Verano 1993 es la mejor película española del año y es en catalán

Verano 1993 es la mejor película española del año y es en catalán
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La Academia de Cine ha seleccionado Verano 1993 para competir por la estatuilla de Hollywood que se entregará el próximo 4 de marzo. Para los muchos que no hayan oído aún hablar de la cinta española más hechizante del año, aquí van algunas coartadas para motivar que le demos una oportunidad a la original, independiente propuesta de Carla Simón.

Porque es una buena película

Vamos a quitarnos lo más importante: Verano 1993 es un encantador, emocionante coming of age contado desde la perspectiva de una versión infantil de Carla Simón (la historia está inspirada en las vivencias de la directora). Es preciso en su manera de mostrarnos cuál es la relación de los adultos con los niños, pero aún más en su capacidad de retratar con naturalidad cómo se viven los primeros instantes de maduración. Cada conducta, cada cambio de humor y nueva experiencia vital va modificando el carácter de la niña, con absoluta comprensión e implicación en sus pasos por parte del espectador.

Es difícil no amar a Frida cuando presume de hablar y maquillarse como las mayores, pero tampoco dejamos de hacerlo cuando intenta provocarle, por celos, una desgracia a su prima pequeña.

Por su forma de mostrar el duelo

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La historia de Frida es la de una niña que acaba de vivir muerte de su madre y la forma que tiene de fustigarse a sí misma es por no mostrar su sufrimiento. “Durante mucho tiempo me sentí como culpable por no haber llorado”, explica la directora, que se ha centrado en los cambios de actuación de ese mecanismo de defensa para acomodar los tres actos de la cinta.

Una niña de seis años a la que su entorno siempre le ha hecho ver la anormalidad del estilo de vida de su madre (suponemos que es heroinómana, pero en la película nunca se confirma); que de pronto no sólo cambia de tutores sino también de localidad, hogar, amigos y ambiente; que es consciente además de ser distinta a los demás por un tabú del que aún no ha podido hablar con nadie… parece que se agolpan demasiados factores como para procesar la pérdida de un ser querido al que, sentimos, no deja de echar de menos en ningún momento. El trauma está bloqueado y sólo empieza a sanar precisamente cuando las cosas empiezan a marchar bien.

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En resumen, un estudio de la gestión de las emociones muy complejo, pero llevado con una inteligencia narrativa a la que le concedemos una credibilidad total. Laia Artigas, la actriz que da vida a Frida, por cierto, tiene siete años.

Porque dirige una mujer

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Más que una razón, en este punto hablamos de una alegría. España es la tercera en el ránking de países con más películas a competición en Habla Extranjera en los Oscar, sólo por detrás de Francia e Italia. De los 19 largometrajes patrios que han conseguido convertirse en nominaciones firmes (Verano 1993 aún está en fase de llegar a formar parte del quinteto finalista), ninguno de ellos ha estado dirigido por una mujer. Parece casi un milagro que Simón se haya colado en la preselección, más si tenemos en cuenta que el porcentaje de mujeres cineastas de nuestro país sigue estando muy por debajo de la paridad: un 19%.

Si ya encima lograra entrar entre los cinco últimos nominados estaríamos ante un momento histórico del cine español.

Porque nos pone al día sobre la situación del cine catalán

El cine catalán (entendido en su contexto amplio, de aquel que “se realiza con un equipo y medios preferentemente catalanes”) ha vivido siempre prósperamente, llegando a suponer aproximadamente el 34% de las producciones españolas. Por esto mismo es normal que cada año se premie desde festivales y asistencias en salas a un Pa Negre, a una Eva, unos 10.000 Km.

Pero hay un tipo de cine regional con una seña de identidad más exclusiva y que por esto mismo encuentra más difícil su promoción: el cine hablado en catalán. En 2016 se estrenaron 20 películas rodadas en catalán, un 31% de las 65 producciones catalanas que se hicieron, mientras que el primer semestre del 2017 han sido 11, un 41% de las 27 producciones catalanas. El año pasado los filmes con versión original catalana sólo fueron vistos por el 0.7% del total de espectadores de cine.

A diferencia de lo que ocurre con el cinema galego, este cine catalán más autóctono es difícil delimitar unas claves comunes, aunque hay una mínima tendencia a ser producciones de presupuesto más modesto (algunos lo han etiquetado como indie) y también bastante documental. En cualquier caso, la gran cantera de directores y realizadores de una identidad catalana ha sido la ESCAC, probablemente la escuela de cine más importante de España y espacio en el que hemos visto nacer a Roser Aguilar, Marçal Forés o Sergi Pérez, amén de Kike Maíllo o Bayona, que no realizan en catalán.

Hablar de cine catalán actual es hablar sin duda de Albert Serra, una personalidad particular y un hombre que ha llevado el catalán a festivales como Cannes o Locarno, llevándose allí el Leopardo de Oro. Siempre ha defendido su lengua, salvo en su última propuesta, La mort de Louis XIV, en la que aparecía el mítico Jean-Pierre Léaud y está filmada en francés.

Lo que sí nos ayuda a conectar Verano de 1993 con los últimos movimientos del cine catalán es el género de su directora. Carla Simón se añade a la aún estrecha serie a la que también pertenecen Mar Coll, Elena Trapé y Elena Martín.

Son directoras bastante jóvenes y novedosas que han defendido sus obras en su idioma y que han marcado la actualidad del cine español. Películas como Júlia ist, Brava o Todos queremos lo mejor para ella, con protagonistas femeninas todas ellas, confirman el buen momento de una generación de directoras que quieren contar un cine humano y enfocado a la dimensión vital de las mujeres, esas que aparecen en mucho menos grado cuando quien está a los mandos es un hombre. Verano 1993 es otra perla más en este río de, aún, limitado caudal.

Por estar ante una nueva promesa del cine

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Verano 1993 es el primer debut en el largo de Simón. Aunque se hizo un guión, al estar basado en experiencias personales y centrado en protagonistas muy jóvenes se decidió filmar de manera espontánea, basando todo el interés de la cinta en el recital interpretativo de Laia y la gente que la rodeaba.

El ojo cinematográfico de Simón ha sabido poner a su favor estas condiciones para trasmitirnos, probablemente, lo mejor que puede dar la dirección de actores improvisada y de bajo presupuesto. Simón parece una gran negociadora, y se ha ganado una nueva oportunidad en un país en el que es muy difícil sacar cabeza, en el que las nuevas propuestas autorales siempre se ven eclipsadas por las megaproducciones, las que están entre 3 y 8 millones de euros y suelen ir de la mano de alguna gran cadena privada de televisión del país.

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La directora Carla Simón en su infancia.

En España las películas independientes pueden tener un presupuesto muy bajo, llegando a niveles tan bajos como 60.000 euros. Verano 1993 ha conseguido una financiación de casi un millón de euros, lo cual la saca de la categoría de "indie" pero la deja muy lejos del presupuesto alto. Es una vía media poco explorada y que podría ayudar a fortalecer la calidad cinematográfica de nuestro país, aunque le den mucho miedo a las productoras.

Además, Estiu 1993 lleva más de 600.000 euros recaudados en salas españolas. El anuncio de la nominación del Oscar, con su consecuente reestreno en cines y las futuras ventas internacionales, harán que la cifra de recaudación final crezca y se convierta en rentable. Es una película excepcional hasta para eso.

Y por representar una bonita manera de pacificar las identidades de España

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Es la segunda vez en la historia de la Academia, tras Pa Negre, que se elige una película rodada en catalán para competir por la estatuilla estadounidense. Verano 1993 transcurre los primeros minutos en Badalona y después en el montañoso pueblo del Ampurdán. Todos sus personajes, desde el vecino hasta los abuelos, hablan en catalán, como se ha hecho en la región históricamente. Cuando los tíos de Frida ponen la radio se oye al locutor en castellano. Lo normal al escuchar entonces un medio de comunicación.

Lo que nos transmiten estos dos detalles del filme es que las diferencias en la lengua no son ningún motivo de problemática, sólo una parte más de la realidad catalana. Ahora la mayor institución nacional de nuestro cine ha decidido no penalizar este hecho, sino que ha apostado por verse representada en el certamen norteamericano con, sinceramente, la mejor carta que tenía en su mano, sin discriminaciones por lenguaje.

Es una normalización e integración del hecho cultural catalán en la dimensión de la realidad española que ahora mismo parece que ningún político español es capaz de plasmar en su discurso ideológico con convicción. Una muestra de fraternidad que no debería ser ejemplo de nada pero que, lamentablemente y en la situación en la que nos encontramos, sí es un gesto estimable.

Eso sí, como Cataluña finalmente se independice con el 1-O y vaya la película y gane en Los Oscar representando a España, nos íbamos a reír todos.

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