Musk no está solo: la idea de que el periodismo es "peligroso" lleva años calando en Silicon Valley

Peter Thiel
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En una de esas reuniones privadas de Silicon Valley que solo funcionan por invitación y a la que asisten múltiples inversores de capital riesgo se lanzó una idea que lleva tiempo calando en un importante sector del mundo tecnológico: ¿por qué los periodistas se meten tanto en los asuntos de las empresas privadas?

Es una relación turbulenta, pero no responde a un asunto en particular. Es casi un recelo estructural. Una diferencia a la hora de entender el trabajo de cada uno. Pero una idea que ha ido calando con el paso del tiempo y hoy en día permite entender por qué la postura de algunos inversores y CEOs de Silicon Valley son tan beligerantes contra el periodismo.

Dejen a la tecnología en paz. "El 100% de las empresas podría tener un artículo negativo escrito sobre ellas. Todo lo que hace falta es que el periodista decida que quiere escribir un artículo negativo", aseguraba el inversor Paul Graham. Un tuit que resume su visión del asunto, como si el periodismo se moviera por caprichos y atendiendo únicamente a criterios personales.

Pese a que luego matizó el asunto, Trina Spear, CEO y fundadora de la empresa Figs, apuntaba en una de esas reuniones privadas que no entendía por qué los periodistas debían investigar sobre las empresas privadas. En su lugar debían ser los propios mercados quienes decidieran si la empresa debía continuar adelante.

Es difícil asimilar los cambios de época. Esta postura defensiva responde al cambio de tendencias en el periodismo tecnológico respecto a Silicon Valley. Nos situamos en 2015, donde medios como el Wall Street Journal publicó su investigación sobre la estafa de Theranos y en 2018 con el escándalo de Cambridge Analytica.

Aquellos años donde todo eran buenas noticias y la inversión estaba disparada empezó a frenarse, cuando la opinión pública empezó a ser consciente del impacto de las Big Tech.

Del tecno-optimismo al tecno-idealismo. El mundo tecnológico ha estado liderado por aquellas personas que creen en la tecnología; en la innovación y en el avance de la ciencia. Pero ese optimismo tan presente en los años 90 ha ido extremándose, hasta el punto que muchos círculos tecnológicos ya van más allá, desvalorando el papel de gobiernos, instituciones y los poderes fácticos tradicionales, entre ellos el periodismo.

Peter Thiel, Elon Musk y otros pasan a la acción. "Ya no creo que la libertad y la democracia sean compatibles", expresaba el inversor Peter Thiel en 2009. Se trata de una importante figura para entender esta corriente, pues por sus manos pasaron las primeras inversiones en empresas como Paypal, Facebook, LinkedIn, Yelp o Palantir.

Además de invertir en estas compañías tecnológicas, inversores ultraliberales como Thiel empezaron a invertir recursos en medios de comunicación cercanos a sus creencias.

Otro magnate que ha adoptado un papel muy crítico con la prensa es Elon Musk, quien expresaba que "mientras Twitter persigue el objetivo de elevar el periodismo ciudadano, la élite de los medios hará todo lo posible para evitar que eso suceda". Periodismo s pero no el de los medios.

Hay que destruir lo viejo, para que surja lo nuevo. Musk matizaba el comentario anterior apuntando que "los medios de comunicación principales seguirán prosperando, pero una mayor competencia de los ciudadanos hará que sean más precisos, ya que se interrumpe su oligopolio en la información". Si nos fijamos en esa última parte se puede entender cuál es la preocupación: el poder del que disponen los medios de comunicación.

La posición de cierto sector de Silicon Valley es utilizar la tecnología como arma de reconstrucción. Una que permita revolucionar el sistema actual y nos lleve a un futuro mejor. Una perspectiva utópica que puede ser entendible, pero que choca con el periodismo crítico al que se ha tenido que enfrentar el mundo tecnológico. En esta situación, distintos círculos de inversores de capital riesgo han visto el periodismo como un elemento a derrotar, para evitar que estas investigaciones retrasen el progreso que trae la tecnología.

Imagen | World Affairs Council

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