Hace ya un buen puñado de décadas, en los 80, algunos científicos se plantearon una pregunta rotunda, de esas que quitan el hipo… y el sueño: ¿Qué pasaría si se desatara una guerra nuclear global? La cuestión la había tanteado tiempo atrás la literatura de ciencia ficción y acabaría derivando en la muy gráfica expresión de “invierno nuclear”. Hoy, cuarenta años después, la misma inquietud aún da quebraderos de cabeza y protagoniza papers en revistas de primer nivel.
Eso es lo que acaba de hacer un grupo de expertos dirigidos por científicos del clima de la Universidad de Rutgers. Y sus respuestas, recogidas en un extenso estudio publicado en Nature Food, son, cuanto menos, descorazonadoras. Si se desatase un conflicto con armas nucleares a gran escala entre EEUU y Rusia acabarían abocadas a la inanición 5.000 millones de personas y el impacto sería devastador en prácticamente todos los países. Solo se salvaría un diminuto club.
¿Cómo lo han calculado?
La herencia de la guerra
Para empezar el equipo, en el que participaron expertos de diferentes países, se plantearon seis escenarios bélicos distintos. Cinco de ellos serían conflictos más o menos amplios, con una alcance variable, pero siempre partiendo de la misma base: una guerra entre India y Pakistán. El otro sería un choque entre Washington y Moscú en el que se desplegaría un mayor arsenal nuclear.
Luego analizaron cómo se vería afectada la atmósfera en cada uno de esos casos: la cantidad de hollín que quedaría en suspensión en función de la deflagración y, sobre todo, en qué medida esa capa bloquearía la luz solar y enfriaría el planeta. Más allá del daño que pudieran ocasionar las bombas y de su saldo de muertes, lo que les interesaba calcular en Rutgers es cómo se verían afectadas las cosechas de maíz, arroz, trigo o soja. Si tendríamos o no qué comer.
Para la estimación echaron mano de una herramienta del Centro Nacional de Investigación Atmosférica (NCAR) que les permitió trazar pronósticos país por país, valorar los cambios en los pastos y también en la pesca mundial. Las conclusiones son para temblar. Como mínimo.
Incluso en el escenario más amable, desatado por un enfrentamiento entre India y Pakistán, la producción calórica promedio mundial caería un 7% en solo cinco años. Quizás visto así, sobre el papel, no parezca gran cosa; pero en sus décadas de registros la Organización para la Agricultura y Alimentación (FAO) jamás ha detectado una reducción de rendimiento de cultivos similar.
El panorama sería malo. Muy malo. Pero no tendría nada que ver con lo que arroja el peor de los escenarios, un hipotético conflicto nuclear a gran escala entre Estados Unidos y Rusia. En ese caso, explican desde el centro de Rutgers, la producción calórica promedio mundial se desplomaría alrededor de un 90% durante los tres o cuatro años que siguieran a la conflagración.
¿Qué significaría eso?
Que más del 75% del planeta estaría padeciendo o muriendo de hambre en cuestión de dos años.
No importaría que echásemos mano de cultivos que ahora reservamos para alimentar ganado o consiguiésemos reducir las toneladas de comida que desperdiciamos cada año, en el caso de una gran deflagración el margen para ahorrar resultaría mínimo y sus efectos muy limitados.
El estudio arroja también algunas conclusiones interesantes, como el menor impacto de la guerra en la pesca, si bien tampoco se vería libre de las consecuencias de la conflagración nuclear.
Todos perjudicados, pero con matices
¿Pero sufriríamos todos por igual? ¿Estarían igual de perjudicados todas las naciones?
Casi todas, concluye el informe: “Las disminuciones de cultivos serían más severas en las naciones de latitudes medias y altas, incluidos los principales países exportadores, como Rusia o EEUU”. A lo largo del artículo de Nature, de hecho, solo se mencionan un par de casos en Oceanía.
“En el escenario de 150 Tg [el peor], la mayoría de las naciones tendrían una ingesta de calorías más baja que el gasto de energía en reposo. Una excepción es Australia”, zanjan los investigadores, que señalan como clave que —pese a la guerra— su producción de trigo le permitiría aún atender a las necesidades calóricas de la población. Algo similar ocurriría en la vecina Nueva Zelanda.
Los investigadores reconocen en cualquier caso las limitaciones de su estudio, que "bebe" básicamente de los datos que maneja la FAO a una escala nacional: “dentro de cada nación, particularmente las grandes, puede haber grandes desigualdades regionales impulsadas por limitaciones de infraestructura, estructuras económicas y políticas gubernamentales”.
El mapa que incluye Nature es clarificador.
El plano de la izquierda muestra la distribución del consumo de calorías en 2010 dejando fuera de la ecuación el comercio internacional y los de la derecha plantean diferentes escenarios postbélicos, en función de si se destinan o no recursos a alimentar los rebaños. Todos parten de la base de que no hay comercio internacional y las calorías se distribuyen de forma uniforme en los países.
Los países en rojo son aquellos que afrontarían un escenario fatal, con una ingesta de calorías menor de lo necesario para mantener una tasa metabólica basal. Las amarillas señalan las zonas en las que el consumo sería tan reducido que los habitantes perderían peso y apenas tendrían fuerza.
Las mejor paradas son las verdes, tonalidad que identifica los países en los que habría alimentos suficientes para que sus habitantes mantuviesen actividad física. A ese selecto club pertenece un reducidísimo puñado con algunos territorios repartidos por Oceanía, América y Oriente Medio.
La conclusión del informe es demoledora:
“La reducción de la luz, el enfriamiento global y las probables restricciones comerciales después de las guerras nucleares serían una catástrofe para la seguridad alimentaria. El impacto negativo de las perturbaciones climáticas en la producción de cultivos generalmente no puede ser compensado por el ganado y alimentos acuáticos. Más de 2.000 millones de personas podrían morir a causa de una guerra nuclear entre India y Pakistán y más de 5.000 a causa de una guerra entre EEUU y Rusia”.
Gráfico | Nature Food