puede entender a la España moderna sin la inmigración

Galia Dvorak Espanola
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La proximidad de los Juegos Olímpicos siempre provoca que atletas alejados habitualmente de los focos acaparen las miradas del público generalista. Una de ellas es Galia Dvorak, tenista de mesa, varias veces campeona de España y representante olímpica en Pekín, Londres, Río. Se ha clasificado también para Tokio. Su nombre ha circulado por la agenda mediática no por sus méritos deportivos sino por una polémica con Marca en la que se le definía como "ucraniana con pasaporte español".

Craso error. Dvorak no es ucraniana. Es española. Nació en Kiev pero se trasladó a España cuando tenía dos años. Quizá cansada de justificar su españolidad por un apellido y unos orígenes familiares alejado de la media, compartió la noticia en Twitter y añadió lo siguiente: "7 veces campeona de España, 4 veces olímpica, más de 20 años en la selección, escolarizada desde el parvulario en España, mis padres son españoles desde hace años... Pero para Marca soy ucraniana con pasaporte español. Tócate las narices".

La polémica. Su mensaje se viralizó en cuestión de minutos. Tocaba al fin y al cabo de una de las fibras sensibles de nuestro tiempo: la identidad nacional y la inmigración. Ante el revuelo generado, Dvorak escribió un breve hilo aclarando su postura y lo que pensaba sobre el rol de los deportistas de origen migrante en España. "Para algunos siempre eres y serás una extranjera y te señalan por ello. Y duele porque por muy orgullosa que estés de tus raíces vas a Ucrania y allí si que eres una completa extranjera que ni habla el idioma", explicaba.

"Y si eres deportista, duele por partida doble porque aunque hayas crecido en un país, te hayas formado deportivamente en él y lo representes en competiciones internacionales te siguen diciendo que no eres de aquí", añadía.

El deporte. Su experiencia es extensible a los millones de hijos de inmigrantes nacidos en España, españoles, cuyo color de piel, rasgos físicos o apellido les sitúan lejos de la "españolidad canónica". En especial dentro del deporte profesional, por su mayor visibilidad mediática. Dvorak menciona a María Xiao y Sofía Xuan-Zhang, otras dos jugadoras de ping-pong, como ejemplos. Ambas nacieron en España de padres chinos, pero la sombra de la españolidad dudosa siempre se cierne sobre ellas (en el fondo, piensa una parte del público, son chinas, medo-españolas).

Hay muchos más casos, cada vez más frecuentes. Iñaki Williams (fútbol), Adama Traoré (fútbol), Ansu Fati (fútbol), Auri Bokesa (atletismo), Ouassim Oumaiz (atletismo), Jaël-Sakura Bestué (atletismo) o Marcus Cooper Walz (piragüismo, oro en Rio). El deporte español ha cambiado. Hay más apellidos provenientes de otros lugares del mundo y hay más mestizaje.

Reflejo. Un proceso que mimetiza al experimentado por la sociedad española durante las últimas décadas. En 2019 el INE ofrecía una cifra significativa: el 16% de los residentes ya contaban al menos un padre o una madre de origen extranjero. Entre el año 1998 y 2008, la década de gran expansión económica, la población migrante en España pasó del 1,6% al 12% sobre el total. La estructura demográfica, racial y cultural del país cambió mucho y rápido. Hoy tan sólo asistimos a la eclosión de los "inmigrantes de segunda generación", los hijos de quienes llegaron.

Españoles todos ellos desde el primer día.

Llegamos tarde. Nada que otros países de Europa no hayan vivido con anterioridad. Las selecciones de fútbol de Alemania, Francia, Bélgica e Inglaterra (cuatro de las favoritas a la Eurocopa) son un crisol de colores de piel y apellidos compuestos. Lo vimos durante el último Mundial: el éxito del fútbol europeo es el éxito de su inmigración. España sólo llega tarde.

Figuras como Mbappé o Lukaku redefinen lo que significa ser francés o belga. No sin conflictos. Özil, alemán de padres turcos, fue claro en 2018 cuando abandonó la selección germana: "Soy alemán cuando gano pero inmigrante cuando pierdo". Todos ellos son interpretados por una parte de sus compatriotas del mismo modo que Dvorak en Marca, bajo la sospecha de ser medio-nacionales. Pero sin ser realmente de Turquía, Mali, China o Ucrania. Un limbo en realidad ficticio. La España (la Europa) moderna no se puede entender sin ellos. Sin la inmigración.

Imagen: Commons

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